Que vivan los estudiantes
Jardín de las alegrías
Son aves que no se asustan
De animas, ni policía
Y no le asustan las balas
Ni el ladrar de la jauría

Violeta Parra


Córdoba, Argentina, 1918. Un grupo de jóvenes estudiantes, marcharon reclamando la democratización de la universidad, escribieron un manifiesto dirigido «a los hombres libres de Sud América», en el cual describían el rol político que jugarían los estudiantes, a partir de ese momento en la historia latinoamericana.

¿Qué los impulsó a realizar esta acción?

Se garantizaba la educación pública obligatoria desde 1884, pero básicamente para los niveles primarios. Luego al llegar al gobierno la Unión Cívica Radical, partido de extracción de clase media, sus bases exigen la democratización de las casas de estudios superiores. Todo en el marco de la revolución rusa, las conquistas de los obreros en Rusia, se transformaban en una exigencia de los trabajadores en el resto de los países.

Las peticiones estudiantiles fueron: mejorar los planes de estudio, ampliar la posibilidad de ingreso a las universidades de los sectores medios de la sociedad, elegir autoridades universitarias, en lo que sería un cogobierno entre alumnos, graduados y docentes. Solicitaban, además, que los docentes no fuesen meros repetidores de los textos de estudios de otros países, que repensaran y aplicaran el conocimiento de acuerdo a los países latinoamericanos.

Todas estas ideas se vuelcan en el Manifiesto Liminar, un escrito muy americanista, latinoamericano, donde dan a conocer las luchas de Emiliano Zapata y de Pancho Villa líderes de la Revolución Mexicana. Tuvo un fuerte impacto en el gobierno de Hipólito Yrigoyen.

Las propuestas se plasmaron en una nueva ley universitaria. Se aplica la libertad de cátedra, así cada jefe de cátedra podía dictar la materia según le pareciera, bajo ciertas normas. Fue la primera gran rebelión estudiantil, innovadora a nivel mundial y tuvo repercusiones en América Latina y en Europa.

Esta movilización estudiantil, recibió un importantísimo apoyo de los obreros organizados. Mientras el movimiento de estudiantes entendía la necesaria conexión que debía existir entre el modelo universitario y el modelo productivo de la sociedad.

Cincuenta años más tarde, un día 22 de marzo empezó la gesta del mayo francés.

Era la época de la guerra de Vietnam. En Nanterre, Francia, 1968, en respuesta al arresto de manifestantes que se oponían a la guerra, un grupo de estudiantes tomó la torre central de la universidad presentando un petitorio que incluía reformas educativas, así como transformaciones políticas. Nacía de esta manera el Movimiento 22 de marzo. El rector decidió cerrar el establecimiento y sancionar mediante juicio disciplinario a los revoltosos. Ante los hechos, los jóvenes trasladaron la protesta a La Sorbona y de este recinto académico a las calles parisinas.

Guy Debord, Cohn-Bendit, Viénet, René Driesel, Raoul Vaneigem o Mustapha Khayati fueron algunos de los referentes que arengaban: «La humanidad será feliz cuando el último burócrata sea colgado con las tripas del último capitalista».

El 6 de mayo las calles de París eran un hervidero. Más de 400 estudiantes se encontraban dentro de La Sorbona y otro tanto alrededor de la universidad, resistiendo la entrada de la policía a la institución. El presidente Charles De Gaulle declaró el estado de sitio y los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad se tornaron más violentos.

El 10 de mayo ocurrió uno de los episodios más famosos, la noche de las barricadas en el Barrio Latino. Las fuerzas especiales de la Compañía Republicana de Seguridad, reprimieron en forma violenta a los estudiantes, quienes respondieron con adoquines, convirtiéndose en un ícono de aquellas revueltas.

