A lo largo de la historia encontramos hechos importantes que marcaron un hito en el desarrollo de esta. Lo que pocas veces se dice es que en todos estos acontecimientos participaron mujeres. Se nos relata la historia del feminismo, por ejemplo, desde la óptica capitalista a partir de las luchas por el sufragio femenino. Sin embargo, los aportes de las mujeres se pueden encontrar desde mucho antes, como muestra tenemos a Hipatia, filósofa que afirmaba que el mundo de las ideas es más real que el mundo material que nos rodea. Seguía la corriente neoplatónica, fue matemática, filósofa y estudió astronomía, escribió varios libros que se perdieron cuando se incendió la biblioteca de Alejandría. En el año 415 fue atacada por una turba de cristianos quienes la torturaron cortando su cuerpo con conchas, luego tiraron su cuerpo al rio.
Durante la edad media numerosas mujeres que no querían casarse se refugiaban en los conventos, donde aprendían a leer, escribían y creaban, entre ellas destaca en 1112 Hildegarda de Bigen, una mística, fue compositora, filósofa, naturalista, médica y profetisa.
En el renacimiento un buen número de mujeres luchaban por lo que ellas denominaban “libertad de conciencia”. Defendían el derecho a pensar, a leer y a escribir, lo cual les permitía diferenciarse y destacarse frente a los hombres. Resalta Christine de Pizán, quien en 1405 escribe su obra “La ciudad de las Damas”, donde refuta a los escritores de su época las afirmaciones que hacían acerca sobre las mujeres y el ser mujer.
Olympe de Gouges, en 1791 publicó la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, donde reivindicaba que las mujeres tienen los mismos derechos civiles que los hombres. De Gouges apuntó: “Las mujeres tienen derecho a ser llevadas al cadalso y, del mismo modo, derecho a subir a la tribuna”. Pero la Ilustración no quería mujeres, la declararon traidora a la revolución y la guillotinaron.
Un año después la escritora inglesa Mary Wollstonecraft publicó la Vindicación de los Derechos de la Mujer, donde proclamaba la igualdad entre los sexos y afirmaba que la diferencia entre el hombre y la mujer no era algo natural sino cultural, un sesgo producido mediante la educación.
En 1848, en Estados Unidos, Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott organizaron la primera convención estadounidense sobre los derechos de la mujer, aprobándose la Declaración de Seneca Falls. Se reivindicaba la igualdad de los derechos civiles, incluyendo el derecho a voto y la educación.
En 1832, las mujeres inglesas empezaron a pedir derecho a sufragar, pero fueron ignoradas. Tres décadas después, pasaron a la acción: Emily Davies y Elizabeth Garret Anderson, redactando una nueva petición. John Stuart Mill y Henry Fawcett presentaron el documento en la Cámara de los Comunes, donde fue nuevamente rechazada.
En 1903, cambiaron los métodos de lucha, irrumpieron en discursos políticos, asaltaron mítines del parlamento, utilizaron huelgas de hambre, encadenamientos, sabotajes y el uso de explosivos. Pese a las múltiples estrategias que ideaban a fin de que sus voces fuesen escuchadas, continuaron siendo ignoradas. Los movimientos de masas que se enfrentan al sistema fueron influidos en sus formas de lucha por las aguerridas sufragistas.
La lucha por el sufragio de las mujeres fue liderada por mujeres blancas y burguesas, pero luego aparecerían otras como Sojourner Truth, esclava negra que luchó contra la discriminación por ser negra y mujer. Luego surgió Flora Tristán, socialista que manifestó la doble represión de clase y de género que sufrían las obreras. Antes que Marx y Engels, Flora Tristán escribió sobre la necesidad de la unión obrera y defendió los derechos de las mujeres trabajadoras, esclavas en la sociedad moderna. A ella se le debe la frase: “la mujer es proletaria del proletariado”.
Finalizada la I Guerra Mundial, Inglaterra reconoce el derecho al voto a las mujeres, en agradecimiento a sus trabajos prestados durante la guerra. Fue Nueva Zelanda el primer país en aprobar el voto para las mujeres en 1893, luego Australia, Finlandia sucesivamente y Rusia en 1917.
