Causó alarma e indignación entre los miembros de la comunidad la caída del techo del pasillo frente a la Facultad de Humanidades. Al lado de la Tierra de Nadie. Detrás del Aula Magna. Así, aquello de que la Universidad Central de Venezuela está en el piso, ya no resulta una metáfora. Es un hecho incontrovertible.
La quema de la biblioteca de la Universidad de Oriente y este episodio en la central, son noticias que causan estupor.
En el caso de la UDO se pone en evidencia que la dictadura busca emular de manera cada vez más clara al general franquista Millán Astray quien, frente a Unamuno, espetó: ¡muerte a la inteligencia! o, ¡mueran los intelectuales!, cualquiera de las dos versiones resulta buena.
En nuestro caso, a pesar de que el mantenimiento está sujeto a los problemas presupuestarios, fruto del cerco gubernamental, también las autoridades tienen responsabilidad. Resulta clara si nos ubicamos en el informe presentado por el Consejo de Preservación y Desarrollo (Copred).
Contra la UCV
Durante la pandemia, la UCV ha sufrido desmanes demás, como la quema de los galpones de la Facultad de Agronomía en Maracay; el robo de equipos en el núcleo de Ingeniería de Cagua; en la Escuela de Educación; en el Instituto de Biología Experimental y, una vez más, en el Instituto de Medicina Tropical. El desmantelamiento de estas dependencias, representan duros golpes a la investigación y la vida académica de la universidad.
En los últimos tres años, nos hemos quedado sin baños en varias facultades. Los desmantelaron, bajo la complicidad o participación de personal interno. Se robaron el cableado de varias edificaciones. Escuela de Comunicación Social, Escuela de Artes, ambas de la Facultad de Humanidades; Escuela de Estadísticas y Control de Estudios de Faces; y la Escuela de dietética, Facultad de Medicina; sufrieron por meses por el servicio eléctrico.
Y es que, desde los inicios del gobierno chavista, la UCV ha sufrido su ofensiva. En el año 2001, del 28 de marzo hasta el 3 de mayo, un grupo armado toma las instalaciones del salón de sesiones del Consejo Universitario de la UCV. Combinando la acción violenta contra la autoridad universitaria con la ofensiva política, logran crear zozobra en todo el campus. Extienden la ofensiva contra sectores diversos de la comunidad. En varias escuelas y dependencias, se hacen sentir. Hasta que las fuerzas universitarias logran desalojar al grupo tomista que, apoyado desde la presidencia de la República y sus cuerpos policiales, con toda la logística del caso, se mantuvo más de un mes en el salón de sesiones. En adelante, durante años, las bandas armadas chavistas causan estragos. Queman carros de profesores. Agreden a muchos miembros de la comunidad universitaria propiciando una tonta lucha de clases en la cual, según su fantasía, la oligarquía la representaban los docentes. El rechazo se hace cada vez más generalizado, por lo que se van minimizando hasta casi desaparecer como expresión política.
Pero la ofensiva política más dura ha sido la del ahogo presupuestario y el salario de los docentes y trabajadores universitarios. Qué decir de las becas estudiantiles que resultan una verdadera burla, tanto como eso del salario mínimo de los trabajadores. Los docentes, por su parte, han de ser los peor pagados del planeta. Un profesor titular alcanza si acaso los 20 dólares mensuales.
El chavismo no le perdona a la universidad venezolana y en particular a la UCV que no hayan aceptado a Chávez. Y es que no las logra seducir ni engañar, como sí a muchos sectores sociales.
La caída del espíritu
Lo más lamentable del deterioro de la UCV no es el de la planta física. Tampoco es la ofensiva gubernamental y los múltiples ataques fascios de los chavistas. Es el deterioro ético y académico y sus efectos en la merma del espíritu crítico de la máxima casa de estudios del país. Este es el resultado, tanto de la ofensiva gubernamental como del proceso interno que ya se venía manifestando desde el mismo momento en que es derrotada la renovación de 1968.
Son muchos los universitarios que se han retirado de la UCV. Estudiantes, profesores, y empleados se nos han ido demás. Ya eso supone un deterioro. Varios años en los cuales la soledad de la universidad resulta antológica. Nunca había estado tan sola. La inseguridad hace lo suyo. Los pocos profesores y estudiantes que se atrevían a cumplir con el acto académico en el horario vespertino y nocturno corrieron el riesgo de ser víctimas de la delincuencia. Fueron muchos los asaltos y atracos a mano armada contra la comunidad. Hasta en plena luz del día se producen. Escuelas cuya matrícula disminuyó a su expresión más pequeña, también tuvieron que cerrar el turno nocturno dada la inseguridad.
El problema económico, el transporte, la inseguridad, fuerzan a muchos estudiantes a desertar. Muchos se van del país. Otros simplemente deben guarecerse en casa. Gastan menos.
Muchos docentes se ven forzados a irse. Un docente gana entre 3.000 y 4.500 dólares en Ecuador. Cualquier país es bueno si tomamos como factor decisor el sueldo.
