La pronta entrada de noviembre coincide con los tiempos brumosos. La grisura del ambiente se compadece con los deseos de un reposo momentáneo. Las luchas por avanzar en logros reivindicativos parecen pedir tiempo para la reflexión. Para acerar la organización, la unidad, y perfilar mejor las venideras contiendas.
Estos diez meses han mostrado que los trabajadores organizados pueden “echá una vaina” en este país, como me dijo Bernarda, una educadora jubilada que se niega a rendirse. Jubilados, pensionados, activos, del petróleo, la salud y las universidades, empleados públicos, de las empresas básicas y de las industrias privadas… todos unidos somos una fuerza para el cambio, que está construyéndose paso a paso.
Los asomos de intemperancia e insumisión, con un gran contenido social, muestran que —pese a la resignación de la dirigencia opositora y a la altanería de un mandatario usurpador y represivo— hay un pueblo que ha recogido las banderas echadas al suelo, casi pisoteadas.
Que la vida se abre paso, frase pronunciada en el filme Jurassic Park, cuando los dinosaurios revividos lograron reproducirse, pese a haberse fabricado solo hembras.
La firme posición de no seguir calándonos esta injusticia sistemática y este oprobio continuado merece una conducción que conjugue la respuesta inmediata, la defensa urgente de derechos violentados, con la búsqueda de transformaciones que respondan a las exigencias históricas de un país, de una nación, de un pueblo, sometido a las imposiciones de potencias extranjeras y de un puñado de supermillonarios, unidos hoy —viejos y nuevos ricos— por la manguangua de las zonas económicas especiales, verdaderas maquilas antinacionales y antilaborales.
Si algo ha quedado claro en este extravío mal llamado “socialismo del siglo XXI” es que produce pobreza a raudales, dependencia suprema, corrupción descomunal e inequidad en grados superlativos.
De allí que para nada me sorprendió que el llamado que hice a “cambiar la distribución de la riqueza” fuese entendido por la mayoría de los partidos del estatus —tanto oficialismo como opositores— como una vuelta al populismo de Chávez, de CAP, de Caldera…
La apología al libre cambio, al liberalismo y a la libre empresa no los deja ver el drama de los trabajadores asalariados.
En estos tiempos de medianía y mediocridad, son los trabajadores organizados los llamados a la creación de una fuerza social con alto contenido político y con elevada conciencia histórica. Incluso, más allá de las estructuras sindicales que lucen como incapacitadas para entender el reto que nos presenta la realidad venezolana.
Por supuesto que seguiremos trillando la necesidad de revitalizar el sindicalismo. No solo con sangre y caras nuevas, sino con una organización que se reivindique ante la enorme cantidad de trabajadores jóvenes que no miran hacia el sindicalismo ni de soslayo.
Ese nuevo sindicalismo también debe reivindicarse ante la sociedad, para ganarse el respeto como agente histórico de transformación democrática. Un sindicalismo clasista, democrático y combativo sería un pilar imprescindible a la hora de la reconstrucción de una nueva Venezuela.
La ceguera de las plataformas unitarias se debe al uso de unos lentes de suela que les impiden ver lo que hierve en el corazón del venezolano de a pie. Los partidos opositores se muestran desgastados, desfallecidos, sin aliento de vida, y no convencen para nada a los altos porcentajes de población que se opone a este régimen. Y, lo peor, ni siquiera hacen alarde de oponerse a las políticas de la dictadura… ¿será que las comparten?
Saludamos fervientemente los encuentros, reuniones, foros y debates que se están produciendo para dar cuerpo a esa ansiada unidad por salarios dignos, seguridad social, respeto a la libertad y autonomía, en defensa de la contratación colectiva.
Decenas de estos eventos se han producido en toda nuestra geografía y esperamos que muy pronto puedan concatenarse —respetando, por supuesto, las particularidades regionales o sectoriales— y coordinarse a escala nacional.
Lo más notable y aliciente de ellos es que están fundiéndose con una visión de país que rescata lo mejor de los inicios antidictatoriales de las gestas del siglo pasad. Además lo conjuga con la edificación de una sociedad en que las palabras democracia, justicia social, desarrollo nacional no sean solo meras frases para engatusar a la gente, sino llenas de contenido de un futuro visionario de progreso y libertad.
Excelentes temas de Bandera Roja ajustados a la realidad nacional