Hoy, la estrategia del chavismo tiene sus aliados principalmente en eso que llaman “la oposición”, promovida como “única” por ellos mismos. Se trata de gente que ha sucumbido totalmente y vislumbra (o quiere afianzar la idea) de que no hay otra posibilidad que una “negociación”, algo que repiten como especie de mantra chamánico de salvación. Y es que la meten de contrabando en todo tipo de discursos. Incluso, en los que ni siquiera corresponde por decencia.

Recientemente, un militante de estos partidos, encapillado como dirigente sindical, decía la siguiente barbaridad: “En Venezuela debe haber diálogo para poder enrumbar el país en la recuperación económica. Hablar de un monto para el salario mínimo hoy no tiene sentido, porque ni siquiera existe seguridad social”. El cúmulo de palabras hueras, sin sentido ni dirección, con la irresponsable sentencia de que ni siquiera la lucha por el salario vale; en un tono y sentido de derrota absoluta, da cuenta del discurso que, esa cosa llamada “la oposición”, busca consolidar como hegemónico.

Ni siquiera tratan de acompañar la demanda generalizada de exigir el cumplimiento de la Constitución, que establece en su artículo 91 que “el Estado garantizará a los trabajadores y trabajadoras del sector público y privado un salario mínimo vital que será ajustado cada año, tomando como una de las referencias el costo de la canasta básica”. Ya ni eso.

Y faltaba más, algunos periodistas y medios haciendo labor de legitimación, algunos por flojera, falta de editores con criterio o simplemente por política editorial, buscando todas las fuentes posibles que repitan el mantra apologeta y engañoso, con el que el chavismo se apalanca para avanzar en su perpetuidad.

Es en este escenario en el que el pasado 7 de octubre Nicolás Maduro anunció, como “chistecito”, la posibilidad de adelanto de unas elecciones presidenciales. Servido propagandísticamente, se busca legitimar la sensación en la opinión pública de que simplemente estamos ante la imposibilidad absoluta del cambio de rumbo, por lo que no queda otra alternativa que la de la rendición ante el verdugo y una claudicación llamada “negociación” o “diálogo”, en el que la súplica del “no me mates” es el epílogo de aquellos “valientes” otrora “libertadores”.

De ser así, el adelanto de las presidenciales y de cualquier elección cuenta con ganador anticipado. No se trata de una victoria electoral, de la democracia y de la participación, sino de una vulgar claudicación de generales cuyos soldados son abandonados en pleno campo enemigo. Es la entrega del país, tan abyecta como la entrega que vía “legal” hace el chavismo al imperialismo ruso y chino.

Sin embargo, la gente sigue luchando en cada centímetro del país. Pero la urgencia de una verdadera unidad sigue imperando entre quienes luchan sin pedir permiso, entre quienes le quedan algunos glóbulos rojos de venezolanidad libertaria, siguen apostando, sacrificio y riesgo mediante, a la lucha por las demandas justas y por el cambio radical de las condiciones actuales. Los viejitos y maestros aún dan el ejemplo.

Y más allá de esto es vital que, al menos en los que genuinamente se oponen al régimen político imperante, se busque no solamente que exista unidad entre quienes luchan verdaderamente por un cambio, sino y también unidad respecto a una candidatura que ubique que la construcción de una fuerza social que compita, que pelee y que derrote, no va a prosperar con base en un discurso y tono de claudicación y de negoceadera retórica. Solo así cabe la esperanza de que, incluso con adelanto electoral, podremos salir de esto. Cambiemos la narrativa dominante por una de combate. Y si el ungido es un derrotado, al menos, que no lo parezca. Te lo pedimos, Señor.

Tomado de El Pitazo

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