Escritos en cuarentena # 3

Hace pocos días salió un comunicado [Unir esfuerzos para superar la pandemia en Venezuela] llamando a la reconciliación para enfrentar la pandemia y proponiendo un acuerdo humanitario. Este escrito parte por ponerse al margen de “las partes del conflicto político venezolano”, cuestión que llama a suspicacias. Entre quienes lo apoyan, mediante firmas abiertas al público, se cuentan gentes de reconocida solvencia moral y política, indiscutiblemente. Incluso varios de ellos estaban entre los primeros firmantes, cuestión que quizá pudo inducir a acompañarlos. Sin embargo, me atrevo a afirmar que la esencia del planteamiento forma parte de la política de apoyo, abierto o subrepticio, al régimen que se despliega desde la “mesita de noche” y que puede constatarse con la mayoría abierta de personas pertenecientes a las toldas que coadyuvan, cual bomberos, a “salvar”… pero no al país o al pueblo, sino a la dictadura.

En el fondo real, se trata de aprovechar la circunstancia para oxigenar a la “sancionada” administración de Maduro y su camarilla, y que así se abran compuertas contra el “bloqueo” estadounidense y puedan llegar los tan imprescindible insumos sanitarios, aun cuando lo que se busca es flexibilizar las medidas contra los funcionarios corruptos, represivos y narcotraficantes, empezando por el usurpador de Miraflores. Bastaría que recordemos un poquito la prosapia ética y moral de un Omar Ávila, un Felipe Mujica, un Juan Barreto, un Henri Falcón, un Pedro Pablo Fernández, un Negal Morales, un Javier Bertucci… o las figurillas de reparto —¿cuánto hay pa’ eso?— con abierto financiamiento oficial y usurpadores de nuestro partido Bandera Roja: Pedro Véliz y Eder Puerta, quienes desde 2013 detentan el manejo de nuestros instrumentos legal y electoral. ¿Podemos creer que estos señores están pensando “en los enormes riesgos que afronta el país”, cuando han acompañado las tracalerías y trapisondas del régimen de Maduro?

Y luego de dicho esto, y viendo que hay decenas de personas que gozan de mi respeto que firman la declaración, me pregunto a mí mismo: ¿no estaré siendo muy intransigente e irracional al no medir el tamaño de la urgencia nacional?, ¿no serán tiempos de verdad de “reconciliarnos” con esta banda de negociantes de la política, por decir lo menos?, ¿será de esta forma que vamos a reconstruir nuestro país, nuestra economía, nuestra sociedad?, ¿no estaré siendo muy obcecado o veleidoso frente a este momento?, ¿será que mi falta de caridad cristiana me tiene ofuscado contra el tirano y su combo?… Caramba, preguntas que me increpan al momento de hacer la crítica que hoy publico.

No tenemos elementos para calificar a las personas que con buena intención estamparon su firma de apoyo. Hay planteamientos allí que sinceramente reflejan un deseo de atender los problemas reales de dramatismo por los que está pasando nuestra población. Incluso acusarlas de ingenuidad me parece un tanto desacertado, pues son gentes experimentadas en las lides políticas. Así que no hacemos juicios generales de valor sobre ese camino escogido, pero sí pensamos que esta declaración refleja una visión sobre la solución de la crisis política del país: NO CONFÍA en la fuerza de cambio y transformación que anida en el pueblo venezolano, en ese pueblo diezmado y hambriento, en ese pueblo desorganizado y confundido, en ese pueblo que lleva a cuestas las peores cargas de la crisis general en que se encuentra Venezuela. Pero tampoco cree en la resistencia que se ha mantenido desde las universidades, desde el sindicalismo clasista y combativo, desde los gremios de educación y salud, desde el estudiantado valiente y decidido, desde las comunidades. Calificar al régimen tiránico de Maduro como “una parte del conflicto” ya indicaba desde el comienzo por dónde iban los tiros… No, este régimen mafioso y delincuencial no es una parte del conflicto, sino que es enteramente el responsable de la crisis y de la gravedad que ha alcanzado en los últimos años, y, para salvar el botín mal habido, no está con miramientos para reprimir, encarcelar y matar a quien tiene enfrente: el pueblo de Venezuela como un todo.

Aun cuando a lo más que se llega es a acusar a Maduro de una mala gestión y desviación —¡qué bonita palabra para no mencionar corrupción!— de recursos, como se dice en primeras líneas, deja mucho que pensar que, en medio de esta difícil circunstancia médico-sanitaria, no se diga nada de la persistente represión, acoso, encarcelamiento de periodistas, dirigentes sociales y políticos, de la continuada censura y obstrucción a los medios independientes o contrarios al oficialismo, del endurecimiento del chantaje y amenaza contra quien ose contravenir a los voceros oficiales, del control omnímodo del régimen sobre absolutamente todo… No creemos en la casualidad cuando de tanta ceguera se trata.

Para salvar el país hay que echar a la mafia gubernamental que hoy rige los destinos de la patria. Para atender mejor los problemas de la pandemia del coronavirus hay que echar del poder a Maduro y su camarilla. Para reconstruir nuestro país es imprescindible echar de Miraflores a los usurpadores.

PD: Quizá un mejor título para este escrito hubiera sido: “El oportunismo nunca muere”, vieja cantilena de mi amigo Gabriel. Pero me inclino más por una conseja popular de vieja data que dice que “la cochina pierde el pelo pero no pierde la maña”.

Sábado 4 de abril de 2020

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