Las elecciones para designar las nuevas autoridades de la Universidad Central de Venezuela, a realizarse el próximo 26 de mayo, se convierten en un hito histórico. Rescatar esta insigne y ancestral institución supone la atención de tres grandes cuestiones.

La autonomía, la búsqueda de la verdad y el espíritu crítico resumen lo sustancial de la universidad. En segundo lugar: la gratuidad y la lucha por presupuesto justo. Por último, pero no menos importante, la eficiencia y transparencia de las que debe hacer gala una institución llamada a ser ejemplarizante frente al país y la sociedad toda.

Esta cuestión de la autonomía es poco debatida en las universidades del país. Para quienes buscan convertirse en parte de la estructura de cogobierno universitario, es vital e indispensable dominar esta materia. La autonomía guarda un significado que resume la esencia de su tradición.

La autonomía universitaria se ha ido nutriendo y elevando en el transcurso histórico. Una cosa es la autonomía en sus orígenes y otra la que adquiere en su desarrollo, al desplegar virtudes y potestades que no sólo rompen con las imposiciones dogmáticas, sino que abren los caminos para la búsqueda de la libertad con base en los avances científicos.

En resumidas cuentas, la autonomía universitaria ha contado con un desarrollo que afianza el método de las aproximaciones sucesivas. Independientemente de que haya o no conciencia de ello. Se trata de un proceso ilimitado e ininterrumpido. Siguiendo a Heráclito: “La naturaleza ama ocultarse”. Proceso que es fácil de identificar en el campo de las ciencias naturales. No así en el de las ciencias sociales, cruzado por la lucha teórica entre quienes la asumen como mera apología del orden imperante y sus políticas, y quienes se inscriben en la idea de que toda ciencia, además de ir a lo esencial de la materia abordada, debe servir para su transformación.

La universidad debe rescatar su espíritu crítico. Es que el “término crítica significa la actividad de diferenciar lo verdadero de lo falso, lo justificado de lo injustificado: someter alguna afirmación o algún conjunto de afirmaciones a la crítica es examinar su validez o su justificación”. Concepto que supera esa relación escolástica de la razón con la fe, superado el oscurantismo católico. Ubiquemos, además, que “crítica y conocimiento van, pues, juntos”.

Vista desde esta perspectiva, la cuestión universitaria permite definir la renovación como un proceso. La renovación es una clara expresión de la crítica, que a su vez es el ejercicio de “establecer la verdad del acá, después que haya sido disipada la verdad del allá”.

La autonomía, en su desarrollo histórico, supone un derecho democrático que adquiere una gran connotación en la circunstancia venezolana. Para nada olvidamos la naturaleza de la universidad: forma parte de la superestructura de un Estado burgués dependiente y semicolonial, tenga o no la máscara de socialista. Por ello reproduce la ideología de las clases dominantes y de la oligarquía financiera.

Sin embargo, la autonomía se convierte en un espacio que deja rendijas que bien pueden ser usadas en favor de los intereses nacionales y populares. Asimismo, el desarrollo de las ciencias naturales y metodológicas permite que se haga lo propio en el campo de las ciencias sociales y humanísticas… y en la política contra la tiranía.

El espíritu crítico y la búsqueda de la verdad permiten, también, sustentar la denuncia contra la dictadura. Contra su política económico-social y la vergonzante entrega a potencias imperialistas. Éstas -ya sean rojas, azules o verdes- buscan afianzar el rol de sumisión de Venezuela a sus planes de coloniaje, en una división internacional del trabajo a su favor. Todo ello frena el desarrollo de nuestras fuerzas productivas.

La dictadura cercena los más elementales derechos ciudadanos, y frente a ello las universidades pueden brindar espacios para enfrentarla con más sustentación ideológica, política y orgánica. Junto al espíritu crítico, desde las universidades se puede reforzar la lucha en defensa de la autonomía y la gratuidad, desentrañando las injusticias a que se somete al pueblo venezolano.

