El camino que escogió el chavismo para impulsar una de las más grandes farsas universales, fue entregarse a China. Eso les cae de perlas. Chávez, buena parte de sus secuaces y seguidores, querían disfrazarse a toda costa de revolucionarios. De comunistas o socialistas. La cosa tenía eficacia política. La sigue teniendo.

La coincidencia histórica de los intereses del naciente régimen chavista y los del imperialismo chino, resulta una fatalidad para el pueblo de Venezuela. Chávez, en aras de lograr mejores condiciones para la impostura socialista, encuentra en los chinos un emblema de gran significación. Cuba había brindado buena parte del ropaje. China lo va a completar. Socialismo de palabra, imperialismo de hecho, como se define el revisionismo. Lo que encaja totalmente en la potencia imperialista emergente. Más adelante, los chinos, encuentran en Venezuela un gran aliado dentro de la más grande de las aventuras expansionistas: un cinturón una ruta.

China, que se afianza como la primera potencia mundial, desarrolla la política en correspondencia con su condición imperialista. Se ha convertido en un poder colonialista que explota a los pueblos del mundo donde llegan sus capitales. Sobre todo, bajo el concepto de las zonas económicas especiales (ZEE), que les permiten imponer relaciones laborales que garantizan la mayor explotación posible. Esta figura de las ZEE, nacidas en Irlanda en 1959, comienza a ser aplicada en China a finales de la década de los 70. Ahora tenemos en Venezuela 4 ZEE. Destaca, claro está, la del Arco Minero del Orinoco. No hay legislación que no sea la que contempla el decreto en cuestión. No hay nada de eso que llaman estado de derecho.

Así, el hecho más importante en nuestra historia económica, desde principios de siglo XX es, sin dudas, este tránsito de convertir a Venezuela en una semicolonia de China. Las repercusiones ya han sido bastante claras. No van a significar desarrollo y bienestar. Lo visto, así indica. Lo que no supone que debamos volver a ese pasado dependiente de Estados Unidos. Para nada debe significar eso. Por el contrario, esta dramática situación que vive Venezuela lo que evidencia es que el desarrollo y el bienestar de la gente se alcanza con soberanía nacional. Todo imperialismo busca explotar nuestras riquezas y trabajadores y no el desarrollo de nuestro país.

Inversión directa e indirecta china en Venezuela

La deuda externa venezolana durante estos más de veinte años, la contrajo el chavismo, principalmente con la banca estatal china. Así, las políticas que imponen los acreedores asiáticos, son las mismas a las que obliga el Fondo Monetario Internacional. Nada tienen que envidiarle. Lo que explica la política económica del gobierno de Maduro, garante de la honra de los compromisos adquiridos.

A su vez, las calificadoras de riesgo chinas, nada tienen que envidiarles a las propias estadounidenses. En eso recomiendan también las mismas medidas del acreedor para hacerse del retorno de sus inversiones directas e indirectas, con base en la calificación establecida. Buena parte de las inversiones directas chinas, están garantizadas con el pago en especies. Petróleo, principalmente. Aunque no se conocen con exactitud estos acuerdos, sobre todo en su desarrollo y realización, lo que publica el gobierno indica que alrededor de 540 mil barriles diarios fueron comprometidos desde 2012, cifra renegociable a los tres años, con base en el comportamiento de los precios del crudo.

Y es que, en 2007, se establece el “Convenio Fondo de Financiamiento Conjunto Chino-Venezolano”, publicado mediante Gaceta oficial Nro. 39019, de 2008. Más adelante, en 2012, en el segundo protocolo de enmienda, mediante la participación de Bandes y el Fondem y Pdvsa, por Venezuela, mientras que, por la otra parte, China National United Oil Corporation, se conforma un fondo de 12 mil millones de dólares, pagadero en tres años. A partir de allí se pierde el conocimiento de estas negociaciones y acuerdos. Para 2016, habida cuenta del incumplimiento de una parte de los compromisos, se produjo una renegociación en perjuicio de la nación. Situación similar se da con Rusia, la otra socia del bloque emergente en la lucha por la hegemonía planetaria.

Para 2014, el Banco de desarrollo de China, había financiado 230 proyectos en el país. La inversión suma más de 50 mil millones de dólares. Para 2017, el número de proyectos se elevó a 790. El destino principal de los recursos financieros fue petróleo y minería, agricultura, infraestructura y desarrollo social. También aportó para el Fondo conjunto Chino-venezolano los 12 mil millones de dólares antes indicados. Una consolidación de las inversiones directas e indirectas de China en Venezuela supera los 60 mil millones de dólares. Buena parte de la cancelación de estos compromisos se viene dando con petróleo y acero. Aunque también honran cuotas de manera convencional. Cuestiones que explican que las inversiones hayan sido destinadas, principalmente, a petróleo, minería e infraestructura.