Las centrales obreras y sindicales se habían mantenido al margen hasta el 13 de mayo cuando convocaron a una huelga general. Obreros y trabajadores comunistas y socialistas salieron a las calles. Pararon los trenes, las fábricas, los aeropuertos, las industrias. No había precedentes de huelga tan masiva en Francia que lograse reunir a más de seis millones de huelguistas.

Aquella movilización estudiantil, se extendió desde los meses de mayo y junio. No pretendía hacer tambalear al poder de turno, sino obtener más libertades en el ámbito privado.

El Movimiento 22 de marzo, estaba formado por anarquistas, trotskistas, comunistas, libertarios y un grupo de llamados “indignados”. Firmaron un manifiesto inaugural en el que se mezclaban reformas educativas con peticiones políticas de carácter radical.

Las reivindicaciones abarcaban mayores libertades sexuales, educación igualitaria, movimientos antibélicos, feministas, ecologistas, se planteaban ante todo conquistas en el ámbito social y cultural, aunque partían de la certeza de que «todo es político».

Faltó una conducción de la clase obrera que se convirtiera en vanguardia y llevara a conquistas políticas que cambiaran en algo las relaciones de poder del sistema. El gran triunfador de esta gesta fue Charle De Gaulle, quien salió fortalecido. El presidente De Gaulle llamó a elecciones anticipadas para el 30 de junio. Su partido, la Unión por la Defensa de la República (UDR), salió victorioso y George Pompidou, quién había sido su primer ministro durante la revuelta, asumió la conducción.

En ese clima de luchas y rebeldías juveniles, en el año 1969, en Venezuela, los estudiantes universitarios asumieron algunas de las reivindicaciones del movimiento de Córdoba. Entre muchas demandas destacan el modo de producción de conocimiento, se fustigó la rutina administrativa de los profesores. Se criticaban las clases magistrales, la falta de investigación de los docentes. Se entró en una profunda reflexión, elaborándose nuevos programas y pensum de estudios, más vinculados a la realidad del país, y con una perspectiva de progreso para Venezuela.

Los estudiantes proponían nuevas y más democráticas formas de relacionarse, a través de asambleas estudiantiles, involucrando al cuerpo docente. Democracia directa, sin intermediarios fue la consigna, distanciándose de esa manera con la dirigencia de la FCU. El movimiento de renovación universitaria criticaba profundamente el rol de las universidades hasta ese momento. Las acusaban de servir de respaldo filosófico e ideológico de la sociedad imperante. La renovación cuestionó profundamente el papel que jugaban las universidades nacionales como legitimadoras de la razón dominante y del orden establecido.

Tamaño desparpajo no tardó en desatar la represión del gobierno para cercenar la autonomía. Así se ocupó militarmente a la UCV y todos los planteles de educación media y primaria que se habían unido a la protesta universitaria. Una razzia contra los estudiantes empezó, dejando como saldo varios estudiantes asesinados y otros encarcelados.

El rector José María Bianco expresó lo siguiente: (…) fuerzas oscurantistas están tratando de acabar con la autonomía universitaria. Grupos antinacionales y antiuniversitarios no pueden estar conformes que en la UCV se fragüen conciencias y posiciones nacionalistas. Los que quieren acabar el régimen autonómico y democrático de la universidad es porque saben que esta casa de estudios siempre se ha esforzado en abrir sus puertas a los jóvenes de las clases sociales menos favorecidas (Panorama 16-11-69)

Los cambios profundos a los que aspiraban no pudieron concretarse, ya que la universidad estaba inserta en un Estado capitalista, que la mantenía subordinada. No podía haber cambio posible si no era libre y autonómica. El status quo recurrió a un viejo método para detener y destruir a la renovación: decir que se estaba de acuerdo con ella, y ejecutar en la práctica otro tipo de medidas, que se disfrazaban con una retórica radical.

Largo camino de luchas y de vidas de estudiantes, ofrendadas por la autonomía universitaria.

En la segunda parte de este relato, se describirán las luchas estudiantiles desde los años 1990 hasta la fecha.

CONTINUARA. . .

 

 

 

 

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