Los venezolanos, especialmente quienes amanecieron abatidos, frustrados o decepcionados luego del fraude constituyente, tienen una capacidad admirable para inventarse derrotas y causarse dolor. Todo el día de ayer estuvieron haciendo gala de lo vacío y escuálido que estaban los centros de votación, no participaron de ese fraude pues a conciencia se decidió no convalidarlo, reiteraron lo inconstitucional de esa elección, saben que a duras penas los electores llegaron a 2 millones y, paradójicamente, hoy amanecieron derrotados y hasta sin república.
Claro, ello es resultado de jugarse la vida contra la constituyente, de apostar a que la misma no se realizara, bien por la presión popular o por las negociaciones, y de apostar que no se diera porque sería, como muchos juzgaron y siguen diciéndolo, al acabose, el fin de todo, hasta de la lucha. De pronto, para muchos, la concreción de la dictadura pareciera haber quedado resumida a la celebración del fraude de marras, cuando por todos es reconocido, especialmente por el pueblo, que desde hace 4 meses se ha declarado en rebelión, que estamos en dictadura desde hace, por lo menos, unos 3 años y que, con constituyente o sin ella, con nueva constitución o no, la dictadura seguiría haciendo lo que le dé la gana.
Habiendo caracterizado al régimen como dictatorial, la lucha de todo aquel que se le opone, especialmente de la dirigencia, ha de tener como propósito central derrotarlo, salir de él. De manera tal, lo del fraude constituyente a nadie debe sorprender y, por el contrario, solo suma más razones a la lucha que no solo ha de sostenerse, sino elevarse en términos de su organización, conciencia, unidad y dirección.
La inmensa mayoría de los venezolanos, la comunidad internacional y el propio chavismo sabe que lo de la constituyente es uno de los mayores fraudes que se haya podido consumar contra pueblo alguno. Pero tenían que hacerla, para darle un marco legal a la dictadura, cohesionar a las distintas facciones que usufructúan el poder y levantar falsas expectativas al lumpen que les acompaña. Así que ya dejemos de preocuparnos por cifras, trampas, artimañas y sigamos levantando las banderas de la lucha, vamos a ocuparnos de darle piso sólido a la esperanza de cambio que anida en la inmensa mayoría del pueblo venezolano, piso que solo es posible dárselo con organización y educación política.
Resistir los embates de una dictadura que, en medio de su agonía, buscará llevarse todo por delante, requiere de una mejor organización, de convertir a esa inmensa mayoría descontenta y dispuesta a salir del régimen, en indetenible fuerza organizada y, para eso, toca hacer de los Comités de Rescate de la Democracia (CRD), en lugar de instancias electorales, verdaderos espacios de debate y articulación de luchas por la democracia y la libertad, de resistencia e impulso de formas autónomas de lucha, bajo la dirección de una vanguardia necesaria de levantar, de edificar, con la mayor amplitud posible.
Pero también requiere de una mayor educación y conciencia política, capaz de ayudar a entender la naturaleza del régimen al que enfrentamos, la importancia de entender los intereses que deben defenderse, así como la utilidad y urgencia de asumir un Programa de Reconstrucción Nacional y, especialmente, desarrollar la perspicacia para desmontar posiciones acomodaticias, oportunistas y/o colaboracionistas que, con la fuerza del marketing político, suelen imponerse como orientaciones en el accionar del pueblo.
Hoy, más que confiar en la intervención internacional, en figuras caudillescas, debemos confiar en la indudable disposición de cambio que anida en la abrumadora mayoría del pueblo venezolano. Solo el pueblo organizado salvará al pueblo de este desastre en el que estamos y que, sin lugar a dudas, se agravará, especialmente por la profunda crisis económica en la que está hundida la nación, lo que servirá de tizón al descontento que invade a las grandes mayorías.
El día después solo nos toca decir, que todo sigue igual; ellos con su dictadura y nosotros con la rebelión y ésta, más temprano que tarde, nos llevará por la senda de la victoria y la democracia popular. Te invito a trajinar este camino.