En Venezuela casi que a diario se producen aumentos en los precios de los bienes y servicios, muchos sobrepasan, bien largo, el 100% de su precio o tarifa anterior. A diario, y con razón, escucho a la gente quejarse porque el dinero no les alcanza para vivir bien y a muchos ni siquiera para vivir. Cada vez son más los que tienen que dedicarse a hacer diversas actividades y aun así no pueden comer bien, menos aun cubrir otros gastos propios de la vida en sociedad. Desde el obrero hasta el empleado, desde el docente hasta el médico, desde el trabajador de la administración pública hasta el del sector privado, todos se quejan de la insuficiencia de sus ingresos. Frecuentes son los reclamos de gremios y sindicatos por contrataciones colectivas vencidas, por reivindicaciones salariales o contractuales pendientes y, paradójicamente, cada vez que se aprueba un aumento salarial no son pocos los trabajadores, los venezolanos, que se quejan aduciendo el argumento de que ello traerá más inflación.
Así como no es verdad que éramos felices y no lo sabíamos, pues de haberlo sido muchos de quienes rebosaban alegría no hubiesen buscado en Chávez una alternativa, tampoco lo es que la inflación se deba a los aumentos salariales, cosas en la que “especialistas”, tanto del gobierno como de la oposición, coinciden.
Parecen olvidar estos especialistas, interesadamente, que la inflación es el resultado de la emisión de papel moneda sin respaldo en el PIB, indicador clave de la productividad de una nación. Que es la inflación la causante de la pérdida del valor adquisitivo de los salarios y que las medidas de aumento salarial solo buscan restituir, parcialmente, la capacidad de compra de los asalariados para atenuar los efectos que ello tiene en la estabilidad de las empresas que han visto caer su demanda. Olvidan también que los aumentos salariales no se corresponden con los índices de inflación, que están bien rezagados en su capacidad de compra, que los salarios han sido burlados al bonificarse su mayor proporción y que ello no tiene incidencia en los beneficios contractuales. Olvidan decir que en una economía de guerra como la venezolana, en un contexto de escasez, los precios de los bienes y servicios suelen ajustarse regularmente, en proporciones infinitamente mayores a los que se suben los salarios, conteniendo casi siempre una significativa carga de especulación o usura.
A pesar de todo esto, insisto, hay quienes apelan al cliché de la relación salario – inflación, casi que pidiéndole al gobierno que no lo suba, cuando el reclamo debe ser por aumento justo, real y digno del salario de los trabajadores, por respeto a las contrataciones colectivas y, sobre todo, por un urgente cambio político, un cambio de régimen, que abra las puertas a la reconstrucción nacional y, en medio de ello, al impulso de una vigorosa industria nacional.
Insistir en la cantaleta de que ahora todo se va a poner más caro por culpa del aumento del salario, de que la inflación se va a disparar más, es no solo una ligereza sino una burda manipulación en la que se pretende eludir reconocer que es la inflación desbocada la que provoca aumentos constantes en los precios de los bienes y servicios y es la que obliga a hacer ajustes en el precio del trabajo, bien alejados de su valor. Pero, por demás, es una posición anti histórica y retrograda que desconoce lo que significa la gesta de los mártires de Chicago, en cuyo honor se celebra el día internacional del trabajador, así como la continua lucha en la búsqueda de mejores condiciones de vida, de posibilidades de movilidad social, en cuyo caso la lucha por sueldos y salarios justos es un bandera.
Reitero, en la Venezuela actual la lucha por mejores salarios, por contrataciones colectivas, por los derechos de los pensionados y jubilados, debe estar indisolublemente ligada a la lucha por el cambio político, por la salida de este régimen dictatorial y de mafias, para que pueda reconstruirse a Venezuela y definirse una política económica que ponga freno al flagelo de la inflación y marque el inicio del progreso y bienestar para las grandes mayorías.