Algunos opinan que la violencia vendría desde aquella época en que Caín mató a Abel, desencadenando una estirpe violenta. Libros considerados sagrados relatan hechos violentos. Tiene múltiples expresiones en todas las sociedades. En el año 390 A.C. el jefe galo Breno dijo esas palabras vae victis mientras ponía su espada en la balanza donde pesaban lo que debían pagar los vencidos.
En estos días tuve la oportunidad de ver muchos noticieros en la TV y leer algunos artículos sobre la violencia, en sus diferentes aristas y propuestas de expertos para superarla. Las guerras, atentados llamados terroristas, se apoderan de los medios de comunicación. Las noticias de batallas campales en los colegios de diferentes países, ataques con muchos muertos en escuelas de EEUU, feminicidios, de todo, cada cual con más morbo. Soy una caminante, observo y me detengo a reflexionar.
Debido a sus múltiples aristas por donde se cuela la violencia, se acostumbra proponer medidas para detenerla, de acuerdo al ámbito de acción de los expertos. A saber, violencia de género, violencia hacia niños, niñas y adolescentes, violencia hacia el adulto mayor, violencia en las calles por inseguridad ciudadana, violencia intrafamiliar y sigue la lista. En ocasiones, y cada vez en mayor medida, está instalada en la cotidianidad, por lo cual nos cuesta darnos cuenta e identificarla. Incluso algunos la denominan amor y preocupación por el otro u otra. También le llaman defensa de la democracia, altruismo y nos lo presentan como limosnas religiosas o prebendas políticas, clientelismo. Por todo ello pienso que es necesario llegar a una definición que unifique un poco su multiplicidad de expresiones. Ampliarlo para que englobe lo máximo posible sus manifestaciones. La violencia se puede definir como el uso de una fuerza abierta u oculta con el fin de obtener de un individuo o grupo lo que no se quiere entregar libremente.
Tenemos una realidad irrefutable, la violencia es un hecho cultural, en ningún caso es natural. Si la violencia puede explicarse, entonces, puede evitarse. También podemos añadir que su condena, programas y políticas implementadas, no la han podido abolir ni reducir. Desde la CEPAL 1999 se dice «La paz no puede consistir únicamente en la ausencia de conflictos armados, sino que entraña principalmente un proceso de progreso, de justicia y de respeto mutuo dentro y entre los pueblos. La paz fundada en la injusticia y la violación de los derechos humanos no puede ser duradera y conduce inevitablemente a la violencia”
Algunos datos para pensar extraídos del observatorio sobre la violencia de mujeres y género de la Unión Europea:
13 millones de ciudadanos experimentaron violencia física. 3,7 violencia sexual. En Dinamarca un 52% sufrieron violencia; en Finlandia un 47%, en Francia y Reino Unido comparten un 44% de violencia entre sus ciudadanos. Mientras, de 204 millones de jóvenes de Europa el 10% sufrieron violencia sexual, 23% violencia física, 29% violencia emocional. Anualmente 55 millones de niños experimentan algún tipo de violencia física, sexual, emocional o psicológica. Estos datos corresponden al año 2022.
Esta situación hizo observar que Dinamarca, que tiene el mayor índice de violencia, dedica gran cantidad de recursos para programas de no violencia e igualdad entre las personas. En Latinoamérica el país que lidera el índice de violencia es Honduras. La mayor cantidad de violencia mencionada corresponde a la violencia de género.
El tema de la violencia está estrechamente vinculado al poder
Foucault en su explicación del poder habla de una red social desde donde circula el poder. Así la vigilancia se estipula como algo necesario y dice que existen diversas técnicas desde donde esto se realiza, pero los vigilados no se percatan. Esta explicación no dice nada sobre la relación poder/violencia, solo dice que siempre ha existido, como una generación espontánea.
A propósito, Engels explica en el Antiduring que poder y violencia son el medio de /y para llegar al fin que no es otro que la ventaja económica para la producción y la acumulación de capital. En esta explicación es posible visualizar como los desposeídos de los medios de producción, van quedando cada vez más sometidos a un sistema donde se les arrebata lo que ellos producen y cada vez más se van divorciando de su propia producción. Es la producción económica que entrega las armas indispensables al recurso de la violencia, la cual “no puede hacer dinero”, sólo puede acaparar lo que existe.
Desde esta reflexión es que infiero que los expertos no desean, no quieren, no les conviene aclarar el origen de la violencia. Proponen diferentes ideas para explicar algunas ventanas desde donde se vislumbran aspectos violentos de la sociedad, pero no van al meollo del asunto. Equivaldría desenmascarar al sistema capitalista que, desde sus orígenes de la acumulación de capital, fue violento, sangriento para terminar imponiéndose como un hecho natural.
Dentro de las explicaciones que se nos entregan acerca de la violencia, ocupando un término posmoderno, se nos presentan diversas miradas. Retomando las palabras de Jean Marie Domenach: «la violencia no consigue ya justificarse. Cuando las posibilidades últimas de violencia equivalen a la destrucción de la humanidad, resulta insuficiente reclamar limitaciones y controles. Se debe proponer otra visión del problema, otra política. El idealismo resulta necesario cuando confluye con el imperativo de la supervivencia.» Con reflexiones como éstas se endosan responsabilidades individuales, a las familias, a los pobres, a los desposeídos, en la eliminación de la violencia. Expresiones como “la lucha contra la violencia nos corresponde a cada uno de nosotros”. Recayendo fundamentalmente esta responsabilidad en los hombros de las mujeres, en especial aquellas que se encuentran en riesgo social. Ya que son ellas las focalizadas en diversos programas para revertir: el consumo de drogas en adolescentes, de violencia escolar, de mantenimiento de barrios seguros.
Desde la mirada sociológica se considera que la violencia tiene origen social, económico y cultural. Quienes lo defienden tratan de demostrar la importancia de variables tales como: nivel de ingresos, la ocupación laboral, estado civil, etc.
Desde una mirada orientada desde la psiquiatría, se considera que el factor prioritario son las características psicológicas de los victimarios, quienes tendrían un desajuste emocional que los dejaría con mayor probabilidad de un actuar violento.
Ubicándose desde otro ángulo se dice que la vulnerabilidad de los niños, su estado de indefensión, su incapacidad de defenderse y mantenerse solos, los dejaría a merced de acciones violentas.
Desde el marxismo, podemos decir que la violencia es promovida por un sistema basado en el robo, del trabajo ajeno, donde se educan a las personas para que compitan entre ellos, para estimularlos a la apropiación del trabajo del otro. No se estimula el compartir, sino el competir, lo cual genera, entre otras cosas, altos índices de suicidios en países como Japón, de grandes frustraciones que terminan en asesinatos masivos en las escuelas.
Se etiquetan barrios, comunidades violentas, las cuales coinciden con zonas de extrema pobreza. Se muestra la violencia desde los medios de comunicación, videos de asaltos, asesinatos, se crea una matriz de opinión obviando la riqueza de la vida de los barrios y las redes sociales que se establecen entre sus habitantes. No me refiero a las redes sociales tecnológicas que ayudan a generar más violencia al distanciar el contacto humano cálido por una selfi.
Se acallan los hechos violentos donde se roba el erario público, se reprimen los actos culturales que no aplauden a los gobernantes de turno, se persiguen las ideas disidentes al sistema que es la máquina de generar la violencia.
La Luna es una explosión
Que funde todo el clamor
El derecho de vivir en paz
Víctor Jara