Entender el momento político no ha sido fácil para la cúpula opositora. Después de transitar por caminos bastantes escabrosos, siguen intentando viejos métodos que llevan a derrotas aplastantes. Esto dificulta levantar un movimiento opositor contundente que represente un bloque capaz de derrotar al régimen y desalojarlo de Miraflores.

La cúpula opositora sigue haciendo lo mismo y, por ende, obtiene los mismos resultados. Resulta incongruente que algunos candidatos defiendan la unidad y el consenso, pero se inscriban en una contienda férrea para ser abanderados. Es aún más extraño que afirmen estar dispuestos a ceder sus candidaturas si continúan inhabilitados, así como sus maquinarias políticas, en aras de una hipotética victoria contra el PSUV. Sin embargo, los hechos demuestran lo contrario: siguen en una contienda compleja y desperdician recursos que podrían utilizarse para construir una fórmula real mediante el consenso.

Esto podría indicar que el discurso es contrario a sus acciones y que los poderes e intereses detrás de ellos impiden ceder voluntariamente tales pretensiones. Lo mismo ocurre con los discursos, planteamientos y propuestas, basados en planes que no representan la realidad del país y constituyen un riesgo mayor para nuestra nación, su estabilidad y, sobre todo, no reflejan los intereses de la nación y las mayorías.

Algunos insisten en la retaliación como consigna, reproduciendo aquella frase histórica de Chávez que decía que volvería a la oposición «polvo cósmico», seguido del «no volverán». Intentan reproducirlo a la inversa, haciendo pensar que es lo más importante en el país. Pero esta irracionalidad política tiene precedente en la historia. Por ejemplo, cuando el señor Ramos Allup llegó a la Asamblea Nacional, su enfoque de país requería sacar cuadros y pintar murales, eliminando la frases y símbolos chavistas del parlamento venezolano. Mientras el país convulsionaba entre la crisis, el hambre y la esperanza de un cambio, desde la Asamblea Nacional solo se reprodujo odio, sin proponer leyes ni construir un poder que permitiera una visión distinta de país. Hoy en día, estos hechos condenan al movimiento opositor al escepticismo y a la ausencia de participación evidente y razonable. Sobre todo si recordamos que desde 2015 no ha habido victorias contundentes producidas desde la cúpula opositora.

Cuando tomamos en cuenta estos aspectos, podemos ver cómo el discurso agresivo y excluyente de algunos líderes termina fracturando aún más la unidad necesaria y alejando a aquellos que, habiendo apoyado a Chávez y su estafa, también desean un cambio, pero temen ser perseguidos y excluidos.

El momento político requiere un análisis más minucioso y la construcción de una estrategia más audaz. Bajo un enfoque nacionalista, se puede impulsar un programa en el cual todos se reflejen los intereses de las mayorías y los del país, y dirigir toda su fuerza hacia el verdadero enemigo: Maduro y sus aliados hasta desplazarlos del poder. A partir de ahí, podemos conducirnos hacia la reconstrucción. No es un sueño imposible o una utopía, sino un plan necesario que requiere reconducir la violencia que nos infringen mediante la manipulación y el engaño.

Es importante entender que los venezolanos están dispuestos a mucho, como se demuestra en el empeño que ponen cada día para sobreponerse al engaño chavista. Estamos ante un momento realmente revolucionario y el pueblo tiene la capacidad y la fuerza para transformar la realidad en la que nos encontramos. Es posible revertirlo, pero requiere que dejemos atrás aquel discurso que intenta engañar, mentir y empeñar a nuestra nación y nuestros recursos. Por el contrario, los venezolanos están convencidos de que es necesario sacar a Maduro y su combo, tomar el país y conducirlo hacia un plan de bienestar y progreso, afianzados en nuestros recursos, riquezas y capital humano vital para la victoria.

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