Sumemos que Maduro y sus secuaces se sienten orgullosos de ser religiosamente cumplidores con el pago de deuda, así el pueblo se muera de hambre. Lo que les brinda confianza y compromiso a los chinos en su relación dominante con Venezuela. Así afianzan la dependencia. Orientan a la dictadura validos de la poderosa fuerza de sus capitales. La deuda y las inversiones le dan la venia. Se hacen la vista gorda de la corrupción. También de la ineficacia. Son rémoras que también les permiten consolidar su condición imperial y colonialista.

Dependencia y sojuzgamiento. División internacional del trabajo
China, buscando afianzarse como potencia hegemónica mundial, viene desarrollando el proyecto económico más ambicioso en la historia de la economía mundial. El cinturón y la ruta, conocido internacionalmente con las siglas OBOR, (en inglés one belt, one road), ha sido asumido por más de 60 países. Ya para la realización del II foro de cooperación internacional, la franja la ruta, realizado en mayo de 2019, 126 países y 29 organizaciones internacionales, habían firmado acuerdos de cooperación con China, bajo la perspectiva de este proyecto. Son diez los países de América Latina que han suscrito memorandos de entendimiento con China para tales efectos, teniendo en Venezuela uno de los más sólidos socios.

Para Venezuela la oferta se inscribe dentro de la perspectiva estratégica de China. Más allá de los nexos de dependencia mediante deudas e inversiones en petróleo y minería, la construcción de un puerto de aguas profundas en la península de Araya —que buscan convertir en un gran centro de tránsito y transporte de mercancías— representaría un eslabón importante de este proyecto hegemonicista de los chinos.

A su vez, las inversiones chinas estarían centradas en minería, petróleo e infraestructura. Con lo cual, dentro del proyecto estratégico chino, jugaría Venezuela el papel de proveedor de materias primas energéticas y minerales. La producción de oro, coltan, torio, entre otros minerales fundamentales para la industria china y la guerra por imponer el yuan como moneda de cambio y reserva, resume el protagonismo venezolano. A su vez, el otro papel sería el de siempre, ser receptáculo de inversiones directas e indirectas en las áreas de interés de los chinos. Similar al siglo bajo la férula estadounidense.

China defiende sus colonias

Ahora bien, la incidencia política de China en América Latina y en particular en Venezuela, es clara. Podemos afirmar que, junto a Rusia, representan el sostén de la dictadura. La sujeción a los intereses chinos a cambio del apoyo frente a los otros bloques imperialistas. Se convierte en una pilar fundamental del sostenimiento de una dictadura incapaz, corrupta y asesina.

La sumisión frente a los nuevos amos, conduce a la injerencia directa en nuestros asuntos. Cuando el chavismo acusa a los estadounidenses y europeos de intervencionistas, dice la verdad, pero no completa. También hay injerencia de los chinos y rusos, pero en favor del gobierno. De allí que los mismos que apoyaron a Bashar al-Ássad en sus espurias elecciones, ahora poyan a Maduro en su fraude electoral.

Convertir a Venezuela en semicolonia china no le quita la condición de área en disputa. El coloniaje y la dependencia no se han consolidado tanto como para asumirla de manera plena. Además, el régimen luce tambaleante. No goza de apoyo ciudadano. Solamente la estructura paraestatal del Psuv, carnet de la patria, cajas y bolsas clap, entre otras instituciones corruptas, le dan algo de sustento social. Muy débil la dictadura. Por eso apela también, claro está, a la más cruenta represión contra el pueblo y los opositores.

En medio de este contexto, no faltan los anticomunistas. Allí están para ayudar a los chinos y al gobierno. A momentos, algunos de ellos, los que no son serios, que rayan en el cretinismo, formulan afirmaciones que ayudan a la dictadura. Básicamente acusando al chavismo y al régimen de comunistas. Con eso, caen en el juego que les interesa a las mafias. Al chavismo le interesa mantener a los venezolanos divididos entre derecha e izquierda, cuando en realidad no hay cosa más de derecha que el chavismo. Así, aquellos los ayudan. Eso luce muy profundo para el rabioso anticomunista, a momento más irracional que el chavista de más tenor en la materia.

Esta circunstancia, la presencia china en favor de la dictadura, es una de las determinaciones más importantes de la situación política venezolana. Por eso, debe ser tema fundamental de análisis para los opositores, sobre todo para aprovechar las contradicciones con los otros bloques imperialistas. Claro, dentro de una perspectiva autónoma y soberana. Que no suponga entreguismo pues.

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