Venezuela tiene el derecho incuestionable sobre el territorio Esequibo. Argumentos históricos y mapas, sobran. Pero un territorio que fue abandonado y negociado por el chavismo años antes, y que ya ha sido progresivamente ocupado poblacionalmente por los guyaneses, es objetivamente muy difícil de reclamar. Debemos partir de la realidad y no de los antojos bravucones del oficialismo o del patrioterismo chauvinista de algunos.
Los desatinos que por acción u omisión han afectado el reclamo territorial de Venezuela a lo largo de la historia, tuvieron como colofón la posición entreguista del régimen actual, a través de las figuras que han ejercido la representación del país en los órganos ejecutivos y diplomáticos en las últimas dos décadas. El propio Nicolás Maduro se cuenta entre ellos, cuando fue Canciller de Chávez.
Pero es que en 2004 el propio Hugo Chávez declaraba: “Yo me he comprometido con el presidente Jagdeo y con Guyana. Primero, que el Gobierno venezolano no va a oponerse a ningún proyecto en esta región que vaya en beneficio de sus habitantes”. Esta fue la entrega declarada más clara que ha habido en todos los períodos de gobierno previos. Estos son los antecedentes que debemos considerar.
La ausencia de una correcta y efectiva política de fronteras, la falta de un programa que contemplase un poblamiento ordenado, progresivo y productivo de los venezolanos dentro de ese territorio, con presencia y atención del Estado, ha sido un error continuado que no podrá ser corregido por la nueva maniobra engañosa de referéndum consultivo convocado por el régimen para este 3 de diciembre. Porque es eso, un engaño.
Los conceptos que lo fundamentan son mandatos constitucionales para quienes ejerzan la representación del Estado venezolano y su política exterior. No la cumplieron. Y es que lo que claramente está contenido en la Constitución no necesita consulta para su cumplimiento. Requiere, sí, disposición para adelantar las políticas en correspondencia, que deberá asumir como obligante un futuro Gobierno. Sin embargo, la trampa ya está servida.
La celada del referéndum y las carambolas políticas
Este régimen es una dictadura que, bajo la farsa retórica del “socialismo” y la “justicia social”, ha desarrollado una política económica lesiva a los intereses nacionales, privilegiando el dominio de los capitales monopolistas internacionales en detrimento de la industria y la producción nativas, lo que ha afectado sustancialmente a la clase trabajadora. La destrucción de la estructura productiva en todas las áreas de la economía son el resultado directo de su política económica y exterior, signada una conducta antinacional y entreguista. Sobran pruebas y ejemplos.
Las consecuencias humanas son la profunda y extendida miseria de los venezolanos y la emigración forzada de millones de compatriotas que han salido en busca de condiciones elementales de subsistencia que no pudieron encontrar en su propia tierra. Peor y con menos posibilidades han estado los venezolanos en territorios fronterizos y especialmente en el Esequibo, abandonados por años del amparo del Estado.
Pero al mismo tiempo, el chavismo ha destruido al país, ha labrado también su sepultura. La crisis creada permite vaticinarles una derrota abrumadora en las presidenciales. El descontento popular ha sido contenido con represión y con la destrucción y compra abierta de buena parte de la dirección política opositora. Pero es fácil prever que en un acto electoral medianamente transparente, se harían valer millones de votos contra cualquier candidato chavista. Y si es Maduro, más aún.
Así, el referéndum se convierte en una maniobra estratégica multipropósito de la cual pueden sacar provecho. Por un lado, para intentar estar en mejores condiciones para las elecciones. Y si las cosas les salen mal, pudiesen recurrir a la declaración del “estado de conmoción” contemplado en la Constitución y constituido prácticamente en mandato por las cinco preguntas que someten a consideración de la población.
¿Y es que acaso no sería posible que el chavismo incursione en una guerra abierta en la que eventualmente pudiera «recuperar» el territorio? Esta maniobra puede llegar a cualquier posible escenario, del cual Maduro pudiera echar mano como una «victoria» nacional que pudiera potenciar sustancialmente sus respaldos. Además de cambiar las correlaciones internas vistos los enredos de la dirección opositora, dispersa entre los intereses de los diversos imperialismos que representan y sus ambivalencias propias de la incapacidad. El desespero puede llevar al régimen a cometer cualquier aventura con tal de preservar el poder.
Pero también, y de acuerdo al propio conjunto de interrogantes consultadas, pueden iniciar una negociación, algo que pudieran presentar como “logro”, luego de más de dos décadas de abandono y entrega de la soberanía. Pueden, incluso, querer presentarse como artífices de una “política de rescate de la soberanía sobre el Esequibo”, cuando la evidencia de entreguismo abunda. Sería tan solo un nuevo engaño.
¿Qué persiguen por ahora?
El régimen busca, en última instancia, revestir de legitimidad las acciones que conduzcan a cualquier escenario, en el que se incluya una negociación que termine entregando a las trasnacionales la riqueza de nuestro territorio reclamado. A fin de cuentas, ganarían (el régimen y no el país) la indulgencia circunstancial de los imperialistas, si son ellos y no Guyana quien establece el nuevo negocio. No defienden la soberanía sino que tratan de ser ellos quienes concreten la entrega y cobren la coima. Es para eso principalmente, entre otros objetivos de carambola, que quieren usar el voto de los venezolanos.
