Escritos en cuarentena # 2
Este alto obligatorio, motivado por la cuarentena, nos permite realizar algunas reflexiones con mayor tranquilidad que cuando lo hacemos en medio del trajinar cotidiano. Aprovecharlo para meterle un poquito la mano a cuestiones domésticas, siempre preteridas, quizá leer unos libros arrinconados en el armario o escondidos en una caja, arreglar un tanto las plantas o buscar reparar ese ventilador buenísimo que tiene meses sin funcionar, son también ocupaciones propias de esta paralización, “ralentización” diría mi amigo Carlucho. Por supuesto, y más importante que estas divagaciones, para muchos las dificultades de obtener alimentos o tener con qué comprarlos, se tornan una odiosa odisea, y más si se trata de conseguir algún medicamento.
La encrucijada que vive nuestro país —más allá de las características superconocidas de la crisis que sufrimos en carne propia— también requiere que la repensemos en un sentido de reconstrucción, incluso de rehacer los cimientos sobre los cuales hemos edificado esto que llamamos Venezuela. Y quizá sería bueno entrarle a esto con algo que —motivado por la urgencia de la circunstancia política— hemos decidido poner a un lado para que la promoción de la unidad se dé con mayor amplitud y extensión. Me refiero a la ideología y a los credos.
Antier veía cómo mi amigo Edwin, en Puerto Ordaz, muy inteligentemente respondía a la profusión de oraciones y plegarias a las cuales la gente normalmente acude en momentos aciagos, de confusión o de incertidumbre. Decía: “Podemos pedirle a Dios (…) pero tenemos responsabilidades y tareas concretas para hacer frente al régimen de facto que oprime al país”. Invocaba a nuestros antepasados para hacer buena nuestra condición de ciudadanos, con ética, identidad nacional y sentimiento patriótico. ¿Alguien duda de que esto es ideología? Apuesto que no, aunque es una ideología que resume varias escuelas de pensamiento en función de responder a una realidad concreta, y que me atrevería a calificar de nacional-popular.
Ésa es una visión ideológica, no filosófica, no una creencia cerrada, sino algo que puede ser compartido por un ateo, un judío, un católico y un evangélico. Y no es que la ideología necesariamente deba expresarse en forma de religión, pero sí ayuda a mostrar gráficamente su esencia. En nuestro caso —militante de un partido marxista-leninista y comunista, ¡válgame Dios!—, hemos abordado este debate tratando, en primer lugar, de esclarecer todas esas “acusaciones” de socialista, de comunista, de izquierda, que se le endilgan al régimen chavista-madurista y que muchos, a priori, ya le dicen fo’ y execran a todos los que de una u otra manera nos identificamos con esas conceptuaciones y categorías.
Cuando buscamos esclarecer no es porque querramos escurrir el bulto, evadir el debate de fondo sobre la confrontación de escuelas ideológicas. No. Es porque si no caracterizamos correctamente el adversario que tenemos delante, seguramente cometeremos muchas equivocaciones en la estrategia y tácticas para derrotarlo, y esos errores los llevemos a cuestas incluso a la hora de enfrentar los desafíos, luego de que salgamos de este régimen. Aunque las confrontaciones por intereses de clase son insoslayables y su solución solo existirá cuando no haya división de clases en la sociedad, en los actuales momentos, para enfrentar exitosamente la camarilla delincuencial que se apoderó de las riendas del país, es necesario el encuentro sincero de múltiples y variadas corrientes ideológicas y su unidad en torno de derroteros comunes que —¡Dios quiera y la Virgen!— esperemos puedan tener un aliento histórico que trascienda la salida de la camarilla mafiosa.
En los sopotocientos chats donde participo —honrado por aceptarme más que todo como fisgón—, no falta alguna persona que en las primeras horas de la mañana nos recuerde el santoral, la oración más adecuada o la invocación a Dios para que arranquemos el día cubiertos por la bendición divina. Hay otras que, en su anhelo de que esta tragedia se acabe pronto, son capaces de invocar las cosas más inverosímiles e irracionales, y que no dependen de nuestros esfuerzos sino de fuerzas del más allá… y no me refiero a algún punto geográfico. Hay algunos más que, aprovechando cualquier dislate seudosocialista —más revisionista que otra cosa— de un figurín del régimen, con lanza en ristre se afanan en una cruzada contra el comunismo, proscribiendo hasta la mención de su nombre como si se tratara del 666 de Satanás, a lo cual contribuyen en gran medida los discursos del camarada Trump contra el socialismo en genérico, pues los otrora URSS y China ahora son unos motorcitos capitalistas que compiten contra cualquier otro imperialismo en todos los terrenos.
Así, tenemos que las convicciones en esta lucha contra el régimen dictatorial de Maduro y su camarilla, provienen de diversas canteras, y de lo que se trata es de que todas las piedras vayan dirigidas contra ellos, que no choquen unas con otras y que, además, acierten a pegar donde les duele… Y magnífico sería que, también, todos esos pedruscos, de distintos tamaños y de diversas formas, formaran un hermoso mosaico para edificar una sociedad de solidaridad, igualdad y fraternidad, como pedían los comuneros parisinos, o pan, paz y trabajo como exigían los soviéticos en 1917, o pan, paz y libertad como pedían —¿se les habrá olvidado su lema?— los socialdemócratas desde hace más de medio siglo en lares venezolanos.
Ciertamente, la humanidad aún deposita confianza en sus creencias religiosas, en su fe. Sin embargo, en la medida en que se van descubriendo los resortes que mueven todas las formas materiales, en la medida en que las ciencias quitan los velos que ocultan al conocimiento, en la medida en que se vencen las sombras, como dicen los ucevistas, en esa misma medida las fuerzas que aparecen oscuras e ininteligibles comienzan a esclarecerse y, sobre todo, nosotros mismos comenzamos a conocer los enormes poderes creadores evocados hace un tiempo por Aquiles Nazoa. Buscar que la política se base en una ética, una identidad nacional y un sentimiento patriótico, sería un enorme avance y uno de los principales aprendizajes en estas dos décadas de involución.