Además de la alarma que se ha levantado en el mundo entero, la invasión rusa a Ucrania también ha encrespado el debate. Se blanden aceros desde posiciones proestadounidenses y europeas. Pero no son pocos quienes lo hacen en favor de Putin.
En este lado del mundo, la destrucción de Irak, Libia, entre otros países, no ha tenido tanta repercusión. Pareciera que existe algo de legitimidad en las invasiones perpetradas por Estados Unidos o los europeos. En este caso, la cuestión ucraniana adquiere mayor relevancia. Aunque en la órbita rusa y china, la cosa es a la inversa.
Es que, por aquello de que la ideología dominante es la ideología de las clases dominantes, en este caso del imperialismo dominante, se presentan dos “verdades”. La de los imperialismos occidentales y la que brindan los rusos, secundados por Cuba, Nicaragua, Venezuela, entre otros. El chavismo ha apelado al resentimiento. Siempre ha sido una buena arma en su política. La genuflexión de Maduro y sus socios los lleva a justificar las cosas con base en argumentos manidos contra el imperialismo estadounidense sin parar mientes en que se trata de un acto imperialista en toda regla, pero ruso.
Así, el mundo entero está cruzado por dos fuentes que buscan legitimar posiciones imperialistas similares, con base en la mentira las más de las veces. En Venezuela la cosa se hace más aguda. De una parte, el apoyo incondicional del chavismo al imperialismo ruso, a eso lleva la dependencia. De otra, la que presentan muchos de quienes enfrentan a la dictadura, que ven el problema en forma unilateral, pero en favor de los occidentales.
De allí la necesidad de desentrañar la esencia del desarrollo del capital y, a partir de allí, ubicar lo verdaderamente importante. Los grandes medios no lucen para nada como fuentes serias respecto de lo que sucede en Ucrania, así como no lo son en relación con cualquier acontecimiento de importancia para la historia.
Sin embargo, como dijera Galeano: “No hay historia muda. Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan, la historia humana se niega a callarse la boca”.
Hay quienes analizan el problema desde el punto de vista de la legalidad internacional, apelando a una supuesta comunidad internacional, resumida en la ONU. No ven que el problema es del uso del poder que brinda la condición imperialista. En un caso u otro.
Ucrania, así como el resto de Repúblicas que conformaban la Unión Soviética, estaba regida por el derecho de rango constitucional de la autodeterminación. A eso no apelan los imperialistas. Los “derechos humanos”, la seguridad nacional, entre otros alegatos, son las banderas que esgrimen para cometer sus actos criminales contra los pueblos y países que forman parte de sus áreas de influencia o en disputa.
De allí que resta establecer diferencias cuantitativas en los hechos. Irak arroja más de un millón de muertos. El caso de Libia es también emblemático, por el grado de destrucción de la acción bélica y la guerra civil que deja. Pero los rusos no se quedan atrás, solo que, en esta oportunidad la cosa no luce, hasta ahora, tan sangrienta.
Los asuntos esenciales
Debemos ubicar las cuestiones esenciales que motivan estas agresiones bélicas. La raiz del asunto la encontramos en el comportamiento de la cuota de la ganancia (G’) y, a partir de allí, el desarrollo desigual y la tendencia a la nivelación, en el marco de la competencia interimperialista.
La ley de la tendencia decreciente de G’ es la más importante para analizar el desarrollo del capitalismo. De allí las contratendencias que frenan la caída y su relación con el desarrollo desigual. Es lo que subyace en estos conflictos. Atiza eso de la pugnacidad por el reparto de un mundo ya repartido. Esa es la base objetiva de todos estos conflictos.
Es inevitable que G’ descienda. Aun así, las empresas deben centralizar capitales y elevar el uso de tecnología para hacerse más competitivos. Así, desciende aún más la G’. Luego, ¿cómo frenar la caída? Ampliando el mercado; buscando materias primas baratas; explotando más a los obreros. De allí se agudizan las contradicciones entre los grandes monopolios y sus asientos nacionales. Luchan a muerte las grandes potencias por arrebatarse áreas de influencia; por conquistar las que tiene el rival. Hasta desarrollar de distintas maneras la expresión nazi del espacio vital. Se lanzan a la conquista. Se lanzan a la guerra. Luego, se cumple aquello de que la guerra es la continuación de la economía. Es la lucha por afianzar acá o allá, las tendencias que hagan más competitivo los capitales de una potencia u otra.
Los rusos se prepararon muy bien para dar este paso. Con la experiencia acumulada desde el año 2014, afianzaron sus nexos en torno de China. Cuentan sus socios con un poderoso sistema financiero y una gran diversificación de su aparato productivo, a cambio de los cuales le brindan sus desarrollos en las ramas en las cuales son más competitivos: aeronáutica y aeroespacial, bélica, blindados, armas ligeras y de buques de guerra. Mejor preparados, se lanzan a la aventura.
Las sanciones hasta ahora han ayudado a Rusia. Los alcances han sido superiores a las afectaciones a su economía. Es que Rusia se vio obligada a desarrollar sectores de la economía rezagadas. Sustitución de importaciones por productos nacionales ha sido una política que estimula su diversificación.
Son ilustrativas las palabras de Trump a propósito de esta invasión: “… esto es una genialidad. Putin declara que una gran porción de Ucrania es independiente. Es maravilloso… se va a convertir en la fuerza de paz… Podríamos hacer eso en nuestra frontera sur… Es la fuerza de paz más potente que he visto nunca… Aquí hay un tipo que es muy hábil”.
Trump sabe que eso de las sanciones hará daño, pero no tanto. Lo más importante, así como Putin invade Ucrania, los yanquis también deben hacerlo al sur de sus fronteras.
Por eso, las formas de dominación que asumen las semicolonias o áreas de influencia de un imperialismo u otro, sea insubstancial para la potencia que ejerce la dominación. Los rasgos fascistas de la dictadura chavista siempre han estado presentes. En el caso de Ucrania, la tendencia nazi fascista es clara. Pero eso no parece incomodar a gringos ni a europeos.
Una de las cuestiones que son comunes en estos episodios es la débil fuerza de las organizaciones y tendencias políticas y sociales que asumen la idea de que las guerras entre bandidos no son asuntos de los pueblos. Vale recordar las palabras de Lenin, cuando señala que: «Lo que deben hacer los socialistas es aprovechar la guerra que se hacen los bandidos para derrocar a todos ellos. Para esto, es preciso ante todo que los socialistas digan al pueblo la verdad, a saber, que esta guerra es, en un triple sentido, una guerra entre esclavistas para reforzar la esclavitud.»
Para el pueblo y los trabajadores ucranianos, la defensa de la patria frente al invasor, obliga a la lucha, sin dejar de dar pasos hacia una sociedad más justa.
Es que, a las guerras imperialistas, sobre todo de aquellas contra los países débiles, la actitud de los trabajadores debe ser enfrentarlas, condenarlas. Unido a lo cual deben estar las luchas por un mundo mejor. Esas son las aspiraciones de los pueblos, sin apoyar a uno u otro bandido.