Pero grave, muy grave ha sido la entronización en la universidad de la ideología posmoderna. A las facultades de Ciencias Económicas y Sociales y Humanísticas, las apartó del camino de la búsqueda de la verdad. La economía dejó de ser una ciencia hasta convertirse en una religión muy ajustada a la doctrina liberal.
En eso hay coincidencia plena del posmoderno liberal con el chavista. Y es que el chavismo es posmo también. Si no, leamos la ley Orgánica de Educación y los proyectos conocidos sobre educación universitaria. En relación con la verdad no dicen nada. Es que ni siquiera aparece la categoría, como sí aquello de los saberes.
El neoliberalismo y el posmodernismo se convirtieron en fetiches. Se convierten en una dogmática que entroniza a Nietzche y al nazi Heidegger como íconos de las ideas generales de la relación del ser y la conciencia. Logran una genuflexión generalizada que impide ver lo que sucede. Atacan molinos de viento de manera desenfrenada, dentro de un espíritu distinto al del caballero andante. Lo que abarca también las facultades científicas, de la salud y de ingeniería. Primero negando la ciencia social. Segundo afianzando las ideas del mercado en la realización profesional. Desaparece el espíritu crítico pues. Las ideas filosóficas metafísicas dominan al científico natural también. Más las ideas económicas pragmáticas.
Por eso, algunos consideran aún al régimen chavista como una expresión del comunismo. Les resulta cómodo a los anticomunistas posmodernos matar dos de un disparo. Atacan al régimen y, a su vez, al comunismo. Así como también les resulta cómodo a los posmos chavistas acusar el saber científico como expresión del colonialismo, dentro de las ideas basadas en el resentimiento social y cultural que niega la universalidad del saber y la herencia de aspectos positivos de la cultura humana de donde quiera que vengan. Alimentan la ignorancia y el irracionalismo, base del pensamiento posmo. Mientras, atacan a los sectores que se les oponen.
Así, cosas que nada tienen que ver con la verdad se convierten en palancas para torcer el rumbo de la universidad. Flaco servicio se le brinda a la máxima casa de estudios del país. La crítica y la ciencia fueron sustituidas por las ideas diletantes y escépticas. De un lado y del otro minan el principio universitario de búsqueda de la verdad.
Mientras, el chavismo sigue haciendo las cosas dentro del más claro esquema liberal, ropaje “socialista” mediante. Sustituyen la producción nativa por importación barata dada la libertad de puertos, hasta erosionar el aparato económico y llevar a la ruina al país. Dolarizan el precio de la gasolina, solicitud permanente de los liberales. Privatizan Pdvsa, también eterna solicitud liberal, mientras desmantelan buena parte de la industria. Pero desde la UCV no se produce la crítica radical con la fuerza que demanda la tragedia. Y es que reina la confusión y quienes producen ideas y escritos radicales son acallados. Aunque tampoco se han hecho los esfuerzos para entronizar ideas distintas, verdaderamente críticas de la farsa chavista.
La ética, la moral, la probidad frente a la cosa pública, parecen haber cedido hasta ser parte del problema. El espíritu sindical, basado en el apostolado gremialista, también es cosa dejada a un lado. Los dirigentes gremiales estudiantiles, de profesores, entre otros y salvo contadas excepciones, gozan de la mercantilización.
Estas son parte de las cuestiones que demandan la renovación de la universidad venezolana. Su arquitecto, Carlos Raúl Villanueva, seguro que sería de los primeros en revivir ese bello episodio de 1968. Y es que fue uno de los protagonistas en la Facultad de Arquitectura, cuando encabeza el proceso de renovación de 1968 en su facultad. Hoy lucharía por la preservación de su mayor obra como arquitecto. Pero también lo haría para rescatar la condición fundamental de la universidad, el espíritu crítico.
Pasa la renovación por la lucha contra la dictadura, aunque deberíamos comenzarla ya. No basta la resistencia. La UCV debe pasar a una ofensiva académica, renovación de autoridades mediante, que permita, rescatado el espíritu crítico y la búsqueda de la verdad, desnudar desde una perspectiva científica la naturaleza de la tiranía. Debe contribuir con la denuncia de la entrega de nuestra soberanía y riquezas a las potencias imperialistas que hoy se afianzan como bloque hegemónico mundial. Así como antes lo hizo contra el imperialismo estadounidense. Hoy los chinos y rusos, junto a sus aliados turcos e iraníes, sacan riquezas que superan con creces lo que en su oportunidad extrajeron los yanquis. El entreguismo de Gómez y sus sucesores, es superado por el chavista. Las obras de Salvador de La Plaza, Rodolfo Quintero, entre otros, deben ser releídas a la luz de los nuevos amos. De allí seguro saldrán ideas renovadas para la denuncia, la crítica y la prefiguración de una sociedad mejor para los venezolanos.
La UCV debe rescatar su condición de faro que guíe a la sociedad hacia un futuro mejor. Hacer buena la herencia prometeica que dota de luz al hombre, que dota de luz a su pueblo. Gran esfuerzo y sacrificio por una causa mayor. Esa debe ser la base de la ética universitaria.