Las víctimas de esta y todas las guerras, como suele suceder, son principalmente niños, mujeres y jóvenes del pueblo trabajador. Son la sangre sobre la que vencedores y vencidos apoyan sus memorias y excusas tras la violencia que se desarrolla por el antagonismo histórico entre opresores y oprimidos, sea por religión, propiedad sobre la tierra o mercados creados a fuego y muerte.

La primera víctima entre Palestina e Israel, luego del injustificable ataque terrorista del grupo islámico Hamas, vuelve a ser la verdad -propaganda mediante-. Y tal como sucedió en Ucrania con varias falsificaciones, detrás de la mentira van batallones de excusas y fusiles de justificaciones de la barbarie. Pero, aunque la brutalidad del terrorismo hace víctimas a israelíes y palestinos, no lo hace por igual. Una verdad como un templo… o una mezquita, que debe preocupar al mundo sensato con racionalidad militante.

Pero este ataque terrorista, aunque sea injustificable, hay que ubicarlo en su correcto contexto histórico, del que nadie sensato puede desprenderse a la hora de entender los procesos del mundo. Se debe condenar a Hamas sin apoyar al terrorismo de Estado de Israel, porque es una guerra fratricida y la historia lo demuestra. Veamos.

Origen del terror

La escalada de barbarie y pérdida de todo sentido de humanidad, no inició con el ataque de Hamas el 7 de octubre. Tiene orígenes hondos que no se pueden evadir. La solidaridad con unos u otros no puede ser una reacción instantánea que evada una historia de barbarie y colonización, incitada y orientada por los imperialistas desde hace al menos 80 años.

Al terminar la 2da Guerra Mundial, la ONU aprobó la división territorial de Palestina, buscando pagar la deuda con los judíos después de la matanza de la que fueron víctimas por mano nazi. Así nace el Estado moderno de Israel. Por tanto, de nada vale aducir el sentido de “propiedad” sobre la tierra establecido en la Torah o la Biblia, con 3 mil años de historia. Sin embargo, frente a ese argumento, recordamos que por 878 años los judíos se dispersaron por el mundo mientras el pueblo palestino se estableció en ese territorio, conviviendo con la minoría judía que se mantuvo.

Palestina, gobernada por árabes e islámicos hasta 1516, fue conquistada por el imperio turco (Otomano). Los palestinos (cerca de 500 mil) y los judíos (cerca de 50 mil) se unieron para luchar por la liberación de sus territorios. La batalla unió a ambos pueblos por su liberación. Y lo consiguieron. Varios siglos transcurrieron con relativa paz.

No es sino hasta la victoria aliada de 1945, que un acuerdo de la ONU impuso que palestinos (70% de la población con 92% de la tierra), redujera por fuerza su territorio a 43%, mientras que el 57% se le entregó a los judíos, que apenas concentraban 30% de la población y habitaba para entonces el 8% del territorio. El argumento: la Torah. Las motivaciones: un nuevo reparto del mundo. Jerusalén se consideró zona internacional. Es a partir de este despojo que comienza el odio que hoy emana sangre.

En 1948 los judíos proclamaron el Estado de Israel y estalló la Guerra Árabe-israelí, que fragmentó más aún el territorio. En 1967, tras la Guerra de los 6 Días, Israel ocupó Jerusalén, el Golán, Sinaí, parte de Cisjordania y Gaza. La propia ONU exigió a Israel (con poca firmeza) retirarse de los territorios ocupados de forma violenta, pero el Estado de Israel (que no su pueblo) se negó, aduciendo nuevamente la Torah.

Aprovechando a Dios

En este punto, el aprovechamiento por parte de los imperialistas se hace determinación fáctica e innegable, más allá de antecedentes histórico-religiosos. Estos “antecedentes” han sido excusas que han bestializado el combate por décadas. Es innegable que la barbárica colonización israelí y el despojo violento de tierras a los palestinos, so pretexto de una «herencia de Dios», iba a traer consecuencias. Pero no es religioso el asunto de fondo.

Desde entonces, en cada enfrentamiento, las cifras muestran desproporción. A cada 100 muertos israelíes sucedían miles de muertos palestinos y el despojo de nuevos territorios. Esto azuzó por años el odio, la venganza y una revancha que comienza a desconocer los límites humanos, siendo que las heridas dejadas tras el despojo, hoy son de muerte.

Una consecuencia es que la OLP (Fatah) perdió el control de Gaza, fundamentalmente por la forma encarnizada en la que Israel invadió, cercó y aniquiló a la población que habitaba ese territorio. Hamas nació aprovechando la ira acumulada, la violencia exacerbada de venganza y el odio entendible de un pueblo arrebatado de un país.

Este es el contexto que fuerza objetivamente el respaldo de la población de Gaza al grupo terrorista. Más de dos millones de palestinos habitan una tierra sacudida por bombardeos constantes y despojos progresivos, cerco (literalmente cercas metálicas) económico, comercial y humano.

Este asedio iba a traer, tarde o temprano, consecuencias. El teniente coronel Jonathan Conricus, portavoz del Ejército, describió el ataque del 7 de octubre como “el peor día de la historia de Israel (…) Nunca antes habían muerto tantos israelíes por una sola causa, y mucho menos por la actividad del enemigo en un solo día”, dijo, comparando el ataque con el “11 de septiembre y Pearl Harbour en uno solo”.

Pero estas consecuencias del asedio constante, son aprovechadas en las nuevas pugnas imperialistas que se desarrollan hoy. África, Ucrania, Latinoamérica… todos los enfrentamientos atizados por nuevos “repartos” violentos de fuentes de materia prima, mercados y dominación colonial imperialista. EEUU declara su apoyo a Israel y Rusia, a Palestina, y particularmente a Hamas. Pero un dato ideológico importante es que Hamas busca “purificar” (Islám)  a la sociedad palestina y liberarla de las “ideologías de izquierda”, como paso previo a la liberación.

Descabezando la verdad

En este contexto, los principales cañones se disparan desde los medios de comunicación al servicio de cada imperialismo. Lanzan misiles de noticias falsas, exageradas o fuera de contexto. La “decapitación de 40 bebés israelíes”, por ejemplo, ha destapado un debate que obliga a colocar las cosas en justa dimensión. El ejército israelí se limitó a negar tímidamente que «tenga conocimiento de que una masacre de este tipo haya tenido lugar en su territorio», y pocos medios han hecho eco del sinuoso desmentido. Pero no solamente lo evaden de forma insidiosa, sino que es algo a lo que la gente parece temer: la verdad.

Sin embargo, el 18 de septiembre, un mes antes de los ataques, la organización no gubernamental Save the Children denunciaba que al menos 38 niños palestinos habían muerto a manos de militares de Israel en Cisjordania en lo que va de 2023, la cifra más alta desde que existen registros.

Y es que la verdad incomoda. Padece de más rechazo que las mentiras fáciles, porque obliga al compromiso, a la toma de partido y a la confirmación de que sólo una racionalidad objetiva y científica permite la comprensión de los asuntos complejos de la humanidad.

Esta es una guerra urdida tras bastidores. Es algo sobradamente evidente. EEUU, Rusia, China, Irán, Europa, todos los imperialistas atizarán a cada bando y su “mano invisible” transmutará su enfrentamiento hacia los países sometidos. Niños, mujeres y jóvenes del pueblo trabajador, ponen nuevamente su sangre. En su honor, no dejemos que muera la razón. Condenemos el terrorismo de Hamas sin apoyar el terrorismo de Israel.

Tomado de El Pitazo

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