La reciente actuación del TSJ en la designación de los nuevos rectores del CNE, la intervención de la mayoría de los partidos políticos de oposición y la entrega de sus símbolos a aliados del régimen y, más recientemente, la alocución de Padrino López, terminaron de convencer a la mayoría de las direcciones políticas de los partidos de oposición, de que la salida es la rebelión democrática.

Desde el 2014 esta ha sido la posición de Bandera Roja: la rebelión del pueblo, la rebelión popular, la rebelión democrática como salida a la crisis y de la dictadura. Partiendo de premisas elementales; la naturaleza dictatorial del régimen, la disposición del pueblo al cambio político, la necesidad de que éste sea garante de una salida que privilegie el interés y la soberanía nacional, y de que la disposición del pueblo, su inconmensurable fuerza, es la única con la que efectivamente contamos y con la cual se puede, teniendo una dirección política unitaria comprometida, sin vacilaciones, con el cambio, enrumbarla hacia la victoria de la democracia.

Pero, no basta con declarar que la rebelión democrática es la salida. Hay desafíos que confronta la oposición que requieren ser superados con prontitud, con verdadera urgencia con sentido de patriotismo y compromiso histórico. Se resumen en seis aspectos que, de seguidas,  se comentan.

  • La dirección política. Se requiere una dirección política amplia y unitaria que integre a la diversidad de organizaciones políticas, sindicales, gremiales, religiosas y sociales que luchan por el cambio. Esta dirección política ha de dejar de lado el afán hegemonicista, el oportunismo y actuar con desprendimiento histórico y patriótico, se reitera, en beneficio del interés nacional. Esto supone disolver expresiones excluyentes y sectarias como el G4, así como reestructurar el FAVL y reorientar su papel.

 

  • A quién enfrentamos. Caracterizar al régimen, definir su naturaleza, es un paso fundamental que hay que dar, a la luz de las realizaciones económicas y políticas, más allá del análisis del discurso o de categorías que, oportunista y hábilmente, ha utilizado la camarilla gobernante, para seducir y engañar a buena parte del pueblo venezolano y latinoamericano. Se trata de un régimen de mafias, socialista en el discurso y capitalista en los hechos (revisionista), frente al cual necesario es concitar la más amplia unidad, sin exclusión por razones ideológicas, facilitando la adhesión de quienes se desprendan del régimen, fortaleciendo una nueva mayoría democrática, plural y comprometida con el desarrollo nacional.

 

  • La estrategia. Una dirección política que caracteriza de manera adecuada al régimen y define, en base a ello, su campo de alianzas, ha de definir una estrategia clara para salir de la tiranía. La rebelión democrática, recogida en el texto constitucional en el art. 350, en torno a la cual han de desarrollarse diversas iniciativas tácticas; huelgas, paros, concentraciones, movilizaciones, consultas, entre otras, que permitan ir creando las condiciones para la toma del poder.

 

  • Formas de lucha. Una dirección política que caracteriza de forma correcta al régimen y dispone de una estrategia, sabe que frente a una tiranía es necesario combinar distintas formas de lucha que permitan debilitarla, acumular fuerzas y preparar la rebelión democrática que abra caminos a la reconstrucción nacional. Votar o no votar, por ejemplo, podría haber sido un debate innecesario si se hubiese dispuesto de una estrategia unitaria, que se anticipara a la ofensiva de la tiranía para enfrentarla en cualquier escenario.

 

  • La organización de base. Las asambleas populares o asambleas ciudadanas, erigidas como instancias de debate en las comunidades y organizaciones laborales o académicas, por ejemplo, deben convertirse en instancias de coordinación de luchas y de dirección política, como expresión de un nuevo poder. Nada tiene ello que ver con las asambleas para escuchar a la dirigencia, para que estos exhiban sus dotes como oradores y se reproduzca la práctica hegemonicista. No, estas deben concebirse como instancias para instrumentar la estrategia rumbo para la toma del poder.

 

  • El programa. El programa ha de resumir las aspiraciones de cambio de la mayoría del pueblo; la inmediata libertad de los presos políticos y el retorno de los exiliados, el establecimiento de un régimen democrático con una clara separación de poderes, una política económica al servicio del interés nacional que impulse de una revolución industrial y tecnológica generadora de fuentes de empleo estables y productivas,  el impulso y modelaje de una nueva ética al servicio de la administración pública, por ejemplo. Programa que pueda resumirse en consignas y que acompañe a la dirección política, en todos sus niveles, a lo largo de la lucha, entusiasmando e identificando al pueblo con ella.  No es el Plan País, es un programa que una a la diversidad política, que ponga el acento las potencialidades nacionales y sirva para agitar.

De nuestra parte estos planteamientos no son nuevos. Lo nuevo es que, en medio de la pandemia, hay que levantar la esperanza de cambio en el pueblo venezolano, confiar en su potencial creador y liberador, y actuar con la urgencia que la crisis demanda. Lo nuevo es la urgencia que tiene el pueblo venezolano de salir de este régimen opresor. Sirvan estos planteamientos para  el debate, para la instrumentación de la vía estratégica definida, considerando que es tiempo de desechar las ilusiones y de ratificar que la rebelión es el camino.

 

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