Vale decir algunas cosas en relación con los comentarios formulados por el abogado y analista político Humberto González Briceño, en su artículo de opinión “La unidad de las oposiciones para derrocar la narcotiranía chavista”, publicado en larazon.net. Brinda González algunos comentarios del propio, publicado por este medio el lunes 27 de junio titulado: El poder de Maduro y el poder de Guaidó , que bien vale la pena responder, aclarar o comentar.

Ante todo, debo admitir que satisfacen las coincidencias del caso. A su vez, agradezco el tono de los comentarios. Fuera de la destemplanza de la que hacen gala muchos de quienes enfrentan al régimen, que piensan que mientras más estridencia más llegan los mensajes. En los medios las cosas deben atenderse con rigurosidad y claridad, pero con el estilo correspondiente. Eso lo saludamos.

Permite esta respuesta la oportunidad de insistir en la idea de ayudar a allanar el camino unitario. Lo que implica señalar algunas de las deficiencias que presenta la oposición. Pero de igual manera, algunas consideraciones de cómo alcanzar la meta.

Entrando en materia, debo destacar que ciertamente se refleja comprensión del problema. El asunto es la salida de régimen con base en una unidad fraguada a partir de los propósitos de quienes la integren.

En primer lugar, consideramos que la dictadura, hasta ahora, ha permitido a Guaidó seguir haciendo política por la circunstancia internacional. No creemos que se trate de que el régimen lo use para sus fines. A su vez, no creemos que Guaidó se preste a cohabitar. A Guaidó lo apoya EE. UU. de manera directa y clara. Lo reconocen más de 50 países. Que indiquemos esto no significa que estemos o no de acuerdo. Es un hecho. Hay coincidencia porque debilita al régimen y apuntala la perspectiva de su derrocamiento. Pero Guaidó forma parte de la política que busca, a todo trance, salir de la dictadura.

De otra parte, la oposición, tan diversa ella en lo político, también lo es en cuanto a los intereses que representan. Unos representan los intereses de la continuidad de las relaciones de producción imperantes. Otros representamos los intereses históricos, mediatos e inmediatos, de los trabajadores. Esto es, la unidad debe construirse a partir de la diversidad, pero con un propósito claro, salir de la dictadura. En eso coincidimos sectores radicalmente contrarios en lo filosófico, ideológico, político y en cuanto a los proyectos estratégicos. Nos une la barbarie que vivimos bajo la dictadura.

Es una unidad de propósito, para repetir la expresión usada por González en su artículo. Podemos indicar cinco aspectos que deben sustentar la unidad. En primer lugar, el objetivo: salir de la dictadura. Segundo, la vía: Constitucional, claramente definida en su artículo 350. Tercero, la propuesta unitaria: conquista de la democracia, elecciones libres, libertad de los presos políticos y regreso de los exiliados. Cuarto: una unidad democrática, amplia, verdaderamente plural. No censitaria ni mercantilizada. Debe privar el principio de unidad en la diversidad y del consenso con base en el debate democrático. Quinto: a partir de lo anterior, instalar una dirección política. Creo que con eso, coincidimos plenamente con González.

Limitaciones a sortear para alcanzar la unidad

Son muchas las deficiencias de la oposición venezolana para alcanzar ese objetivo tan elemental como urgente. Hay carencias que obedecen a las limitaciones teóricas y políticas, que inciden en la imposibilidad de atender debates de mucha significación para el análisis de la situación política. No logran ver muchos sectores la naturaleza de la dictadura. O bien, aquello de que los chinos y rusos están dispuestos a ceder espacios perdidos de manera dócil y negociada. Que lo que les interesa es que no se les toquen sus inversiones. Como si las potencias imperialistas, enconada la disputa, negocian espacios conquistados de manera dócil o que EE. UU. va a recuperar geografías tan jugosas como Venezuela con palmas de paz. No observan, no pueden observar, que vivimos tiempos de confrontación a muerte por fuentes de materias primas, mercados, entre otros factores, producto de la competencia aguda entre las grandes potencias y bloques imperialistas.

Sumemos que no hay una idea acerca de la soberanía nacional y el carácter nacional y popular del programa que demanda la sociedad venezolana.

Limitaciones que, a su vez, impiden edificar la unidad con base en una propuesta programática de mayor contenido y mayor significación histórica para la liberación de las fuerzas productivas y el desarrollo.

