En los últimos días, el tipo de cambio se ha incrementado hasta sobrepasar los 5 bolívares por dólar. Natural que sea así. Es que drenar dólares por parte del Banco Central de Venezuela (BCV) a través del sistema bancario —así como los que ingresan por contrabando— resulta insuficiente como para que la fuerza de la oferta de divisas coloque su precio por debajo de su valor.

El dólar es una mercancía. Es el equivalente universal por antonomasia. Se trata de la divisa que sigue hegemonizando a escala mundial como medio de cambio, reserva de valor, unidad de cuenta y para la capitalización. Su precio en la economía venezolana, como el de toda mercancía, está sujeto al índice de precios y a la confrontación de la fuerza de la oferta y de la demanda en su entorno. También a su poder adquisitivo, que viene cayendo debido a la emisión de papel moneda en forma excesiva por parte de la Reserva Federal estadounidense, creando inflación y pérdida de su poder adquisitivo en todas partes del mundo.

Mientras la inflación durante los últimos nueve meses se colocó en poco más de 60 %, el precio de la divisa se ubicó en menos de 30 %. En septiembre de 2021 la inflación, expresada en porcentajes, fue de 7,1; en octubre 6,8; en noviembre 8,4 y en diciembre 7,6. La acumulada en 2022 hasta marzo fue de 17,8, y en abril 4,4. En mayo debe colocarse al menos en torno de 10. En total, desde septiembre de 2021 a la fecha, la inflación se ubica en alrededor de 62 %. Mientras, el precio del dólar en ese mismo lapso se incrementó 25 %.

La primera cuestión que salta a la vista es que mantener bajo el tipo de cambio con base en el drenaje de dólares a la banca no es posible en el mediano plazo. Y esto se debe a que provienen de las reservas internacionales del Banco Central de Venezuela, que para nada está boyante en divisas. Un tanto arroja al circulante de dólares el contrabando. La exportación de rubros muy subalternos como licores y cacao, entre otros, en algo contribuye. Pero, en conjunto, no son suficientes.

Además, los ingresos de dólares provenientes del petróleo aún no aportan tanto como antes. Ha disminuido el precio del oro y de otras materias primas en el mercado internacional. Eso afecta las perspectivas de las reservas internacionales. Por lo que no resultan suficientes, en el mediano plazo, como para mantener el tipo de cambio por debajo de la inflación. Se requeriría mucho más para mantener ese comportamiento del precio de la divisa por mucho tiempo.

El tipo de cambio y la economía

Bien se pudiera mantener el tipo de cambio con base en la solidez del signo monetario del país. Para eso habría que cambiar toda la política económica. En vez de una política liberal, como la que adelanta la dictadura, se tendría que proteger el aparato productivo y promover la producción nativa, mediante orientaciones que permitan afianzar el proceso de concentración de capitales en nuestra geografía. Se canalizaría el ahorro social hacia la inversión productiva a través del otorgamiento de créditos baratos. Sin inflación, el crecimiento económico se aceleraría aún más.

El tipo de cambio —más bien la relación del valor de cambio del dinero de un país con respecto al propio de otro país— está sujeto, como en toda mercancía, a la productividad de su producción y de toda la economía de la cual es equivalente general respecto de la competitividad del dinero en específico y de toda la economía. Eso lo hace dinero mundial. Su expresión en papel moneda —de emitirse en cantidad correspondiente con la riqueza que representa— lo consolida como expresión monetaria internacional.

Es lo que explica en el mundo moderno la pérdida creciente de espacios por parte del dólar. Mientras, el yuan conquista cada vez más buena parte de lo dejado por los estadounidenses.

Las naciones que cuentan con sólidos aparatos productivos manipulan en cierta medida el tipo de cambio en función de abaratar sus productos de exportación, para hacerlos más competitivos en los mercados que penetran, mientras ponen barreras arancelarias y de todo tipo para salvaguardar el mercado para la producción nacional.

Pero el chavismo abarata la importación con dólares colocados a un precio por debajo de la inflación reinante. Sigue frenando la concentración de capitales y le brinda el mercado al producto importado. No crea demanda que no sea la mínima para seguir manteniendo elevada la tasa de explotación obrera y con trabajadores extremadamente baratos en la administración pública.

Mientras la producción nativa ve incrementar sus precios producto de la inflación, el producto importado se coloca en el mercado con precios más competitivos. En el caso del café, el traído de Italia es la mitad del precio del café venezolano. Lo que lleva, en general, al quiebre de la producción venezolana y le brinda perspectivas al importado.

La economía venezolana cuenta con muchas riquezas que bien pueden servir de base para el desarrollo. La alternativa frente a una historia de entreguismo a los intereses foráneos y sus socios nativos, que nos ha amarrado a la monoproducción, debe sustentarse en la tesis de que el objetivo principal debe ser la revolución industrial, lo que pasa por la diversificación del aparato productivo. Luego, es fundamental la implantación de una política económica al servicio del interés nacional y popular. Que proteja el mercado y la producción nacional. Derrocar la dictadura debe suponer la implantación de esta política.

Tomado de El Pitazo

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