Aquello del «Estado mínimo» no tiene parangón en el mundo. Venezuela cuenta con la primacía. Han de andar de plácemes los liberales criollos. Solamente funcionan aquellas dependencias públicas donde se paga. Legalmente o por debajo de cuerdas. Aunque las hay en las que se debe cancelar una cantidad mayor a la estipulada, para que el trámite sea más rápido. Al menos ése es el argumento. De lo contrario, se ralentiza el procedimiento. Funcionan los tribunales. La gente paga por cualquier cosa para que se imparta “justicia”. Los presidios, una mina de oro. Los reos y sus familiares pagan por todo. De resto, la administración pública funciona muy poco. Es que la gente no tiene ni para el pasaje y debe realizar estrategias de supervivencia.

Del millón y medio de empleados públicos —haciendo a un lado los 4 millones de militares— buena parte subsiste con base en esas estrategias. De allí que los servicios públicos, en buena medida, estén privatizados, buena parte de ellos individualizada, bajo formas peculiares de emprendimiento.

Así como se entronizan ideas privatizadoras en las universidades para atender el asunto de sus ingresos, la conseja abarca a la Fuerza Armada. Los oficiales, bajo exhorto de los superiores, deberán meterse a emprendedores para poder obtener un ingreso para mantener a su familia. No hay para salarios.

La Wagner rusa bien puede ser imitada. Sólo que por acá no hay posibilidades de convertirla en un producto de exportación. Eso lo pueden hacer las naciones imperialistas. Los estadounidenses también cuentan con sus grupos mercenarios. Las empresas más importantes son las suyas. La más importante en experiencia y personal no es la rusa. Es la estadounidense Academi (Blackwater). Aquel dicho de que en el capitalismo todo es mercancía se cumple hasta en la guerra, que se ha convertido en toda una empresa privada. Seguramente sacan el margen de beneficios y demás, por muertes causadas.

El ejército venezolano también ha sufrido la crisis producida por el chavismo, y por ello entra en la tendencia privatizadora. Aunque sus emprendimientos deberán ser bastante pedestres, cuando no logran que los coloquen donde hay. Eso no significa que no haya emprendimientos de alto vuelo. El contrabando de oro, entre otros minerales, luce bastante expandido. Fuerza Armada, narcos colombianos y empresarios “serios” se coaligan para exportar estos minerales.

No hay mayor diferencia entre las palabras del general de la aviación que insta a los oficiales a buscar emprendimientos y la concepción de la autonomía financiera de las universidades. En ambos casos, se trata de reducir el papel del Estado como garante de las condiciones de reproducción social. Una de sus tareas es precisamente la creación de fuerza de trabajo calificada para el proceso de producción. En el caso de la educación superior. En el de la fuerza armada, de personal para la seguridad del país, del orden público, y demás funciones: el espionaje, la represión contra el pueblo y la seguridad nacional. Viendo la cosa positivamente, ubiquemos el resguardo de las fronteras, aunque se ha transformado más bien en la canalización del contrabando. Pero para sueldos no hay.

Las universidades con la tal autonomía financiera y la oficialidad del ejército con el emprendimiento atenderían la emergencia. En el caso militar, viene como una orientación oficial. Del alto mando. En el caso de las universidades, es una idea que viene de adentro. Pero ambas preñadas de ese sentido común, que es liberal, por supuesto.

Los recursos

La estructura del Estado y las condiciones de reproducción de las relaciones imperantes deben ser financiadas por los ingresos del Ejecutivo. Los impuestos y la presión tributaria configuran los ingresos. Se suma el oro que debe ser depositado en el Banco Central de Venezuela, junto con otros recursos como diamantes. La ley lo manda: “Todo el oro que se obtenga como consecuencia de cualquier actividad minera en territorio nacional, será de obligatoria venta y entrega a la República Bolivariana de Venezuela”. Alguna rasguñada queda en la institución, lo que resta de lo que contrabandean. Se suman ingresos extraordinarios por movimientos financieros. También por deuda pública ante eventualidades que en realidad se han convertido en muy comunes.

Por lo que hemos de repetir, una vez más, que sí hay recursos. No hay que inventar datos. No hay que descubrir riquezas más allá de la que dispone el Ejecutivo. Con todo y que ciertamente tienden a crecer los ingresos. Aunque los usan básicamente para el pago de deuda pública que día a día crece. Una parte deuda externa. Otra, deuda interna, sobre todo por la colocación de bonos a corto plazo a tasas altas para sostener el sistema bancario y aspirar liquidez. No se percatan —quienes parten de ese sentido común— de que los recursos se encuentran en las riquezas que maneja el Estado. El quid es la puja para que la riqueza nacional se distribuya en favor de las condiciones de reproducción de la gente.

Entendemos que resulta más sencillo abordar el problema como lo hace el general de la aviación. Que los oficiales se aboquen al rebusque. Se legitima aún más la corrupción. Se legitima el deterioro institucional. La descomposición moral alcanza ribetes sin precedentes. Igual sucede con esa conciencia universitaria que busca convertir a la universidad en fuente de negocios para que pueda subsistir. Se anula la idea de que el asunto está en la manera como se distribuye el presupuesto de gastos.

