A un mes del secuestro de Nícmer Evans

“Conocerte en esta etapa de tu vida refuerza mi creencia en la capacidad reflexiva del ser humano hacia valores y principios que alientan la lucha por un mundo mejor. Eres ejemplo de constancia y perseverancia en las luchas más nobles que la humanidad debe proponerse”.

Pedro Arturo Moreno / Dirigente de Bandera Roja (r)

La bienaventuranza y el alborozo de producir un cambio frente a las ya desgastadas y poco creíbles ofertas del bipartidismo trajo como mandatario a un sujeto que ofrecía freír las cabezas de los corruptos en aceite. Y la gente —sobre todos los pobres, que eran bastantes— le aplaudía esas atrocidades y se regocijaba en un sentimiento primitivo que aparentando ser justicia mezclaba revancha, venganza y resentimiento, cuando no envidia y rencor. La corrupción que vino luego fue mil veces mayor que la señalada y la pobreza se enseñoreó en el país, verbigracia Encovi 2019-2020.

Ese mismo sujeto ofrecía justicia e igualdad, pero a la par se abrigaba con consignas que aumentaban su carisma mesiánico-religioso, por ejemplo: “Con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo”, “No hay luz, ni agua, ni trabajo, pero tenemos patria”. La irracionalidad se vestía con falsas camisas de progreso y segaba el raciocinio, además de cegarlo, pues iba en contra de los instintos de supervivencia.

Corría 2006 y varios años seguidos de jugosa renta petrolera permitían que los discursos sobre el desarrollo endógeno sonaran muy bonitos en boca del sujeto. Algunos, muchos en realidad, pensando en un supuesto nacionalismo, creían que —¡por fin!— se iba en camino de realizar el tan suspendido, aplazado y traicionado lema de Alberto Adriani cuando, a finales de la década de los 30 del siglo pasado, llamó a “sembrar el petróleo”. Recuerdo vívidamente a un señor en la plaza Bolívar de Cúa que vestía una franela roja con un lema en la espalda anunciando “desarrollo endógeno, soberanía agroalimentaria y la segunda independencia”; llevaba un cajoncito de buhonero para vender variadas baratijas, casi todas made in China. ¡Qué paradoja!

El mismo sujeto decide crear “zonas de paz” en los barrios populares y que para contener la acción hamponil y promover la convivencia pacífica. Encarga de ello, precisamente, a los pranes locales en conjunción con los grupos paramilitares mal llamados “colectivos”. A partir de allí los hacedores de vigilancia, paz y justicia son los distribuidores de drogas, los “protectores” del barrio, los controladores del clap, los portadores de armas de diverso calibre, hasta el punto que los cuerpos policiales deben pedirles permiso para entrar a esos paraísos de convivencia. En estas lides ha destacado una señora, administradora de las prisiones, que supo acoplar su amistad con los delincuentes, libres o presos pero muy activos, con los discursos procaces y amenazadores propios de “matones de barrio” y perdonavidas.

En sus altisonantes discursos, este sujeto no ahorró en improperios, insultos y groserías para referirse a sus enemigos, que no rivales, ya fueran candidatos, sacerdotes, dirigentes políticos, presidentes extranjeros, etcétera, utilizando motes que estigmatizaban a las personas: escuálidos, judas, frijolito, frijolito II, majunche, el diablo, cochino, entre otros. Este lenguaje descalificador, procaz y coprófilo era absorbido por la gente, que seguía sonriendo y agraciando esas imprecaciones, sin saber —la mayoría, al menos— que estaba siendo pasto de la irracionalidad y culturizado hacia el lumpenato (preguntad a Iris sobre el significado de este neologismo).

Ofender y denostar sin mostrar argumentos se hizo gracioso, pero era un recurso político, electoral e ideológico que estaba tratando de entronizar una manera de hacer política muy propia de los regímenes nazifascistas, de la creación de un enemigo estigmatizado que resumía todas las cosas malas frente al líder carismático y todopoderoso, al cual debía rendírsele culto. Y de ñapa, para completar el engaño, se dice que están construyendo el “socialismo del siglo xxi”. ¡Molleja de estafa!

Pero, pese a todas esas invocaciones propias del lumpen unidas a las creencias mágico-religiosas —ya fueran del catolicismo, de la santería o del evangelismo—, el intergaláctico desapareció de la faz de la tierra y dejó sembradas esas cizañas en la mente y la práctica de sus seguidores y de buena parte de la población. Quien asumió el testigo pretendería seguir haciendo lo mismo, pero, como no contaba con la magia de encantador de serpientes como el mentado, se vio obligado a hacer uso de aquel viejo y retrógrado adagio de que “la letra con sangre entra”.

Y la dictadura se hizo ahora muchísimo más manifiesta, más represiva, más abusadora, más desvergonzada y más mentirosa que nunca. Hasta el más pobre del barrio gritaba contra ese mandatario con adjetivos de todos los colores, pues lo señalaba como el culpable de las terriblemente pésimas condiciones de vida por las que atravesábamos, y que seguimos sufriendo, y en ocasiones exculpando a quien había sido el iniciador de esta catástrofe. Como sufrió la derrota electoral más estruendosa en 2015, al ser electa una Asamblea Nacional calificadamente en su contra, se construyó un parlamento a su gusto y conveniencia, y lo llamó asamblea nacional constituyente (anc), apoyándose en el ya descalificado e írrito tribunal supremo de justicia (tsj), y por supuesto —no podía faltar en una dictadura que se respete— con un alto mando a la medida de su capacidad de corromperse y de hacer las tropelías, torturas, ensañamientos, asesinatos que la imposición del terror demandaba.

De esa manera —con la misma obligación cabellérica de “aquí no se habla mal de”— se aprueba una ley por la convivencia pacífica, mejor conocida como “ley contra el odio”, en la cual ellos a discreción dicen quién comete una falta, quién violenta la paz y promueve la violencia, la combinan con traición a la patria, pues ellos son la patria, para imponer a sus opositores fuertes penas de prisión. En fin, una legislación para sancionar, perseguir y penalizar al adversario, como diría Luis Izquiel. Y la comisión-verdugo podrá saltarse el uso de tribunales y dictar medidas de aplicación inmediata. “Estamos a las puertas de que haya un tribunal de la inquisición o de que se haga un show político en el que se intente llevar a voceros, líderes políticos, opinadores y ponerlos frente al paredón del enjuiciamiento público, más que judicial, por haber manifestado de forma crítica”, advertía Andrés Cañizález.

Ese es el régimen al que nos enfrentamos y al que Nícmer Evans desnudaba con crudeza, pues se siente obligado a resarcir los daños producidos cuando en sus comienzos contribuyó a que este adefesio histórico cobrara fuerza. Ojalá quienes aún dicen tener un sentido de progreso, de justicia, de humanidad, tomen esta lección que está dictando Nícmer desde los calabozos del dgcim, ofreciendo generosamente su libertad para terminar esta tragedia.

Hoy, 13 de agosto, Nícmer cumple en las mazmorras de la dictadura un mes secuestrado. Hasta allá vaya nuestra voz de aliento y nuestro mensaje de esperanza de que más pronto que nunca podremos vencer este oprobio que rige los destinos del país y construir una nueva democracia que demuestre que hemos aprendido tanto de las razones que trajeron al mesías salvador de sabaneta, como de las más de dos décadas en que nuestro pueblo y nuestra nación ha involucionado en todos los aspectos de la vida ciudadana.

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