El discurso dominante es el de las clases dominantes. De eso no escapa la Universidad Central de Venezuela, donde el debate en torno a la elección rectoral se ha centrado en la cuestión de cómo conseguir recursos mediante políticas de ingresos propios y cobro de matrícula.

Pero se han levantado tantas ideas de cómo conseguir plata, que bien pueden recomendarse algunas de ellas a otras instituciones.

El comandante general de la Aviación insta a la oficialidad a adelantar emprendimientos porque no hay para salarios. Podemos recomendar al susodicho que los Sukhoi bien pueden ser alquilados, como parte de una política de ingresos propios. Debe ser una experiencia alucinante. Eso de romper la barrera del sonido no es cualquier cosa. Muchos adinerados y corruptos seguramente pagarán una fortuna por la experiencia. Hugbel Roa se lo pierde desde prisión. Con esos ingresos se puede mantener los aparatos y queda para un incentivo a la oficialidad. Igual pueden hacer los oficiales de blindados con esos gigantescos tanques. Otras instituciones quedan fuera ya que sus emprendimientos están en desarrollo, desde hace rato.

En las bombas de gasolina, los policías, guardias nacionales y personal del ejército se hacen de ingresos que representan un estímulo, seguramente superior al que nos prometen candidatos a ejercer la máxima autoridad de la UCV en las próximas elecciones.

Pero, más allá de la corrupción, son muchos los empleados públicos que andan en emprendimientos muy diversos. Vender chucherías en la oficina. Vender empanadas y otros manjares de nuestra gastronomía.

Es que una política de incrementar los ingresos propios hace creativa a la gente, hasta con ideas inconcebibles para estos tiempos.

De esta tendencia no podían quedar atrás las universidades. Claro, es más fácil privatizar, desde las maneras más sutiles hasta las más vulgares, como la propuesta de un candidato a vicerrector administrativo que plantea el cobro de matricula a los estudiantes, un sueño de larga data de adecos y copeyanos.

Luce más difícil arrancar el presupuesto a la dictadura con la lucha perseverante. Llenos de ese espíritu de pelea que siempre caracterizó a las universidades y los universitarios. Pero, desafortunadamente, se dio paso al adocenamiento generalizado.

Por eso penetra a fondo en la conciencia de muchos universitarios y los candidatos. Las ideas liberales y su sentido común son asumidos como dogmas religiosos. De allí que el debate se centra en ver cuál es más creativo para alcanzar la meta. Por mampuesto, se meten algunas cosas que resultan de menor significación ya que el discurso lo copa el asunto de los ingresos propios y no por cacofónico.

Es la perversa lógica que lleva a que, en vez de luchar por salarios, por presupuesto justo, denunciando la corrupción, se coloca la estrategia en cuestión en el tapete.

De otra parte, eso del espíritu crítico y la búsqueda de la verdad está ausente en el debate universitario. Han sido sustituidos por el espíritu empresarial y de búsqueda dinero. No sabemos siquiera si los candidatos manejan estos asuntos. Carlos Raúl Villanueva sí lo tenía presente cuando lideró, entre muchos otros, los debates acerca del proceso de renovación universitaria de 1968-1969.

Estos temas nutrieron la academia de las universidades nacionales autónomas. De allí buena parte de la obra de sus instituciones. El Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales Rodolfo Quintero, de la facultad de Economía de la UCV, fue vanguardia en el análisis de aspectos fundamentales del desarrollo económico y social de Venezuela y Latinoamérica. Entre otras instituciones, nutridas por las ideas de la renovación que impulsara Jesús María Bianco, el rector magnífico.

Pero eso de que el discurso dominante es el de las clases dominantes, enfrenta el desarrollo de las ideas subversivas que, cuando prenden en la conciencia de la gente, así sea en forma de consignas, se convierten en una fuerza material capaz de cambiar el mundo. Este principio, de tanto rigor como el primero, bien puede ser seguido en las universidades por sus dirigentes. Eso sería ser consecuentes con la expresión de “vencer las sombras” plasmado en el himno de la UCV

La lucha debe ser por rescatar el adormilado espíritu crítico que, como fantasma harapiento, todavía anda por los pasillos y aulas de la universidad. Se trata de rescatar la idea de alcanzar la verdad. De poner el desarrollo de las ciencias y de lo más positivo del saber humano al servicio del progreso y el interés popular, aunque se nos vaya la vida en el intento.

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