La magnífica protesta del 9 de marzo de este año —convocada por la Coordinadora Nacional de Jubilados y Pensionados de Venezuela y realizada efusivamente en más de 45 municipios del país— tuvo la significación, entre otras que venían realizándose, de abrir las compuertas para desplegar la protesta de calle de todos los trabajadores, activos o no, empleados públicos o de la empresa privada.

Pese a la ebullición de la pandemia de Covid-19, desde 2021 venían incrementándose las exigencias laborales sobre salarios, seguridad social y respeto a los contratos colectivos. El temor al contagio reducía el impacto de las acciones de maestros, enfermeras y demás trabajadores de salud, petroleros, universitarios, telefónicos, los de Corpoelec, obreros de las empresas básicas, entre otros.

La gente tenía que tragarse la rabia junto con esos salarios de hambre, unos servicios públicos inservibles, la privatización de facto de la salud, del agua, de la electricidad. Y además calarse el discursito de que todo iba en vías de arreglarse, de normalizarse… ¡Vaya mentira más descarada!

La repetición del Plan de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad Económica —anunciado por Maduro en agosto de 2018 y que pulverizó los salarios y profundizó la crisis— vuelve en mayo de 2021 con el pase del bolívar fuerte al digital, quitando seis ceros a la moneda. Junto a este cambio, el salario mínimo se fijaba en miserables 7 bolívares nuevos, más otra migaja por bono de alimentación.

El 3 de marzo de este año, el salario mínimo se multiplicó por más de 18, o medio petro, aunque era una falsa oferta de anclaje, pues en Gaceta Oficial quedó fijo en 130 bolívares, sin indexación automática. Los 30 dólares de marzo, hoy son apenas 22. Este nuevo salario mínimo, tan miserable como el que le precedió, fue adelantado para tratar de fracturar la protesta que se haría el 9 de marzo.

Pero lo que hizo fue alimentar mucho más los bríos de quienes exigían, y siguen exigiendo, el cumplimiento del artículo 91 de la Constitución: ¡que el salario mínimo alcance para comprar la canasta básica, de alimentación y servicios! No se han hecho esperar manifestaciones, huelga de brazos caídos, denuncias, plantones y protestas frente a instituciones encargadas de velar por el cumplimiento de los derechos laborales y ciudadanos. Y también frente a los patronos o sus representantes ministeriales.

El aprobar la ley de zonas económicas especiales —queriendo emular lo hecho en China para estimular el capitalismo más liberal y salvaje— termina de flexibilizar y desregular las relaciones laborales, proceso que ya había comenzado con la dolarización de facto de la economía y con el favorecimiento de los capitales internacionales, principalmente para la libre importación de bienes de los países desarrollados. La ficción de progreso se viste de “bodegón”.

Para echar más leña al fuego, la Oficina Nacional de Presupuesto de Maduro —las odiosas siglas ONAPRE—, reviviendo el Memorando 2792 de 2018 del Ministerio del Trabajo, instruye unas tablas salariales violatorias de importantes cláusulas de los convenios laborales para disminuir sustancialmente lo pautado, que es ley según el artículo 89 de la Constitución y el Convenio número 98 de la OIT. Es decir, pone unos centavos en el bolsillo del trabajador y le saca unos billetes por el otro. Un verdadero robo, sin pistolas.

Es lamentable que frente a tamaña agresión aún cueste mucho lograr la unidad de la variopinta dirigencia sindical. A las bases obreras y de los trabajadores les corresponde presionar para se presente un sólido y unificado frente de acción. Solo así se podrá acorralar al patrono y al Estado para que cumplan con lo establecido en la ley.

Coalición, red, intergremial, intersindical, frente, coincidencia, coordinadora, espacio, y tantos otros nombres identifican las ramificaciones y tendencias que existen en las luchas. A lo que se le añade las personalidades presuntuosas que hacen más difícil unificar los esfuerzos.

Debemos seguir estimulando la confianza en la lucha, no cejar en este empeño frente a la represión, el chantaje y el terrorismo de Estado. A la par de luchar tenemos que exigir la libertad de todos los luchadores convertidos en presos políticos. Una verdadera unidad debe desterrar las actitudes sectarias, excluyentes y fraccionalistas.

Hay que iniciar la construcción de un poderoso movimiento que no solo defienda las reivindicaciones laborales, sino que también tenga la suficiente sabiduría y templanza para exigir que los cambios económicos, sociales y políticos deben contar con la visión de los trabajadores como protagonistas de primera fila en la reconstrucción nacional.

Tomado de El Pitazo

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