En 1910 se declaró un gran incendio en la fábrica textil Triangle Waist Co, casi la mayoría de las trabajadoras eran jóvenes que venían de varios países. Los dueños acostumbraban a dejarlas encerradas, permanecerían en jornadas de 52 horas semanales, por un salario miserable. La ciudad se cubrió de una nube morada debido a los químicos que utilizaban. Murieron 146 mujeres y 70 quedaron gravemente heridas. Debido a ello el color utilizado por las feministas es el morado.
Fue durante la II Conferencia de Mujeres Socialistas en Copenhague, Clara Zetkin propone que el día 8 de marzo sea declarado día internacional de la mujer trabajadora en homenaje a las víctimas que murieron quemadas en Triangle Waist Co.
En febrero de 1917 en Rusia, hubo desabastecimiento debido a la guerra, miles de mujeres hacían cola para obtener pan. Allí empezaron las revueltas espontáneas lideradas por las mujeres. Ya el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, hubo mítines y marchas que pronto alcanzaron un tono político y económico.
Las primeras en rebelarse fueron las hilanderas de las fábricas textiles del distrito Vyborg. Siete mil mujeres marcharon a otras fábricas, a las 10 de la mañana habían movilizado a otras 20 mil mujeres. Llegaron a juntarse 200 mil manifestantes. Lograron la abdicación del Zar Nicolás II.
Las mujeres organizadas lograron grandes reivindicaciones: el divorcio, salas cunas, educación entre otras.
En 1949 aparece Simone de Beauvoir, reivindicando el derecho a la libertad como revolución personal, en su libro El segundo sexo, impregnada de la corriente existencialista. Decía que el ser humano no es un ser predeterminado, sino que se construye según su propio destino. De esa manera la mujer es producto de una idea social que determina cuales serían sus características. Así “No se nace mujer, sino que se llega a serlo”. Postula la reivindicación de la mujer desde una óptica individualista y burguesa.
Lo que si marca un hito fueron las primeras estadísticas de la ONU donde se mostraba el desarrollo humano, evidenciándose una abismal diferencia entre hombres y mujeres, lo que provocó una serie de políticas públicas para acortar la brecha entre ellos.
Cuando nos situamos en Venezuela y recordamos los últimos años de protestas políticas y sociales especialmente entre 2014 y 2017, contra el régimen chavista, ahora dirigido por Nicolás Maduro, pudimos observar la gran cantidad de mujeres que salieron a luchar a las calles. Mientras, desde los estamentos académicos se sigue impulsando las tesis burguesas sobre la lucha de las mujeres, donde se propugna la flexibilización del trabajo como una medida que sirve a la mujer trabajadora, pero en los sectores populares vemos que son las mujeres las que organizan y lideran las protestas por servicios públicos, por derechos sociales que la dictadura ha conculcado.
Las mujeres trabajadoras pueden asumir un pliego propio que se unifique con las reivindicaciones generales de todos los trabajadores. Exigir, por ejemplo, preescolares y casas maternales en los sitios de trabajo, colegios donde las trabajadoras puedan dejar tranquilas a sus hijos y ella poder acceder a un trabajo decente. Además de exigir que los servicios públicos funcionen como lo es el agua, electricidad, internet, salud pública gratuita.
Es importante mencionar que en medio de un contexto predominantemente neoliberal, las luchas del colectivo de mujeres se ven diluidas entre tantas diferenciaciones de género. Minorías que no dejan de ser importantes, pero siendo minorías imponen una agenda donde la mujer parece desaparecer poco a poco. Mientras, la violencia intrafamiliar, en especial contra las mujeres parece aumentar en tiempos de crisis. Llama poderosamente la atención los altos precios que se cobran en las organizaciones de defensa de los derechos de mujeres por realizar atenciones médicas, por ejemplo, una biopsia. Así también la indefensión en que se encuentran las mujeres de los pueblos originarios en el Arco Minero del Orinoco.
Pienso que no bastan los discursos feministas. Es el momento en que las mujeres trabajadoras, como en marzo de 1917, tomen un rol protagónico para cambiar este estado de cosas. En ese entonces un zar tuvo que abdicar, por la fuerza de lucha de las mujeres. Hoy ¿Qué cosas podríamos hacer las mujeres para cambiar nuestra situación?
¡¡Tenemos razones puras, tenemos por qué luchar!!
¡¡Si quieren esclavizarnos, jamás lo podrán lograr!!