En el marco de las luchas de los trabajadores por un salario digno, viene a mi cabeza ese conocido refrán popular: aunque la mona se vista de seda, mona se queda.  Se preguntarán ustedes ¿qué tiene que ver ese dicho de sabiduría popular, con el contenido de este artículo? Pues, por mucho que el régimen se haga llamar socialismo del siglo XXI, y el mandamás, se autodefina como presidente obrero, a la vista queda por sus acciones el neoliberalismo más salvaje que se haya visto en Venezuela.

Un personaje que trabajó un corto tiempo de chofer de autobús del Metro, llevado de la mano del extinguido partido Liga Socialista, a formar parte de la plancha del sindicato de trabajadores del Metro de Caracas, salió entre los electos. Había ya cumplido su pasantía como trabajador. Desde entonces se dedicó a la política, hasta convertirse en el Delfín del difunto Hugo Chávez. 

Digno sucesor del fraude llamado socialismo del Siglo XXI

Desde El Manifiesto del Partido Comunista, pasando por el 18 Brumario, entre otros, Marx y Engels señalaron que la clase opresora, representantes del capitalismo, se transformarían, cambiando de formas, para así engañar a los oprimidos. Haciéndoles creer que estaban de su lado, que los ayudarían y defenderían.  Utilizando una perversa metamorfosis se autoproclamaban como representantes de los oprimidos.

Hace algún tiempo escribí un artículo donde reflexionaba sobre el poder, lo titulé: EL PODER Y EL ESTADO BURGUES, o crear, crear, poder popular. En ese escrito daba ejemplos de lo que este fraude significaba. Hoy contemplo con tristeza como el salario de la clase trabajadora desapareció.  Creo que lastimosamente Venezuela es el país donde se trabaja y no se recibe una compensación. 

A propósito de este robo, recuerdo en Chile, hace un sinfín de años, cuando los dueños de las minas en vez de salarios pagaban a los mineros con unas fichas, las cuales solo podían ser cambiadas en las llamadas pulperías. Unas especies de abastos ubicados en las minas, donde los trabajadores las intercambiaban por comida. Se trataba de la más vil explotación, una muestra más de la esclavitud capitalista. 

Veamos que decía el difunto Chávez acerca de la bonificación de los salarios de los trabajadores:

Yo quiero insistir ahí, el neoliberalismo, que es una fase del capitalismo, ustedes no recuerdan (pero) aquí en Venezuela, por ahí sobre todo en los años 90, comenzaron a modificarse leyes, los gobiernos aquellos de los 90, comenzaron a tomar decisiones como la eliminación de las prestaciones sociales, por ejemplo, como la bonificación del salario, la desmejora del salario de los trabajadores. (Transcripción oficial del acto en el que Chávez arremetió contra la práctica de la llamada «bonificación» de los salarios en 2006). 

Sin embargo, esto no le impidió seguir con la política adelantada desde el Fondo Monetario Internacional para imponer el neoliberalismo. Hoy sabemos que más del 90% de las retribuciones salariales de los trabajadores corresponden a bonos, sin incidencia en las prestaciones sociales.

¿Deben los trabajadores rehusar los bonos entregados por Maduro? ¿Significa la aceptación de estos bonos, claudicar de las justas luchas que se mantienen por un salario digno?

Los bonos y otros tipos de reformas, que conlleven a una mejora de la calidad de vida de los trabajadores y sus familias no deben ser rechazados. Mientras no constituyan un fin en sí mismo.

La gran diferencia entre los trabajadores agrupados en su coordinadora de lucha y los sindicatos amarillos del régimen, precisamente se diferencian en este hecho, demostrando con claridad el carácter reformista de este autollamado socialismo del siglo XXI. Mientras los sindicalistas gobierneros aplauden las medidas adoptadas en contra de los obreros al hacer desaparecer el salario, los otros trabajadores, siguen con firmeza su lucha por la justeza de sus exigencias: un salario digno de acuerdo al artículo 91 de la CBRV.

