En mi casa de infancia, las posturas de gallina, como decía nuestra madre para evitar las dobles interpretaciones, las suministraba el señor Pedro —un campesino de muy poco hablar y de una gran sabiduría—, que diariamente las traía en una enorme cesta de mimbre colgada del brazo. “Ahí viene el señor Pedro con los huevos en las manos”, decíamos nosotros para echarle broma a nuestra querida y hoy centenaria madre.

Pero hablemos del poder adquisitivo, que se expresa cuando al salario mínimo le agregamos un adjetivo: real, para diferenciarlo del nominal, y al que le vamos a hacer la sumatoria de unos cuantos huevos para determinar si permite realmente la subsistencia.

Aunque toda comparación es odiosa, pues los desarrollos de los procesos sociales y económicos se dan de muy diferentes maneras, incluso, si tomáramos por rasero el PIB, que también nos diferenciarían los principales tipos de transacción económica en el sentido de si están centrados en el comercio, en la industria o en el sector primario, tenemos que hacer este ejercicio.

Tomaremos como referencia tres países suramericanos: Colombia, Perú y Chile, para la comparación de estos ingresos. Debemos recordar que en la mayoría de los países —a diferencia del nuestro que es la base del ingreso de los empleados del patrono-Estado— el salario mínimo (SM) solo lo devenga una porción muy pequeña de los trabajadores: los que enganchan por primera vez. En esos países, la guía es el salario promedio, que se aproxima a 1,5 SM, y que exige algo de destreza o habilidad en la actividad a que se refiera.

Otro factor que atañe al ingreso salarial es la alícuota deducida por contribución del trabajador a su cobertura social. En Venezuela —en los tiempos en que existía eso llamado “seguridad social”— esa cifra se acercaba a 7 %. En Chile, pues gozan de una mejor cobertura, ronda 14 %; en Colombia y Perú está cerca de 9 %. La parte que debe cotizar el empresario es muchísimo menor… para no afectar mucho la cuota de ganancia ni aumentar los pasivos laborales.

Por supuesto que no nos olvidamos de algo esencial: los servicios básicos —agua, electricidad, comunicación, vivienda, educación— en dichos países se llevan una buena parte del ingreso, pero hay la garantía de su buena prestación. En el país no contamos con agua corriente permanente, el servicio eléctrico es sumamente deficiente, al igual que el suministro de gas y combustible.

La educación “gratuita” ha devenido en pura apariencia, con la degradación de la profesión docente y la pérdida de su carácter científico y democrático. Y además no contamos con una red pública de atención de salud confiable, gratuita ni de calidad, pese a contar con galenos y personal de enfermería y paramédicos muy bien preparados… pero malísimamente pagados.

Y en cuanto a la comparación sobre el costo de la vida, hay que apelar a la paridad del poder adquisitivo (ppa). Por ejemplo, con 1 dólar uno adquiere más bienes en Colombia que en Venezuela. Así que los 265 dólares de SM en el vecino país se acercarían, more or less, a los 320 acá. Los 250 dólares del SM peruano se aproximarían a los 300 en estos lares. Con Chile, el ppa estaría a nuestro favor en un 5 %, aproximadamente.

Los resultados de la comparación hacen risible el SM en nuestro país, si no estuvieran cargados del dramatismo de hambre y pobreza extrema que lo acompaña. Los 15,85 dólares (11-10-2022) mensuales significan una venteava parte (1/20 = 0,05) del SM colombiano y peruano grosso modo. Del SM chileno, sería apenas 0,04 (1/25).

Es así cómo los 84 huevos que se adquieren con el SM en nuestro país significan una verdadera grosería si los comparamos con las 2.040 “ñemas” chilenas, las 1.100 posturas colombianas o los 850 gallus-gallus peruanos. Más indignación causa saber que Cendas-FVM señala que la canasta alimentaria de 5 personas, en junio 2022, era de 459 dólares mensuales.

Comprobado queda que al SM venezolano le faltan muchisísimos huevos para ser digno. Que no podemos esperar sentados que la comisión “técnica” devenida del foro de diálogo social saque unas cuentas que a lo sumo llevaría no más de media hora corroborar.

Entonces, debemos recuperar los huevos —en todos el sentido que el lector convenga dar a esta frase, incluso y hasta los más vulgares— que requieren los asalariados para medio dignificar su condición de vida. ¿Tendrán los dirigentes, líderes, voceros sindicales el guáramo para concentrar la suficiente fuerza que haga torcer este oscuro devenir? A esa postura le vamos. (Agradezco la ayuda de Ember, Antonio y Eleazar en los datos)

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