Pero su engañifa prende circunstancialmente en algunos sectores patrioteros. El espíritu nacionalista se reaviva, tras largos años de destrucción y emigración. Pero no es resultado de la maniobra, sino que se ajusta a la decisión guyanesa de negociar convenios ilegales con base en el ilegal Laudo De Paris. Les sirve a ambos gobiernos. Los chavistas han aprendido mucho del engaño maquiavélico. Aunque solo para la tragedia.
Los socios de Guyana
Guyana supo atraer simpatías y negocios jugando con las reservas probadas en petróleo y gas de nuestro territorio. Pobló y ocupó de facto zonas extensas y desarrolló una política de frontera que le permitió el amparo de la realidad para cogerse mar y tierras que había dejado el chavismo en manos de la rapiña. Hoy, Venezuela queda con pocos amigos pues Guyana pareciera más entreguista. Potencias imperialistas como EEUU, India e Inglaterra, apoyan a Guyana. Otras potencias andan a la expectativa y hasta los chinos han cuadrado su tajada con el invasor.
Caricom en pleno, incluyendo Cuba, les brinda el respaldo porque con este negocio, Guyana pudieran ayudar a atender el suministro de crudo en forma abundante. China, de hecho, les tendió la mano “amiga”. Guyana incluso ya forma parte de la nueva ruta de la seda, mientras que a Venezuela la mantienen como un aliado más, sin siquiera permitirle participación en el Banco Brics, pese a su insistente ruego. Por su posición geográfica y contando con el Esequibo, Guyana resulta hoy más atractiva para China dentro de su proyecto.
La posición revolucionaria
La defensa irrestricta de todo el territorio que ocupa la nación venezolana y del territorio sobre el cual existe un incuestionable derecho histórico, desde su surgimiento como república independiente, es innegociable. El principio de autodeterminación del pueblo venezolano sobre el territorio donde históricamente ha labrado su gentilicio y su nación, es elemental.
Además, las acciones de Guyana y los respaldos que ha obtenido, obedecen a la lucha interimperialista por el control de los recursos naturales y de materias primas en medio de un nuevo reparto del mundo. Los amagues guerreristas son el encubierto de una velada guerra de rapiña en la que se monta un circo que busca conducir al pueblo trabajador de ambas naciones a encarnar un sentimiento guerrerista fratricida, en el que solo saldrá beneficiada la oligarquía financiera de los países imperialistas que azuzan la guerra tras bastidores, igual que sus títeres locales, que a veces se “salen del carril”.
Es cierto que es una clara agresión de fuerza extranjera, lesiva a nuestro interés como nación, el establecimiento de concesiones de explotación de recursos en suelo del Esequibo y su plataforma marítima, a capitales monopolísticos que tampoco tienen al propio pueblo que vive en dicho territorio, como su prioridad. Pero este negocio se lo quiere apropiar la dictadura de Maduro para repetirlo, esta vez bajo su potestad. Este es un gran dilema para los revolucionarios, pero no puede cobijarse bajo el chauvinismo y el patrioterismo para fijar una posición de clase y al mismo tiempo, de sentido nacional.
El referéndum, que es de hecho un nuevo ardid de la dictadura, en un desesperado intento por recobrar una legitimidad irreversiblemente perdida, es un nuevo engaño que coloca irresponsablemente un reclamo territorial histórico como asunto de debate proselitista. Quienes hoy gobiernan y quiénes pretenden sustituirlos, están obligados a cumplir lo ordenado en la Constitución. La defensa del territorio nacional no requiere consulta.
Además, la campaña desarrollada en “defensa del Esequibo”, además de repulsiva por ostentosa y patriotera, ha contado con la erogación de cuantiosos recursos de propaganda oficial, para hacer lucir a los propietarios del partido oficialista, subidos a camionetotas impagables, como “insignes patriotas” frente a un pueblo en su gran mayoría ha sido empujado a la miseria por la propia administración del PSUV, caracterizada por la corrupción, el saqueo y la destrucción nacional.
Cualquier política que adelante el régimen merece un contundente rechazo, y más aún el clima de amedrentamiento y persecución que han creado, como continuidad de su sistemática práctica represiva, esta vez para obligar al pueblo venezolano a sufragar en la consulta. En todo caso, cualquier resultado de este referéndum será inútil al serio interés de la defensa efectiva de los intereses nacionales.
Los amagos belicistas que pudieran suponerse, animados por la maniobra y una vez realizada ésta, deben ser alertados y denunciados. Los venezolanos necesitan la paz y el bienestar de todos y en todo el territorio. Ningún aventurero nos debe sacar de este propósito.
Pero se debe decir sin ambages que lo más revolucionario es no participar en ese tinglado. Hacer lo necesario para salir de la dictadura con los instrumentos con los que es posible luchar por lo pronto. Las elecciones de 2024 son un escenario posible e inmediato, pero no el único. Por lo pronto, hay que dejarlos solos en su teatro. Hay que dejar solo al dictador y decirle que se vaya en 2024. Tienen un camino pacífico para tomar: el voto en las presidenciales. Hay que dejarlos solos en su maniobra de falso patriotismo; que no se le brinde legitimidad popular a un nuevo engaño contra el país, el pueblo llano y los trabajadores, que busca legitimar un nuevo negocio.