No sabemos si esto obedece a ignorancia o a criterios formados, quién sabe en qué sustento teórico.

La oposición, además, carece de estrategia y táctica. Asunto que sorprende. La idea de la combinación de las distintas formas de lucha en torno del camino escogido, por ejemplo, parece un asunto ignorado olímpicamente. La definición clara del golpe principal, la identificación de las fuerzas motrices, su disposición, entre muchos asuntos, propios de la lucha política, han sido sustituidos por el evento, la pantalla, la foto, la figuración. Los dirigentes desprecian la vinculación con la gente y sus problemas y aspiraciones.

Tampoco hay espíritu democrático. El sectarismo y la idea hegemónica impiden ver que debemos integrar a todos. No solamente se trata de los factores políticos. Es fundamental la incorporación de los sectores sociales que algunos llaman sociedad civil. Eso se desprecia.

Sumemos que la unidad pasa por articular las luchas para que el proceso unitario de verdad sea político sin descuidar un ápice la participación ciudadana. No se ha podido implementar una política que permita que las luchas cotidianas estén articuladas a la lucha política. Muchos factores parecen temer a la fuerza de las masas, sobre todo en su movilización y empuje. Por cierto, es lo que ha hecho tambalear al régimen.

Esos son escollos a superar rápidamente. De lo contrario, de salir airoso el régimen con el camino emprendido lleno de maniobras de alto tronío, corremos el peligro de ver su consolidación aun en medio de la penuria creciente de los venezolanos. Y es que la dictadura se vale de las enormes riquezas del país para seguir administrando la mengua de la gran mayoría de venezolanos. Más cuando sigue existiendo un sector social que logra llenar los autocines instalados en Caracas por hasta 45 dólares por vehículo. La entrega del país a nuevos amos, la corrupción y los negocios que favorecen a los de siempre y a los nuevos oligarcas, siguen su curso.

La dictadura, maniobras, elecciones y más…

La designación de un nuevo Consejo Nacional Electoral, establecer la fecha para la realización de la elecciones al parlamento, unido a maniobras diversas, reflejan que, por su parte, la dictadura cuenta con estrategas buenos. Perversos, sí, pero de calidad. Elevar la representación a 277 fue una golosina que hace mella en algunos opositores que ya se ven en perspectiva. Se les agua la boca, como dice alguna gente. Se sienten invitados. Piensan que se cumple aquello que dice Héctor Lavoe en El Timbalero, “entren que caben cien…”

Buscando preservar sus intereses, los nuevos amos, sobre todo los rusos, parecen muy atinados en sus asesorías, que tienen peso, aun cuando los chavistas han aprendido maldades de sobra. Parecen repetir maniobras como las adelantadas en Siria. Elecciones parlamentarias en medio de la guerra, Comisión Constituyente, que adelantará las modificaciones a la carta magna, diálogos diversos con factores de la oposición, entre otros aspectos, dan cuenta de una de las experiencias que sirven de parangón para Venezuela. El objetivo es claro: producir cambios para que todo siga en manos de la dictadura de Bashar Al-Assad. Para citar un ejemplo de la experiencia adquirida por los rusos.

Las maniobras del gobierno sirven de base para dinamitar a la oposición. De manera inescrupulosa, con manejo de mucho dinero de por medio, dividen, siembran cizaña y desconfianza generalizada. Cuentan con más de uno que logra entrar en razón a cambio de mucho o de poco.

Sin embargo, no hay suficiente confianza en la dictadura en que los alcances de las maniobras les haya brindado la fuerza que se requiere para detener a Guaidó. No se atreven a dictarle orden de captura. Aunque la oposición se encuentra alerta. El gobierno no tiene bríos como para actuar. La nueva bravuconada de la orden de captura contra 11 funcionarios del gobierno interino de Guaidó, resulta un escándalo de poca eficacia. Guapos y apoyaos, pero no se han atrevido a nada contra Guaidó, hasta ahora.

En ese punto nos encontramos. Circunstancias sobran para labrar la unidad de manera acelerada. Falta la conciencia de quienes tienen la responsabilidad de dar un paso al frente. Agotadas las condiciones de una salida electoral, urgente luce la unidad y sus derivaciones. Unidad democrática, dirección política eficaz y disposición al combate. No se trata de acompañamiento alguno de las luchas del pueblo. Se trata de dirigirlo hacia una perspectiva de cambio.

Publicado en El Pitazo, 06/07/2020

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