La maniobra de la dictadura con la convocatoria a Constituyente se le ha convertido en levadura que acelera su derrumbe. Nos recuerda a Chacumbele y al “autosuicidio” carlosandresista. Con la pretensión de barnizar sus arbitrariedades y atropellos antidemocráticos para mantenerse en el poder, Maduro y su camarilla mafiosa creen que podrán detener la rebelión de nuestro pueblo con una combinación de engañifa seudodemocrática y terrorismo de Estado, asesino y sangriento. Sin embargo, lo que en verdad han producido es una mayor indignación del pueblo venezolano y un aumento de su disposición a luchar por acabar con esta pesadilla, además de exacerbar mayores disensiones y fracturas en su menguado campo de apoyo político y social.
Con meridiana claridad y mucha contundencia, la inmensa mayoría de venezolanos ha mostrado su rechazo y repudio a este nuevo fraude, desenmascarando la abierta violación de normas esenciales y fundamentales contenidas en la Constitución —especialmente lo establecido en sus artículos 5 y 347—, sin olvidar que su exigencia principal es un cambio urgente en la conducción de la nación. El protagonismo indiscutiblemente ha sido asumido por un pueblo declarado en rebeldía, por la constante y ascendente presión de calle enaltecida por una juventud que con su arrojo, heroísmo y abnegación nos recuerda la gesta libertaria de otros tiempos históricos. Ante esto la dirigencia opositora se ha visto obligada a actuar acorde con ese ánimo irreverente e insumiso.
Pero también destacan personajes que, en su búsqueda de deslindarse de este despropósito, de esta tropelía, de esta catástrofe preconstruida, comienzan a producir importantes contradicciones, fisuras y grietas en las fuerzas oficialistas, al punto de que pudiéramos estar ante un socavamiento tal de los apoyos al gobierno de Maduro que pronto se presente su derrumbe cual castillo de naipes, o en su defecto estemos frente al endurecimiento de la saña asesina y fascista de la mafia gubernamental, como fiera herida de muerte, lo cual tampoco significaría estabilidad o gobernabilidad para los grandes pranes del régimen. Las posiciones, acciones y denuncias de la Fiscal General de la República —aunque dice motivarla la defensa del “legado de Chávez”, cuestión a dilucidarse en otro momento y ojalá sea sobre la base de un balance científico— le han creado un verdadero caos institucional que debilita sobremanera la trampa Constituyente e insta, al invocar los artículos 333 y 350 de la Constitución, a todos los ciudadanos a ejercer las acciones necesarias para impedir esta afrenta contra la carta magna. Y en tanto ciudadanos —ya seamos partícipes de la “sociedad civil”, de organizaciones político-partidistas o de algún estamento de la fuerza armada institucional— tenemos el deber de plantárnosles de frente a quienes intentan esta violación flagrante dela Constitución dela República Bolivariana de Venezuela.
La decisión de la Sala Electoral del TSJ de ayer lunes 12 de junio —declarando inadmisible el recurso interpuesto por la Fiscal— cierra, en la práctica y “con llave y candado”, cualquier camino pacífico, legal o institucional a la solución de la crisis nacional. Podrá seguir intentándose jugadas acusatorias contra magistrados írritos o contra el dictador, podrá seguir sacándose declaraciones reprobatorias de ministros corruptos y represivos, y todas esasmedidas seguirán sirviendo para desnudar más la catadura del régimen y para producirle mayores fracturas, pero es en el incremento de la presión de calle, de la protesta popular, de la rebelión democrática, donde debemos centrar nuestras esperanzas y nuestros esfuerzos para el pronto logro del cambio. En esta pelea se requiere de una sabia dirección política que sepa conjugar múltiples y diversos factores opuestos a la dictadura, que conozca y oriente sobre la combinación correcta de las distintas formas de lucha, que pueda hablarles y ser oída por las bases sociales y políticas del oficialismo, que ofrezca con claridad las directrices que guiarán la reconstrucción nacional, que se distancie de cualquier forma de venganza, resentimiento o exclusión ideológica para construir una verdadera Unidad Nacional para la salvación de la patria.
Ya el régimen ha entrado en un declive histórico y político irreversible. El gobierno de Maduro expide olores nauseabundos y a gritos pide, así como teme, al sepulturero que habrá de inhumarlo. Sin embargo, son tiempos en que debemos hacer máximos esfuerzos para que nuestra indignación por la saña y vileza de los esbirros no se transforme en irracionalidad. Cerca estamos de que se produzca un desenlace, pero no podemos desesperarnos, pues el tiempo para los cambios lo va dando la propia dinámica de la lucha, y si mantenemos la perseverancia y la constancia en el combate contra la dictadura seguramente la victoria nos sorprenderá en una alborada que abrirá los caminos para el progreso, la libertad, la democracia y para el reencuentro y reconciliación de los venezolanos de buena voluntad.
Valera, 13 de junio de 2017