Pueden brindar, a su vez, una propuesta de desarrollo como alternativa ante este estado de cosas. Frente al grillete que encadena el desarrollo nacional, las universidades pueden demostrar que el progreso se encuentra en la relación entre un aparato productivo pujante y profesionales formados en la ciencia y los desarrollos tecnológicos, la cultura y el espíritu transformador con sello soberano y popular. Esto devolvería a la universidad su puesto como la conciencia más avanzada de la sociedad.

Estos principios, que le sirven de fundamento a la universidad autónoma, deben realizarse en el más amplio espíritu democrático. Por lo que debe hacerse valer la rendición de cuentas frente al claustro universitario, así como la amplia consulta para la toma de grandes y trascendentes decisiones sobre su vida académica y sobre los grandes problemas nacionales.

Quien encarne estos principios fundamentales de la filosofía universitaria logrará, seguramente, rescatar la majestad rectoral, tan disminuida en las anteriores gestiones.

La gratuidad y el presupuesto justo

Parejo al desarrollo de la autonomía, el adecuado y oportuno financiamiento de las universidades ha permitido a muchas naciones contar con el talento humano para abrir caminos a economías soberanas, y cultivar las expresiones más avanzadas de la cultura universal. Ello explica que todas las naciones desarrolladas, en mayor o menor medida, financien la educación en general y en particular la educación superior. No es el caso venezolano.

Una nueva gestión rectoral deberá colocarse al frente de las luchas por un presupuesto justo para las universidades. Por salarios dignos para los profesores y personal administrativo y de servicios. Por becas y demás servicios para los estudiantes, lo que debe incluir todas las condiciones para el desarrollo de la vida estudiantil. En su conjunto, se trata de la defensa de la universidad pública y gratuita. Derechos constitucionales que en ningún caso debemos renunciar.

Se deben demandar los recursos para el mantenimiento de este “patrimonio mundial de la humanidad“ y para la actualización de laboratorios y proyectos de investigación en todas las áreas científicas y culturales. Se deben reactivar los intercambios internacionales, el aporte para la participación en congresos y seminarios, como fue tradición en la universidad desde que goza de autonomía.

Adecentar la institución

Los desmanes sufridos por las universidades venezolanas, sobre todo la Universidad de Oriente, han sido acompañados por prácticas que en nada ayudan a que las instituciones de educación superior sean el mejor ejemplo para la sociedad. Deben tener como respuesta la probidad y el desarrollo de políticas que acerquen a la sociedad toda en la atención de la problemática creada. Debe levantarse un movimiento social que se solidarice con la circunstancia universitaria, espacio que le ha brindado al país profesionales e intelectuales de altísima formación. Asimismo, debe haber probidad en el manejo de los recursos de la universidad, en todas sus instituciones y gremios. Las universidades deben ser un ejemplo positivo frente a la descomposición en el manejo de la cosa pública y de las riquezas del Estado, como lo refleja el último escándalo en relación con miles de millones de dólares de PDVSA, cuyo mal manejo ellos mismos lo han evidenciado.

El movimiento estudiantil, por su parte, debe ser apuntalado en la elevación de su espíritu de lucha y de conciencia acerca de sus grandes retos con la sociedad venezolana, con la universidad y consigo mismo. Las luchas por sus reivindicaciones, por tanto, deben formar parte de su propia autonomía. A eso debe contribuir la majestad rectoral. Las nuevas autoridades, respetando en todo momento la independencia del movimiento estudiantil, debe estimular los espacios democráticos para su participación en la toma de decisiones.

Estas ideas programáticas deberían servir para forjar juicios propios que conduzcan al apoyo de uno u otro candidato en las universidades del país, comenzando por la UCV el venidero 26 de mayo. Seguros estamos de que la realidad de las universidades encontrará quien encarne estas ideas.

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