Hay circunstancias en el desarrollo del capitalismo en que estos servicios se convierten, principalmente educación y salud, en fuentes de plusvalía. Ésa es una de las cuestiones del liberalismo. Privatizarlos, pues. Estados Unidos —vanguardia en esos procesos— privatiza la educación y salud. Lo que explica que hasta la cuestión militar tienda a ser privatizada. Más difícil les ha sido hacerlo en Europa, aunque también tienen sus empresas para la guerra.

Quienes buscan asumir el reto de ser autoridad universitaria deberían pasearse un tanto en el análisis de estas circunstancias. Su comprensión los obliga a ubicar el papel del Estado. La asunción de los derechos constitucionales, como el de la gratuidad de la enseñanza. Además del análisis teórico del asunto, deberán estudiar un tantico de historia. Se debería respetar la memoria de cientos de estudiantes muertos en la lucha por la preservación de la gratuidad de la enseñanza.

Hay una diferencia entre el carácter público de una institución y su carácter gratuito. De allí que cabe eso de la autonomía financiera y el carácter público de la institución. No es un simple juego de palabras. Hoy nos encontramos con la sinuosidad de reivindicar el concepto de educación pública, pero no la gratuidad. Esto es, se deja a un lado que también debe ser gratuita. Son muchos los países en los que la educación es pública pero no gratuita. Por lo que hoy día luchan por ambas cosas. Resulta emblemático el caso chileno.

Se trata de un proyecto que, de tener éxito, seguro que trascenderá en la historia como una página más de la larga noche neoliberal. La salida de la dictadura es una meta que está por ser alcanzada. Sin embargo, de triunfar este proyecto universitario, un gobierno liberal que sustituya a Maduro puede contar con un adelanto de importancia en la materia. Aunque, por lo que se evidencia hasta en la fuerza armada, estas ideas bien pueden servir de base para adelantar un proceso privatizador de las universidades por la dictadura chavista. ¡Que las universidades se rebusquen!

Quienes se pasean por estas ideas, al menos podrían detenerse un instante en la historia reciente. Desde la llegada de las políticas liberales a Venezuela, la cosa se puso peor. Carlos Andrés Pérez, el del segundo mandato, es recibido con el caracazo. A partir de allí se inicia el desmantelamiento del aparato productivo. Alcanza su máxima expresión en los veintitrés años y pico de chavismo.

Pero no. Se entronizan ideas que terminan siendo falaces de cara a la realidad y a las aspiraciones de los universitarios venezolanos. Los profesores, por mayores ingresos que faciliten su labor, deberán rebuscarse. Es que ya lo hacen. Los empleados y obreros igual. Pero a muchos estudiantes no les queda opción que dejar de estudiar. Han desertado al punto de que queda solo 20 % de los cursantes que teníamos en 2013.

La autonomía universitaria debe entenderse en su sentido filosófico e histórico. Surge como un requerimiento del desarrollo de las fuerzas productivas, frenado de manera extrema por la religión cristiana en Europa, en su etapa oscurantista. Mientras los árabes y los asiáticos no encontraban tantas trabas religiosas para el desarrollo de las ciencias, la patrística se convierte en un grillete que amarra sus pasos en el continente europeo. El oscurantismo anula el pensamiento. Hasta que se entroniza la idea escolástica de la relación entre la razón y la fe, claro, prevaleciendo esta última. Más no se podía pedir. Pero, a partir de allí, se crea la autonomía. Se convierte en una institución que se va nutriendo, hasta derivar en sinónimo de libertad de pensamiento, búsqueda de la verdad y sentido crítico.

Los candidatos a la rectoría universitaria, si no contemplan el legado histórico de las luchas en defensa de la gratuidad, comienzan mal. Asomar siquiera ideas que apuntan a la privatización no siembra la confianza debida. Además de no demostrar el talento requerido para enfrentar la circunstancia universitaria. De enfrentamiento a la tiranía chavista. Los retos espirituales y la urgencia del rescate de la majestad rectoral.

Resulta lamentable, para colmo, que esas ideas encuentren eco en algunos sectores universitarios. El hecho de que se esgriman esos conceptos no supone que pierdan simpatías. Por el contrario, bien pueden conquistar votos. Es que aquello de que las ideas dominantes de las clases dominantes se entronizan en los subyugados es un principio. Tanto es así que a quienes esgrimen esas ideas se les olvida que sacaron su título, posgrados, becas en el exterior, seminarios fuera del país, entre otras metas, gracias a la gratuidad.

Este asunto de la gratuidad cuenta con varias perspectivas. La primera de ellas es que se trata de un derecho que en Venezuela es de larga data. Desde tiempos de Guzmán Blanco es asumido. Entre los primeros países a escala planetaria se convierte en un derecho en Venezuela. Su vigencia ha debido ser peleada. Son muchos los intentos para socavar sus cimientos. Han motivado muchas luchas para preservar su respeto.

Las elecciones rectorales y demás cargos del cogobierno universitario deben servir para recrear su naturaleza. Pero, sobre todo, para elevar la conciencia crítica y práctica para la lucha por justo presupuesto. Son asuntos constitucionales a los cuales no debemos renunciar sino exigir su realización.

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