Es una lucha y un debate desde que existe el reconocimiento de los primeros. Los tales derechos terminan siendo pisoteados de manera flagrante. Ésa ha sido su historia. Una cosa es el derecho que se adquiere y otra su realización. De allí la lucha permanente.

Resulta una bufonada el derecho al trabajo en una sociedad que propicia el desempleo. En el caso venezolano, la cosa viene alcanzando una escala que resulta sin parangón en el último siglo.

En los países desarrollados, por su parte, la realización de algunos derechos es más factible, pues obedece a la creación de riqueza en alto grado. Sin embargo, también encuentran limitaciones para que sean reales.

Los países imperialistas, de alto desarrollo industrial, tienden a descargar en los países débiles las consecuencias del desarrollo y la realización de las leyes del capital. Aquellas que crean un ejército de reserva que va nutriendo la pobreza. Y para disminuirla deben exportar capitales. Luego, el proceso de acumulación de capitales se realiza con base en la búsqueda de obreros más baratos y abundantes.

La lógica del desarrollo capitalista y la pobreza

La ley del valor resume las relaciones sociales imperantes. Esto es, la forma valor expresa la relación de las clases antagónicas de la sociedad basada en la explotación obrera y determina, en primera instancia, la manera como se distribuye el producto. Es que el valor es la suma de lo que invirtió el capitalista en medios y en salario, y lo que se apropia en forma de plusvalía.

El valor, a su vez, se expresa en un valor monetario. Cuando la oferta y la demanda se anulan, el precio se corresponde con el valor. Pero es dable que haya diferencias y el precio fluctúe. Más demanda que oferta, el precio sube. A la inversa, baja. A su vez, si se eleva la composición de capitales —más tecnología y medios—, el precio baja acompañando la caída del valor. Pues se reduce el tiempo de trabajo socialmente necesario.

En el marco de la competencia, los capitalistas se ven impelidos a elevar la composición para competir en mejores condiciones, a riesgo de sucumbir frente a otros que no tardarán en expropiarlo. Al elevarse la composición, la calidad y precio de los bienes adquieren un comportamiento en consecuencia. Aumenta la calidad. Caen los precios.

Pero, sin necesidad de oráculo alguno, podemos afirmar que la cuota media de la ganancia (G’) cae. Manteniendo constante la plusvalía, mientras aumenta la inversión en medios y salarios para hacerse más competitivos, G’ tiende a caer. Es que aumenta el denominador. G’ es una relación de P/K+V. Debido a lo cual, se realizan contratendencias que complican aún más el asunto.

Reducir el salario de los obreros, aumentar el ritmo de trabajo, ampliar el mercado para conseguir más materias primas, principalmente, resumen la posibilidad de frenar la caída. Eso sucede en cada país. De allí la aventura concreta que agudiza las contradicciones dentro de cada uno y entre ellos.

También crece el desempleo. Máquinas cada vez más avanzadas requieren de cada vez menos obreros. El ejército de reserva crece. Crece la oferta de fuerza de trabajo que hace que su precio caiga: o sea, caen los salarios. En general: “… el obrero está forzado a dejarse fijar su salario, lo mismo que el capitalista está obligado a fijarlo lo más bajo posible”. Cuestión que desarrollan teórica e ideológicamente Smith y Ricardo, en favor del capital, hasta convertirla en dogma inherente a su concepción de la economía política. Solamente la lucha de los trabajadores puede lograr que esa tendencia sea revertida. De lo contrario, los derechos fundamentales se alejan más.

La realización de la ley del valor —en el marco de la competencia entre los dueños de los medios de producción— conduce a la pobreza a escala internacional, sobre todo en los países dependientes. Lo que se afianza por estar condicionados a producir materias primas, ser mercados para recibir bienes de las naciones desarrolladas, las cuales, tratando de frenar la caída de G’, buscan expandir sus fronteras comerciales y, a su vez, extraer materias primas baratas y en abundancia.

Venezuela, un caso extremo

Pero estas circunstancias se expresan de manera desigual. Por ejemplo, en Venezuela los derechos consagrados en la Constitución son pisoteados de manera mucho más cruel que en el resto de Latinoamérica y de buena parte del mundo. El derecho al trabajo es despreciado de manera clara: el desempleo se dispara con la destrucción del aparato productivo.

El derecho a la salud con hambre, y la tremenda crisis hospitalaria son una cosa ridícula. El hambre lleva de la mano a millones a la escuela, se quedan dormidos, se cansan… Las universidades en ruinas y los docentes con salarios de miseria. ¿Cuál derecho a la educación?

De allí que los DDHH y su defensa no deben reducirse a las cuestiones inherentes a la represión, la privación de la libertad de manera injusta, la tortura, el asesinato, que ciertamente se presentan como extremos viles de la dictadura.

Tal como lo refleja el informe de la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos de la ONU sobre Venezuela, que establece que los cuerpos represivos funcionan como estructuras bien coordinadas y eficaces para “reprimir la disidencia mediante la comisión de crímenes de lesa humanidad”.

Los DDHH tienden a ampliarse en la medida en que se desarrollan las fuerzas productivas. Por lo que el uso de internet ya es incluido entre ellos. Se amplían los derechos y se amplía la lucha por su defensa y realización.

Solamente con la superación positiva de este estado de cosas —que nos aproxime a ese estadio superior de edificación de una sociedad de productores libremente asociados—, la realización de los DDHH podrá ser una realidad. Con lo que se inicia un proceso histórico hasta alcanzar un estadio en que la satisfacción de las necesidades del hombre será la ley fundamental que regirá su desarrollo.

Entretanto, la lucha por la defensa de los derechos humanos debe ser permanente, combinando el combate con la educación, en dos sentidos: que en el actual estado de cosas su realización es una quimera y que será plena cuando la explotación obrera sea vista como una etapa primitiva y absurda, e impere la solidaridad como base de las relaciones entre los hombres.

Publicado en El Pitazo

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