La igualdad. Con esta palabra suelen engañar tirios y troyanos a la gente en procesos electorales, promesas de cambio y expectativas de futuro a una población esperanzada. Pero el más grande engaño latinoamericano y de nuestra historia reciente, lo constituyó el chavismo y de manera más personalizada, Hugo Chávez. Ver las ruinas de nuestra patria hoy, basta para saberlo. Pero a ese engaño lo persigue otro engaño: el de los que lo “acusan” de socialismo e igualitarismo.
Este asunto de la igualdad ha sido un debate permanente en la sociedad contemporánea y particularmente entre los marxistas, pero si vemos en detalle las afirmaciones de sus principales exponentes, nada más alejado del socialismo o el comunismo que la igualación y el igualitarismo que el chavismo promueve y del que otros, también estafadores, lo acusan convenientemente.
El igualitarismo, estimulado desde el resentimiento social, ha sido uno de los instrumentos narrativos del chavismo desde su advenimiento. Toda su propaganda y estética arrastró a la sociedad hacia ese sueño ilusorio, propio de un revisionismo izquierdista, del igualitarismo. En este proyecto no faltaron liberales que “denuncian” como “comunista” ese mensaje de igualación.
Pero veamos qué dice Lenin sobre esto. “La primera fase del comunismo (el socialismo) no puede proporcionar todavía justicia ni igualdad (…), no será posible ya la explotación del hombre por el hombre, puesto que no será posible apoderarse, a título de propiedad privada, de los medios de producción, de las fábricas, las máquinas, la tierra, etc.”. Y luego agrega: “Marx muestra el curso de desarrollo de la sociedad comunista, que en sus comienzos se verá obligada a destruir solamente aquella ‘injusticia’ que consiste en que los medios de producción sean usurpados por individuos aislados, (aunque) no estará en condiciones de destruir de golpe también la otra injusticia, consistente en la distribución de los artículos de consumo ‘según el trabajo’ (y no según las necesidades)”.
Es decir, el socialismo, siguiendo lo planteado por Lenin en El Estado y la Revolución, aun cuando no es el reino de la abundancia, sino su tránsito hacia él, rige un principio que, aunque se origina en la sociedad burguesa capitalista, es elemental y cito: “El que no trabaja, no come, (…) ‘a igual cantidad de trabajo, igual cantidad de productos’, (…). Sin embargo, esto no es todavía el comunismo, ni suprime todavía el ‘derecho burgués’, que da una cantidad igual de productos a hombres que no son iguales y por una cantidad desigual (desigual de hecho) de trabajo”. No existe aquella “igualdad”.
Pero no es la procura de la igualdad individual lo que persigue la sociedad socialista, mucho menos la comunista, sino la igualdad social para individuos diferentes. Diferentes en sexo, edad, condición, capacidad, tamaño y apariencia; diferentes y particulares que solo pueden ser plenos no mediante la igualación de sus capacidades y derechos (falsa igualdad ante la ley), sino en la igualación de las condiciones materiales y espirituales que permitan el desarrollo pleno de sus particularidades y diferencias, para el bien de toda la sociedad.
Entonces, la primera gran tarea de cualquier sociedad socialista es la procura de la abundancia y, por ende, el desarrollo de todas las potencialidades y capacidades productivas de la sociedad. Nada dista más de lo que vemos actualmente. Una Venezuela rica y abundante en materia prima, hoy es la fuente de riqueza de otros. Esto lo afianzó el chavismo con la gran estafa de la igualación.
Suficiente compararnos con lo expuesto por Engels en su libro Del socialismo utópico al socialismo científico: “La fuerza expansiva de los medios de producción rompe las ligaduras con que los sujeta el modo capitalista de producción. Esta liberación (de la propiedad privada) de los medios de producción es lo único que puede permitir el desarrollo ininterrumpido y cada vez más rápido de las fuerzas productivas, y con ello, el crecimiento prácticamente ilimitado de la producción. Mas no es esto solo. La apropiación social de los medios de producción no solo arrolla los obstáculos artificiales que hoy se le oponen a la producción, sino que acaba también con el derroche y la asolación de fuerzas productivas y de productos, que es una de las consecuencias inevitables de la producción actual y que alcanza su punto de apogeo en las crisis. Además, al acabar con el necio derroche de lujo de las clases dominantes y de sus representantes políticos, pone en circulación para la colectividad toda una masa de medios de producción y de productos. Por vez primera, se da ahora (en el socialismo), y se da de un modo efectivo, la posibilidad de asegurar a todos los miembros de la sociedad, por medio de un sistema de producción social, una existencia que, además de satisfacer plenamente y cada día con mayor holgura sus necesidades materiales, les garantiza el libre y completo desarrollo y ejercicio de sus capacidades físicas y espirituales”. Solo resta agregar que, visto esto, chavismo no es socialismo.