A principios del siglo XX se debatía en Europa sobre reforma y revoluciónBernstein defendía la vía del reformismo como única vía de alcanzar el socialismo. Rosa Luxemburgo fue una de sus principales críticas. Ella argumentaba que el reformismo era solo una ilusión que negaba las contradicciones del capitalismo y que le quitaba a la clase proletaria su conciencia y su organización revolucionaria.

Luxemburgo en su obra “Reforma o Revolución” publicada en 1899,  argumentaba que la lucha por las reformas, no puede ser el fin en sí mismo, sino que debe ser un medio para alcanzar la revolución socialista.

Una revolución no es solo un cambio, sino también la destrucción de lo que existía antes. Reforma es la mejora de algo que existe, no lo cambia en su esencia, lo maquilla para hacerlo un poco diferente. Es un avance, un progreso a lo existente. En este caso los llamados bonos de guerra, de canasta alimentaria etc. Son solo un pequeño gajo de la naranja que le deben a los trabajadores. ¿Quién en su sano juicio, osaría oponerse a mejoras políticas, económicas o sociales?

Un revolucionario no se opondría jamás a reformas legales que conlleven a mejorar las condiciones de vida de las mujeres en esta sociedad capitalista, machista y patriarcal. Un revolucionario marxista consecuente, siempre estará a favor de condenar y reprimir las agresiones por razones homofóbicas, xenófobas o de cualquier índole. Debemos tener en claro que reformas y revolución son formas diferentes de progreso social

La gran diferencia entre revolución y reformismo consiste en que los reformistas hacen de esas pequeñas conquistas su razón de ser. Pensando idílicamente que de esa manera llegarán a construir un socialismo verdadero. La sociedad capitalista se transformaría gradualmente, hasta llegar a convertirse en sociedad socialista, a través de esas pequeñas conquistas.

Así, todos los que luchen por reformas serían aliados, una especie de marcha victoriosa, todos tomados de la mano, juntos como hermanos. Obviando las contradicciones de la lucha de clases. 

Aquí en Venezuela no existe un gobierno socialista. Nunca hubo una revolución. Aquí lo que hubo fue un gran fraude, donde las aspiraciones de cambio de una sociedad se entregaron a un mesías, esperando que construiría un gran país. No existen los mesías, solo el pueblo salva al pueblo.

La gran bonanza, cuando el barril de petróleo llegó a 100 dólares, fue una oportunidad despilfarrada, así como también tiradas a la basura los inmensos deseos y aspiraciones de una gran mayoría de la población.

Se desmanteló la gran industria del país. Se acostumbró a las grandes masas de la población a vivir del clientelismo. Se exaltó al lumpen elevándolo a condiciones sociales que nunca habían obtenido. Quien no recuerda a Lina Ron con sus seguidores rodeando las oficinas de PDVSA, instalando kioscos en lo que ellos denominaron zonas calientes. Agrediendo a quien no respondía a sus gritos de ¡Viva  el comandante! Asistiendo a grandes movilizaciones con sus camisetas y gorras rojas con las siglas del PSUV y sus carteritas de ron. 

Quien piense que eso es una revolución está muy equivocado. El sistema capitalista no se acabó, por el contrario, el neoliberalismo se impuso con una fuerza demoledora. 

Nos dijeron que por culpa del bloqueo no había suministros en los centros de salud y hospitales, a las universidades no llegaron los recursos necesarios para funcionar y mantener sus estructuras, laboratorios etc. Los colegios se caen a pedazos, los salarios desaparecieron. Hoy contemplamos con tristeza la realidad: no era bloqueo, sino el más vil y perverso robo de una nación. Un pueblo al que le fue arrebatada toda una generación de jóvenes que debieron emigrar, acicateados por el hambre y falta de oportunidades.

REFORMISMO NO ES SOCIALISMO

 

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