El terrorismo de Estado es uno de los inventos del naciente Estado burgués en la Francia de 1793. Robespierre fue artífice de la obra y ante ella sucumbió. Louis de Saint-Just, quien lo secunda, acompañó a su mentor al invento del doctor Joseph Guillotine. El desarrollo de esta condición estatal ha sido muy variado. Los nazis logran avances nunca vistos y hasta ahora no superados.
El Estado venezolano no escapa a esta condición y sus desarrollos. El chavismo en eso ha sido creativo. Vienen superando lo anterior. La violación de los derechos humanos ha sido una constante, pero combinando el asunto con contrapesos. De allí que buscan, por ejemplo, “demostrar” que, en las rebeliones de 2014 y 2017, las víctimas no solamente fueron provocadas por los cuerpos represivos sino también por la oposición. En materia de torturas la cosa luce avanzada. Aunque se les ha ido la mano en varios casos, similar a lo que aconteció con Jorge Rodríguez padre.
Comentábamos en estos días de zozobra que, en tiempos pasados, a los detenidos por causas políticas los torturaban, pero les daban comida. Borradas las magulladuras y costras, se permitía la visita familiar. Se les pasaba comidas diversas, por lo regular, sin problemas. Pero el chavismo crea nuevos procedimientos y, además de que aplica la tortura igual, los centros de reclusión son diversos y, por lo regular, espacios llenos de presos comunes hacinados. Los familiares deben pagar unos dólares para ver a los detenidos. 800 dólares per cápita por la “causa” para garantizar el pellejo.
Parece que ninguna instancia gubernamental o autoridad puede hacer algo al respecto. Los directores de los centros de reclusión se lavan las manos ante esta circunstancia. Todo el mundo debe acogerse a las reglas. La extorsión es eficaz, pues mantenerse firmes contra el chantaje trae riesgos. Doblegarse es contribuir con el mecanismo y sufrir de un eventual incremento del monto por la “causa”.
Este terrorismo aplicado por la dictadura, además, no va dirigido solamente a quienes han sido detenidos recientemente y sus familiares. Abarca, principalmente, a quienes estimulan el movimiento de luchas sociales. Por el rescate de las prestaciones sociales, la elevación del salario y pensiones dignas. Va dirigido, en primera instancia, a los dirigentes y luchadores sociales que buscan crear condiciones para la más amplia unidad. A eso es a lo que le tiene miedo la dictadura. No parecen ser los “grandes” partidos opositores los destinatarios del terrorismo. Ya ellos recibieron lo suyo. Y son pocas las organizaciones políticas las que se comprometen con las luchas sociales.
Concluimos que la verdadera razón por la cual en estos días la dictadura ha arreciado la represión, es evitar que se incrementen la pelea popular y la capacidad organizativa. El resultado es que un conjunto de dirigentes populares, la mayoría militantes de Bandera Roja, son detenidos y encarcelados en esas condiciones.
Esta arremetida represiva, así como los desarrollos posteriores, le va a salir cara a la dictadura. Se pone en evidencia su naturaleza. El costo político es cada vez mayor. Nacional e internacionalmente pierde cada vez más apoyos. Agudiza aún más sus contradicciones internas. Ya no por el reparto del botín, sino por el desprecio de muchos de los simpatizantes que les queda a una represión brutal contra gente peleadora por los derechos del pueblo. Además, afianza la unidad entre sectores diversos, muchos de los cuales fueron chavistas hasta ayer.
No reconocerles su condición de presos de conciencia, aunque injustamente detenidos, es una forma de terrorismo. De allí que la primera conquista que deben alcanzar los presos políticos, en Venezuela, es su reconocimiento como tales. Ganar tal condición.
Es una meta que deben plantearse todas las fuerzas políticas democráticas, así como las organizaciones sociales. Sindicatos y gremios dispuestos a elevar las luchas y la conciencia contra la dictadura, deben asumir esta meta. Todo indica que el chavismo mantendrá la represión, pero también el movimiento popular continuará la lucha. ¿Estará ganada la dictadura para llenar las cárceles de luchadores sociales? Porque el pueblo sí está ganado para dar la pelea.
Son diversas las formas de lucha que se deben desarrollar. En el presidio y en la calle. Esta es una historia que debemos retomar. Fueron muchas las jornadas de solidaridad con los presos políticos en tiempos pasados. Es tiempo de emular esa experiencia.