El grito popular que más se ha entonado en Nicaragua, a 27 asesinatos de esta rebelión en 2018, ha sido «el pueblo unido jamás será vencido». Con profundas raíces en eso que llaman «izquierda», esta consigna no solo muestra un aspecto de la composición de clase que en general atiza las protestas que adelantan los nicaragüenses contra la dictadura de Daniel Ortega, sino que es resultado de lo que dio origen a dichas movilizaciones.

El establecimiento de un impuesto que pecha a los trabajadores principalmente, pero que sin duda también afecta a la pequeña y mediana empresa ya que establece pagos elevados para la seguridad social que tanta sangre costó a ese pueblo centroamericano, es un elemento determinante en el carácter de estas manifestaciones. La consigna, repetida en miles de vídeos y audios de las movilizaciones, incluyéndo la de hoy 23 de abril, termina siendo una expresión popular de tradición para los nicas. Protestar contra paquetes hambreadores, profundamente liberales y privatizadores bajo dictaduras sanguinarias, ha sido regular en el pueblo de Sandino, que como afirma Ruben Blades en un extraordinario escrito difundido este mismo día, vio traicionados hoy los sueños de redención social que encarnaron los sandinistas entre los años 80 y 90.

Este aspecto sobre el origen de las protestas y la carga política y sociocultural de este levantamiento popular, de esta rebelión, es determinante en los acontecimientos que convulcionan hoy nuestro Continente. La disputa entre los imperialismos actualmente se expresa en Nicaragua de manera singular, siendo que la postración del régimen de Ortega, convenido con la corriente inaugurada por Hugo Chavez en Venezuela y todo el revisionismo latinoamericano, que utilizó la mascarada del «socialismo» y la «revolución» para entregar nuestra soberanía a los nuevos imperialistas, ve en la aplicación de las mismas politicas de hambre, dependencia y atraso, el resurgir de las tantas veces traicionadas aspiraciones de liberación de nuestros pueblos. En palabras del mismo Blades, el poder les quitó la máscara.

Nicaragua hoy también se hace presa de una disputa global de alto tenor. La construcción del «canal de Nicaragua», versión China del Canal de Panamá, hace geoestrategicamente clave al país de los sanguinarios Contra y de los valerosos Sandinistas de tiempo atrás. Las rivalidades en el seno del pueblo no solamente se limitan a un asunto de proorteguistas y/o proimperialistas, que también lo hay. Detrás de ese levantamiento hay también un despertar revolucionario, impregnado con una carga genuina de redención social.

En Nicaragua, a pesar del afán de los propagandistas y apologetas del antocomunismo trasnochado, del antisocialismo resentido, se levantan las banderas del desarrollo, del progreso, del deseo y aspiración de bienestar y asenso social para las grandes mayorías. Los sandinistas de Ortega retroceden en la aplicación de un paquetazo como los que convencionalmente se aplicaron en Venezuela bajo la égida de los adecos y los copeyanos de años atrás. Las mismas politicas aplicadas en nombre de la «libertad y la democracia», hoy son aplicadas en nombre del «socialismo». Esto el pueblo de Nicaragua lo comprendió ahora. Aquellas canciones panfletarias y hermosas con las que me criaron, las de » Abril en Managua» en donde cantó Alí Primera, las hermosas canciones de Carlos y Luis Enrique Mejia Godoy, ambos enfrentados hoy a esa falsificación de sandinismo, a esa traición del pensamiento grande de Carlos Fonseca, de los guerrilleros y jóvenes revolucionarios como Arlen Siu, Mildred, y tantos otros que entregaron su vida por la redención, hoy vuelven a adueñarse de las gargantas de los nicas, que son nuevamente el pueblo unido que jamás será vencido.

Venezuela está aprendiendo de este proceso porque lo siente suyo. El pueblo venezolano, sin embargo, debe ver más allá de la campaña de desinformación que transmiten los propagandistas y apologetas de unos y otros imperialismos. Ese pueblo bravo logró hacer retroceder una reforma criminal contra las sagradas conquistas de los trabajadores. No solo derrotaron un paso importante en los compromisos económicos de la dictadura de Ortega, sino que están dando ejemplo de valentía, coraje y unidad, y sobre todo, de cuáles son los intereses con los que la oposición puede levantar el entusiasmo de la rebeldía para el cambio político. Es en estas fuerzas populares, junto a los trabajadores y los oprimidos, donde puede y debe apoyarse cualquier intento de liberación nacional. Es ese el camino, el mismo que soñaron los sandinistas al derrotar a Somosa, el mismo que soñó Venezuela antes del gran engaño chavista, en ese sueño redentor es en el que puede emerger una esperanza de cambio y liberación nacional. Hoy Nicaragua, mañana Venezuela, pronto América Latina. No nos han vencido.

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