Montar un simulacro electoral ha sido el camino asumido por el régimen una vez que vio que no era posible lograr un CNE de consenso donde ellos tuvieran mayoría decisiva. Un CNE equilibrado no les servía para la trampa.

Recurren entonces a usurpar una vez más la competencia de la Asamblea Nacional, usando la figura de la omisión legislativa y al TSJ, para la designación de un CNE oficialista, por la holgada mayoría que se asignan y por los compromisos establecidos con sus integrantes.

Acto seguido proceden vía TSJ a intervenir a los partidos con mayor fuerza parlamentaria. Acción Democrática y Primero Justicia son despojados de símbolos y bienes. Destituida su dirección y entregados a comprometidos con la dictadura. Un Nuevo Tiempo en proceso similar. Con Voluntad Popular, proceso penal. Aquí entra en juego el mamotreto de Asamblea Constituyente que deroga normas que obligaban a partidos a renovar nóminas de adherentes para habilitar su participación electoral. Quedaban exceptuados los partidos en proceso penal. Así cerraban el paso a Voluntad Popular y le abrían la puerta a la participación a los impuestos como directivos de AD y PJ.

A estos atropellos y jugarretas los lleva el desespero por lograr hacerse de una mayoría parlamentaria y eliminar la Presidencia Encargada.

La contundente condena y rechazo que ha encontrado esta burda maniobra en los diversos sectores nacionales y en la comunidad internacional opacan cualquier euforia que pudiera generar. Presagian, sin lugar a dudas, la intensificación del conflicto político.

Queda al descubierto la búsqueda de provocar rechazo a la participación electoral en quienes aspiran a un cambio político, salir de esta pesadilla y abrir camino a la recuperación de un régimen de libertades y a la reconstrucción nacional. Lograrán lo contrario, la radicalización de amplios sectores que ahora verán con mayor claridad la necesidad de elevar la presión, de organizarse, de convertirse en fuerza invencible, en garantía de victoria. El pueblo venezolano no es tan tonto como imaginan los farsantes. No se va a dispersar en un debate que, vista la realidad actual, no tiene mayor trascendencia. Debe decidirse cada paso en unidad, en el momento oportuno, sin prejuicio, con determinación y con la claridad de que se actúa en correspondencia con la política general que nos compromete.

La alternativa democrática tiene que revisarse de cara a las confrontaciones planteadas. Hay que prepararse para enfrentar la creciente represión y la limitación de espacios para el ejercicio democrático. Una dictadura agonizante no deja de ser peligrosa. Al contrario, cuida menos la forma y se aventura temerariamente. La clave está en confiar en el pueblo, ampliar y fortalecer la unidad y mantener la iniciativa. Si la mayoría quiere salir de la dictadura, depende de los dirigentes articular una poderosa fuerza de lucha política y conducirla a la victoria.

Publicado en El Pitazo

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