Yo, que he crecido bajo la el despotismo de Chávez y la dictadura de Maduro, me pregunto: ¿De qué democracia hablan? Un país donde las personas salen a protestar en defensa de sus derechos y son reprimidos por ello, no es precisamente una muestra de democracia.
Hace unos instantes me enteré de que 6 compañeros de lucha han sido condenados injustamente a 16 años de prisión. Los cargos por los cuales fueron condenados son: asociación para delinquir y conspiración. Fueron condenados sin pruebas que reflejen su culpabilidad.
Es que así sucede en este país. Si piensas distinto, si criticas y alzas la voz para denunciar lo que atenta contra la dignidad y el bienestar de las personas, terminas siendo un conspirador y traidor de la patria.
Siendo este el panorama, entonces yo también he conspirado contra este régimen, porque más de una vez he alzado mi voz para denunciar las injusticias que se van cometiendo contra los venezolanos, especialmente los más vulnerables. Injusticias que no admiten hacer silencio ni pueden obviarse.
Día tras día observo personas buscando en la basura algún alimento para comer. Veo niños que van al colegio caminando porque no tienen dinero para pasaje y menos para una merienda. También conozco padres y madres que dejan de alimentarse para que sus hijos puedan hacerlo (al menos, una vez al día). Conozco profesionales que cuentan un medio para completar un real para ir a laborar.
Si hablamos de los docentes, tienen un salario miserable que no les permite alimentarse y comprar medicinas. Los jubilados cobran una miseria. Veo como el trabajo ha perdido su valor de dignificar la condición humana. De elevar al ser humano y garantizar condiciones de vida dignas.
También sé de jóvenes que sueñan con ser profesionales universitarios y, aunque el contexto sea poco esperanzador, se levantan temprano para trabajar y estudiar. Muchos han dejado sus aulas de clases para ser sustento de su hogar. Muchos de estos casos fueron mis compañeros cuando estudié en la universidad.
También conozco una Venezuela donde los servicios públicos no funcionan: el agua se va diariamente o llega una vez a la semana. Los apagones de luz son constantes y duraderos. Es difícil acceder al transporte público porque no hay gasolina o gasoil para equipar.
La educación ha elevado sus niveles de deterioro. Se ha perdido la mano de obra calificada. Los académicos e investigadores han tenido que migrar a otras naciones buscando mejores condiciones de vida. La desprofesionalización está a la orden del día.
Aquí viene mi pregunta: ¿Realmente no hay razones para protestar en este país?
¡Desde luego que las hay! Basta con ver alrededor para encontrarlas. El detalle es que muchas personas sienten temor y no alzan la voz. Sienten miedo de ser amedrentados, reprimidos, torturados, llevados presos por luchar (tal como le han hecho a los 6 luchadores sociales). Hombres y mujeres que han sido la voz de muchos trabajadores. Hombres y mujeres que han sido la voz de una Venezuela que está clamando justicia y libertad.
Sí, es cierto que me siento indignada, y estoy en mi derecho de expresarlo. Lo escribo porque es una forma de drenar mi dolor e impotencia. Lo hago porque quiero que al leerme, la gente conozca de cerca la realidad de mi país y lo que pienso al respecto. Pero, sobre todas esas cosas, lo hago para dejar en alto a mis compañeros, porque ellos son y serán ejemplo de una Venezuela que se encuentra en resistencia y lucha por sus derechos. Una Venezuela que no se rinde, que sale a la calle todos los días, que se organiza y articula. Una Venezuela que puede cambiar su rumbo si se une con base a objetivos claros. El primero: salir del dictador y sus mafias criminales.
Lamentablemente, yo no conozco otra Venezuela que ésta que ha sido pintada de gris. Pero anhelo que mis hijos, cuando los tenga, puedan vivir en una Venezuela libre, con sentido nacional y de progreso. Después de todo, mi lucha es precisamente por esto, porque quiero que la generación futura no sienta el temor que yo he sentido al salir a la calle. La incertidumbre de que un día se lleven preso a mi compañero de vida por ser dirigente social, sindical, o simplemente por alzar su voz, marchar, protestar y defender los derechos de los trabajadores. El dolor y las lágrimas de ver condenados a prisión a los inocentes, mientras los corruptos están libres.
Hoy, me comprometo a seguir luchando junto a mi mejor escuela de formación: Bandera Roja. Seguiré luchando por los derechos de todos los venezolanos. Siguiendo el ejemplo de mis camaradas Reynaldo, Alcides, Néstor, Alonso y de muchos otros con lo que he coincidido en este camino. Luchando hasta ver caer a los que nos oprimen desde hace años. Luchando para reencontrarme con mis compañeros en libertad y en un mundo más justo y humano. Un mundo donde pensar distinto no sea causa de prisión.