Era yo dirigente estudiantil de la UCV en ese tiempo. El día 24 de febrero de 1989 hicimos una reunión regional de dirigentes estudiantiles en la UCV y acordamos salir el lunes 27 de febrero a la calle a rechazar el aumento de la gasolina. Los compañeros del Politécnico Luis Caballero Mejias, entre los cuales se encontraban dirigentes de distintas organizaciones de izquierda, tomaron el Nuevo Circo. Ahí, quién estaba al frente era el camarada Antonio Espinoza, entonces de la UJR, hoy del PSL. Con él habían otros más. Resistieron los primeros enfrentamientos contra la represión en el lugar. Los motorizados llegaban y pedían orientación. Varios cientos fueron a los alrededores del terminal y cumplieron tareas asignadas. Las cumplían y volvían al terminal. Mientras esto sucedía en Caracas, en Guarenas los estudiantes del Luis Caballero Mejias, núcleo Guarenas, hoy Unexpo, dirigidos también por BR/UJR se habían lanzado a la calle para rechazar el aumento de la gasolina, una de las medidas del paquete neoliberal de CAP, que 34 años después, aplica Maduro pero ahora con mayor profundidad.
Desde la UCV salimos varios estudiantes en piquetes en dirección al Nuevo Circo, a apoyar a la gente que ahí se encontraba enfrentando a la PM y a policías sapos en civil. En el recorrido comenzamos a ver el cómo la gente saqueaba cualquier negocio, ya sea de comida, de electrodomésticos, de ropa, y otros productos a los que no podía acceder por los bajos salarios de entonces, aunque nunca peores a los de ahora.
Al llegar al terminal del Nuevo Circo, vimos a una multitud lanzando piedras a los PM. Eran más de 500 personas y como 15 policías motorizados. Tal vez eran más. Disparaban perdigones y cuando se les acababan los cartuchos, sacaba del cinto su arma de revolver y disparaban. Me quedé atónito cuando ví que la gente hacía caso omiso a los disparos. Seguían adelante. Los rodeaban y hacían retroceder a los pacos, como les decíamos a los policías entonces.
Confieso que me sentí muy impresionado al ver la disposición y la valentía de ese pueblo arrecho, enfrentando a la policía. Pero también lamenté la inexistencia de una vanguardia que orientara políticamente aquella masa dispuesta a todo. A los estudiantes aquello nos había superado.
Recuerdo bien que en unos de los repliegues de la policías, la multitud avanzó para capturar una posición que facilitaba la represión. En ese avance, un PM motorizado quedó rezagado y la moto le falló. La multitud avanzaba hacia el PM, quien descargó su escopeta tratando de parar al gentío. Cuando vio el PM que era imposible parar al bravo pueblo, salió corriendo. Casi lo agarran y lo linchan. Se salvó por poco. Entonces, esa multitud valiente y rebelde, al encontrarse en el lugar de donde antes le disparaban, celebraban con vítores y gestos de alegría y en medio de esas expresiones, tomaron la moto y la quemaron.
Se había avanzado, pues el pueblo había tomado la posición de la policía. Sin embargo, los «casco blanco» volvieron al rato disparando sus armas de fuego tratando de detener a la multitud que avanzaba, pero no tenía claridad hacia dónde. No percibí que buscaran tomar algún ente gubernamental.
Los uniformados llegaron con pistolas y metralletas. La multitud al ver que los policías no tenían escopetas de perdigones, colocaron de barricada un auto viejo que habían quemado. Buscaban piedras y objetos contundentes para lanzar a los policías. Estos disparaban sin contemplación a la gente. Varios cayeron heridos y los otros lo levantaban y llevaban a buen resguardo. Mientras nosotros, los estudiantes, varios militantes de la UJR de la UCV, nos unimos a los enfrentamientos. Lanzábamos también piedras y colocábamos obstáculos para dificultar el avance policial. En una arremetida de los pacos, cayeron heridos alrededor de 10 personas. Uno de ellos muy cerca de mi. De un tiro en una pierna. Sangraba mucho. Varios lo recogimos y lo llevamos lejos de la refriega. Al ver que el chorro de sangre no paraba, pedí que buscaran un palo. Me saqué la correa y le hice un torniquete. Otros hombres lo sacaron del terminal, supongo que a un lugar donde lo pudieran atender médicamente.
Cuando volvimos a la faena de confrontar a los policías, nos dimos cuenta que estaban llegando soldados del ejército. Ahí la multitud fue más precavida y bajó la intensidad de los enfrentamientos. Los uniformados avanzaban disparando a mansalva, dejando a su pasó muchos heridos y sangre. Vimos que era imposible confrontar con piedras a hombres armados y dispuestos a matar. Decidimos entonces retirarnos y recomendar a la masa en rebeldía que hiciera lo propio.
Desde aquella experiencia sé que el 27 de febrero de 1989 fue una respuesta espontánea, si se quiere primitiva, de un pueblo hambriento y hastiado de la corrupción, de la ostentación de riquezas de una minoría que pretendía empobrecerlo aún más. No había una vanguardia, no había un plan subversivo con objetivos de tomar el poder e impulsar un cambio. Pero los revolucionarios de BR y su juventud, la UJR, estuvimos presentes, junto al pueblo, como siempre.