“Cada primero de mayo serán resucitados”
Eduardo Galeano
Corría el año 1886, en EEUU donde la revolución industrial irrumpía con fuerza, nutriendo a la clase capitalista con las riquezas que producían los obreros. Condenados en su nueva forma de esclavitud a trabajar hasta 16 y 17 horas diarias, donde las mujeres solo obtenían 15 centavos por 15 horas de trabajo.
En 1868 producto de varias huelgas, los obreros habían conseguido que se promulgara la llamada Ley Ingersoll, durante el gobierno de A. Johnson, estableciendo jornadas de 8 horas, para los empleados federales y trabajadores de obras públicas.
En Chicago los obreros de las industrias solicitaban ser incluidos en esa ley. Ellos cumplían jornadas de 11 horas, las cuales, además, eran ampliadas por las manipulaciones que hacían los dueños de las industrias de los relojes de control
«ocho horas para trabajar, ocho horas para dormir y ocho horas para la casa»
Era la consigna que recorría calles, fábricas e imprentas. El clímax estaba candente, los trabajadores se organizaban, para un llamado a huelga el día 1ro. de mayo, mientras el sistema respondía a través de sus medios de comunicación. Las exigencias de los obreros eran tildadas de indignantes, irrespetuosas, delirios de locos, gente antipatriotas. El 29 de abril en el New York Times era posible leer: además de las ocho horas, los trabajadores van a exigir todo lo que puedan sugerir los más locos anarquistas.
El 1ro de mayo amanece con 200.00 obreros paralizados, solo la fábrica de maquinarias agrícola McCormik, siguió laborando debido a la contratación de los llamados esquiroles, como se conoce históricamente a quienes, desconociendo el llamado de su clase trabajadora, prefieren mantenerse al lado de los patronos.
Las movilizaciones no se detenían, así los trabajadores que se mantenían en huelga, alrededor de 50.000 fueron violentamente reprimidos, para disolver las concentraciones. A la salida de la jornada laboral y salir los esquiroles se produjeron enfrentamientos que dejaron un saldo de seis obreros muertos y decenas de heridos a manos de la policía que protegían a los esquiroles.
Al terror blanco respondamos con terror rojo
Adolph Fischer, redactor de un periódico escrito en alemán el Chicago Arbeiter-Zeitung, de tendencia anarquista, ante la terrible represión de la policía, imprimió 25.000 volantes convocando a las armas y a una protesta para el día 4 de mayo a las 16:00 horas en la plaza llamada Haymarket Square. En encendidas palabras llamaba a secar las lágrimas a las viudas y madres ya que mientras ellas lloraban, los ricos celebraban con vino saludando la violencia policial. ¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís! ¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!
Mientras Samuel Fielden, quien era pastor metodista, anarquista, socialista y laborista, se disponía a dirigirse a la multitud, un desconocido lanzó una bomba, dejando un saldo de seis policías muertos y sesenta heridos. La fuerza pública respondió de inmediato, con un resultado de 38 obreros muertos y 115 heridos.
La mesa estaba servida para desatar una razzia anti obrera. Los allanamientos se realizaron en varias ciudades. Las detenciones se contaron por centenares, mientras los medios de comunicación arengaban en contra de la clase obrera, y el odio xenófobo se desataba. Indianaplis Journal, Chicago Tribune el The New York Times describían a los obreros como: truhanes, malhechores, asesinos, abusadores de nuestra hospitalidad. Asesinos, rufianes rojos comunistas fueron los epítetos empleados. Pedían la horca para los detenidos.
La puesta en escena empezó el 21 de junio de 1886, nadie dudaba de que sería un juicio amañado. El anarquista italiano Alexander Berkman dijo: el juicio de aquellos hombres fue la conspiración más infernal del capital contra los trabajadores que conoce la historia de América.
Fueron 31 los acusados, quedando finalmente reducido el número a ocho obreros. Ellos fueron conocidos como los mártires de Haymarket: Oscar Neebe condenado a 15 años de trabajos forzados; Samuel Fielden y Michael Schwab, a cadena perpetua. Mientras George Engels, Adolf Fischer, August Spies y Louis Lingg y Albert Parsons condenados a pena de muerte. Parsons nunca estuvo presente en los hechos, sin embargo, se entregó voluntariamente para estar con sus compañeros. Todos fueron ahorcados. Louis Lingg se suicidó la noche anterior al día señalado para ser ahorcado, mediante un cartucho de dinamita que hizo estallar entre sus dientes.
El día 11 de noviembre de 1887 los cuatro obreros mártires fueron ahorcados. El mundo entero recuerda como sesgaron sus vidas siendo inocentes. John P. Altgeld, más tarde electo gobernador de Illinois, declaró: los mártires de Haymarket han sido víctimas de un complot y liberó a los presos que no habían sido condenados a muerte. Años después, un nuevo juicio restauró la memoria de los condenados al demostrarse la falsedad de todo el proceso.
En el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional en el año 1889, se declaró el 1 de mayo como el Día Internacional de los Trabajadores, en memoria de los mártires de Haymarket.
Es bueno repasar los hechos históricos y buscar semejanzas con lo que ocurre en nuestros tiempos. Al empezar las movilizaciones de pensionados, jubilados y maestros por la exigencia del cumplimiento de la CBRV, se desató también una razzia en contra de dirigentes sindicales, los cuales tiene como saldo 4 militantes de Bandera Roja encarcelados: Alcides Bracho, Reynaldo Cortés, Néstor Astudillo, Alonso Meléndez y otros dos dirigentes revolucionarios y defensores también de DDHH encarcelados: Gabriel Blanco, Emilio Negrín. Las ordenes vinieron desde la cúpula del gobierno nacional. Hoy uno de sus jueces está preso por corrupto. Los sindicalistas siguen presos, en un juicio también amañado, donde hasta ahora no existe ninguna prueba que los incrimine, que demuestre su culpabilidad. Presos por exigir sus derechos.
1° de mayo, junto a cientos de miles de obreros estadounidenses, los anarquistas italianos, los mártires de Haymarket, en 1886, pararon el país para reclamar las 8 horas de trabajo.
Recordemos las palabras de, August Spies antes de morir:
La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora.
Fuentes:
GALEANO, Eduardo. fragmento del libro “De los Abrazos”
SADURNI, J.M. Historia National Geographic
MEDINA R. NOTICIA01.05.2020
Sitio Web de la CNDH