Con más pena y ninguna gloria culminó la tercera jornada del foro para el diálogo social. Ni el salitre del mar Caribe que ofrecía la isla de Margarita ablandó la férrea posición de la administración del dictador y su ministro petulante. Maduro ha ganado 10 meses sin conceder ni una ñinguita en ninguno de los tres convenios que fueron base para que en 2018 la OIT le clavara —como si fuera una estaca en el pecho del vampiro, ¡pero el de aquí no tiene corazón!— la máxima sanción: la Comisión de Encuesta, mejor traducida del inglés como “comisión de investigación”: Inquiry Commission.

Así como se saltó a la torera —con una pequeña ayuda de la oposición pazguata, olvidadiza, colaboracionista y electorera— el informe de violaciones de derechos humanos de Michelle Bachelet cuando era Alta Comisionada de la ONU, y también la lapidaria constatación que hizo la Comisión de Verificación de Hechos, la contumacia y la viveza procedimental han hecho que Maduro y su camarilla aparezcan como “amantes” del diálogo por la reconciliación y la paz. ¡Falsedad tan gigantesca como la normalización!

Los acuerdos salidos de ese cónclave dan vergüenza ajena. Sí, ajena, pues, aunque soy de la CTV y participé en las dos primeras jornadas, para nada me siento identificado con esos resultados. Y digo esto a pesar del respeto personal y amistad que tengo por quienes asumieron la representación. Para colmo, los principales voceros de sindicatos y empresas, como verdaderos bomberos apagafuegos, salen hermanados solicitando a Maduro que decrete un “salario de emergencia”, o sea, para que siga haciendo la misma política salarial bonificadora, mientras se ponen de acuerdo en la mesa técnica…

Lo primero que salta a la vista es el divorcio, no solo físico sino más por incomprensión y anquilosamiento, entre esa representación laboral —y no me refiero a la CBST, que es un apéndice nauseabundo del régimen— y el movimiento de protesta y movilización que vívidamente ha despertado desde comienzos de año.

Pareciera que la exigencia de que se cumpla el artículo 91 constitucional estuviera supeditada a altos estudios científicos y técnicos. Basta que le preguntemos a una ama de casa de cualquier barrio o urbanización, para saber cuánto sale medio comer a una familia de consumo básico. Bah, eso del estudio técnico es pura fruslería para que la dictadura gane tiempo.

Ejercicio: Desayuno: dos empanaditas y jugo (2 $); almuerzo: menucito básico (3 $) y cena: dos tequeños y jugo (2 $). Siete dólares diarios para medio comer en el más bajo nivel, solo el trabajador. Multiplicado por 3,5 miembros de la familia y por 30 días, y dividido por 2 (supongamos que hay dos ingresos mínimos por familia), nos da 367,5 $… Si lo preparamos en casa, se reduciría more or less a 250 $. Y eso solo para medio comer. ¿Cuánto me llevó el ejercicio? 10 minutos si mucho. A eso habría que agregarle algo para servicios, vivienda, ropa, transporte, medicamentos, etc… y nada de cervecitas los viernes.

La conclusión más resaltante —comisión técnica sobre indicadores de la canasta básica a instalarse entre febrero y abril de este año— ya había sido acordada en la jornada de dicho foro de octubre 2022. O sea, incumplimiento total del plan de acción y tres meses más echados al olvido, luego de los seis que se comió Maduro luego de abril, sin soltar ni un eructo. No nos hagamos ilusiones de que para abril habrá acuerdo sobre salario mínimo. ¡Ojalá me equivoqué!

Como un ritornelo tipo bumerán, vuelve como importante un acuerdo para reunirse con el CNE y así allanar obstáculos que frenan la renovación sindical vía elecciones. Esto solo sirve para ocultar o difuminar la verdadera falla: falta de voluntad. Ciertamente hay carencias y dificultades para echar adelante los procesos eleccionarios, pero el ejemplo de la Federación Venezolana de Maestros (FVM) nos enrostra que sí es posible, habiendo voluntad y disposición a avanzar. Pese a que unas señoronas muy dadas a la egolatría ya se acercaron al TSJ para enturbiar el proceso realizado.

Quienes de verdad estén comprometidos con la búsqueda de “un mundo mejor para los trabajadores” —como reza el lema de la CTV— debemos hacer el máximo de esfuerzos de apartar las diferencias secundarias y centrar nuestros esfuerzos en la dignificación: el trabajo, el salario, la pensión y la jubilación son la base para la reconstrucción de una nueva democracia que esté al servicio de quienes producen la riqueza. Ya basta de superganancias extraordinarias que privilegian a los comerciantes y no a los productores nacionales. El rescate de Venezuela como una República soberana e independiente no debe estar alejado de nuestra búsqueda de salarios dignos y seguridad social integral.

Para terminar, quiero recordar a nuestro excelente comediante Jorge MacRico Tuero, quien culminaba sus sabrosos sketches con una frase lapidaria, por ser muy cierta: “Los gobiernos pasan, pero el hambre queda”.

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