Sin duda cada cual ha de tener su apreciación sobre lo que sugiere este tema, cosa que es normal y hasta sano. Entre la dirigencia política de la oposición venezolana, no obstante, más que normal y sano, pareciera ser un vicio que descansa en la ausencia de visión y compromiso histórico para superar la calamitosa realidad que padecemos, y sobre la cual es necesario estimular el debate.

De manera tal que, de seguidas, puntualizaré los errores fundamentales que hasta ahora ha marcado la actuación de la oposición.

• Caracterización del adversario: Es imposible diseñar una estrategia común y acertada para confrontar a un adversario, si no se le conoce con la certeza basada en el análisis racional de sus definiciones políticas. Si cada organización política tiene una apreciación distinta de él y sí, por demás, no hay voluntad para establecer consensos que permitan caracterizarlo de forma conjunta, definiendo categorías, y facilitando la formulación de políticas de unidad y alianza, formas de lucha, programa, entre otras cosas. Para algunos se enfrenta al comunismo, para otros al socialismo, otros más sostienen que al fascismo, o al militarismo o al neoliberalismo. Resultado; caracterizaciones distintas y contrapuestas dan lugar a desatinos en la estrategia.

• Estrategia: Sin caracterización única del régimen, al menos entre la mayoría de las fuerzas opositoras, la lucha entonces es contra un gobierno que viola los derechos democráticos, un gobierno con déficit de democracia, un régimen despótico, una dictadura, en fin. De allí que algunos creen que la estrategia es la ruta democrática, pacífica y electoral que desdeña la lucha de calle, mientras que otros ponen el acento en la lucha y movilización de calle, sin olvidar quienes proponen salidas basadas en la fuerza de otro tipo (militar e internacional, por ejemplo). Tampoco hay, en consecuencia, táctica única. Separar la estrategia de la caracterización del adversario es asunto indeseable, aunque aquí se suele hacer.

• Programa de unidad: Algunos recuerdan, al referirse a este punto, las 100 ideas que se pusieron a rodar a propósito de las elecciones parlamentarias en el 2010. Hay quienes apelan a la constitución como referencia, pero, en realidad, muchos de los partidos políticos tiene su propio programa y, también, diversas instancias de organización ciudadana han levantado propuestas al respecto. Lo cierto es que, sin programa de reconstrucción nacional, sin propuesta de unidad nacional que cohesione a la oposición, que la motive y que sea fácil de ofrecer a los ciudadanos, imposible será que estos se apropien de una propuesta alternativa frente al régimen.

• Unidad en las luchas: A pesar de que hay quienes, frustración de por medio, no lo ven. Año tras año las diversas expresiones de protesta frente al régimen han venido creciendo; marchas, paros, trancas, tomas, levantamientos, cacerolazos se registran por doquier. Estudiantes, maestros, profesores, médicos, trabajadores, pueblo en general, organizados o no. Pero, la inmensa mayoría de ellas carecen de conducción política, se reducen a aspectos reivindicativos o puntuales y, lo que es peor, carecen de coordinación o articulación entre sí, lo que limita las posibilidades de que este descontento se traduzca en fuerza determinante para producir el cambio político que se requiere en Venezuela.

• Organización del pueblo: La ausencia de coordinación y articulación en las luchas es expresión de algo elemental; la falta de organización popular, la falta de organización de los ciudadanos para impulsar iniciativas políticas y de lucha social que permitan asestarle derrotas al régimen y, en paralelo, convertir a la mayoría descontenta en fuerza irreductible y protagónica del cambio político que se espera en Venezuela. Ello ha evitado que, a la lucha que libran los partidos, se sume una fuerza determinante como la del pueblo organizado que no sólo le daría un impulso decisivo a la lucha contra el régimen, sino que se convertiría en factor de control frente a las vacilaciones y negociaciones de algunos actores políticos de la oposición.

• Asumir categorías y posiciones del régimen: Por si los desaciertos fueran pocos, buena parte de la dirigencia de la MUD ha asumido posiciones y categorías propias de los voceros del régimen para calificar y referirse a la lucha política, así como a sus actores. Así pues no solo hablan de guarimbas, sino que también condenan las protestas del 2014 endilgando la responsabilidad a los convocantes (al igual que los voceros del régimen), y se refieren a los violentos y a la violencia (olvidando la que ejerce el Estado, la responsabilidad de este y que su comparación es desproporcionada), insistiendo en calificarse de oposición democrática y, en paralelo, cerrando filas contra quien cuestione su actuación. Esto la desdibuja frente a un pueblo que no vacila (y le da prioridad) a la luchar por salir del régimen.

• Exclusión: En momentos en que son más los que quieren salir del régimen, las decisiones de la MUD se reducen a menos partidos (G4), cosa paradójica. Derrotar al régimen supone sumar la mayor cantidad de voluntades políticas, gremiales, sindicales y sociales sin distingo de ideología, para que ello sea posible. Claro, entender esto supone atender los errores mencionados hasta ahora. De allí que la práctica de la exclusión no solo se expresa en que las decisiones se reduzcan a pocos partidos, sino que la MUD no se abre a las diversas expresiones de la oposición venezolana (otros partidos, gremios, sindicatos, organizaciones de base, por ejemplo), y se asegura de privilegiar a los dirigentes de un reducido número de partidos a la hora de cualquier elección. Ello, sin ahondar en aspectos relativos a la exclusión por razones ideológicas, derivada de la ausencia de caracterización del régimen, y el levantamiento de discursos contrarios a la unidad.

• Diálogo sin Presión: En el 2014 el diálogo sirvió de válvula de escape para la rebelión popular que tomó por asalto las calles del país. En el 2016 el diálogo volvió por sus fueros, generando frustración en buena parte del pueblo descontento y oxigenando al régimen que inicia el año con el propósito de retomar el diálogo frente al que solo diferencias de carácter cosmético tiene la MUD que, al parecer, volverá a retomarlo. En ambos casos el diálogo estuvo aparejado con el cese de las protestas, de la movilización de calle, de la presión popular, incluso hasta condenándolas. Y, en lugar de favorecer la salida del régimen, por el contrario lo ha favorecido, y ha dado lugar a la pérdida de confianza en la MUD.

En definitiva, hay un conjunto de cuestiones necesarias de atender, con madurez, amplitud y disposición de construir una historia de redención y bienestar para Venezuela. Alejarse del irracionalismo y la falta de cientificidad en el debate es un asunto vital. Quizás ello pueda ayudar a descomponer el oportunismo que se expresa en la condena un día de una forma de lucha (la protesta de calle), la inconsistencia de luchar por el revocatorio y desmovilizar al pueblo que era su garante, las paradojas de declarar el abandono de la presidencia de la República y decantarse por elecciones regionales.

Los retos; superar los errores. Construir una nueva unidad, con la MUD como actor clave de ella, pero que la supere en términos de integración amplia y democrática de todas las expresiones de la oposición venezolana. Levantar un Programa de Reconstrucción Nacional que una a los venezolanos en la aspiración de cambio. Organizar al pueblo en frentes, coordinadoras, comités y que funcione en asambleas para coordinar las luchas. Ejercer la presión popular para producir los cambios que la mayoría de los venezolanos reclama de forma urgente.

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