Toda propuesta alternativa frente a la grave crisis venezolana debe contar al menos con un preámbulo que contemple dos cuestiones: una, la caracterización acerca del origen de la crisis y, dos, las perspectivas en que se inscribirá tal opción. De eso carecen absolutamente las ideas de la Academia Nacional de Ciencias Económicas (ANCE).
No basta con analizar la circunstancia venezolana con base en lo erróneas que han sido las políticas económicas de la dictadura. Se les critica, pero en esencia se proponen cuestiones similares a las adelantadas por Maduro, y en su tiempo por Chávez, pues la crítica no se sustenta en un análisis del origen sustantivo de la circunstancia venezolana.
La crisis que padece el país es el resultado de una larga historia de dependencia de intereses extranjeros. Los atisbos de desarrollo independiente fueron truncados apenas estaban brotando: comienzos de los 40 con Medina Angarita y la dictadura perezjimenista, y algunos momentos del período bipartidista, hasta 1989, como momentos destacados. De allí que el papel de Venezuela en la división internacional del trabajo (DIT), mientras ésta se afianza, frena el desarrollo del país. Tener presente esta premisa es fundamental para comprendernos y, a su vez, para buscar cómo romper los nexos que nos condenan a ese papel subalterno al servicio de intereses foráneos.
Desde la década de los 90 la cosa se pone peor, a partir del segundo mandato de Carlos Andrés Pérez. El liberalismo termina por llevarnos a la desindustrialización de lo poco alcanzado durante décadas. Chávez lleva este proceso a su máxima expresión. La caída de los precios y de la producción de petróleo nos lleva a la catástrofe actual. Pocas líneas de preámbulo, suficientes como para definir, a partir de allí, una propuesta programática.
Salir de esta crisis, derrocamiento de la dictadura mediante, debe suponer un camino al desarrollo. Ésa debe ser la primera orientación. Lo que supone impregnar, plenar, la propuesta alternativa con la esencia popular y nacional.
Los países que han alcanzado el desarrollo en términos capitalistas han transitado ese período de protección y canalización del ahorro a la inversión productiva. Creación de demanda interna y estímulo al consumo del producto nativo —aun en medio de la sobrexplotación de los obreros— forman parte de este proceso que se repite solamente cuando existe ese espíritu nacional, no patriotero.
El carácter popular es otra cosa. Dada la magnitud de la crisis, no satisfacer las demandas populares de las mayorías de los venezolanos estimularía cambios más radicales. A eso se enfrentan quienes buscan la reconstrucción de Venezuela sin atender las demandas de los humildes, de los pobres, de los desarraigados. Quienes apostamos a cambios más profundos que la modificación del régimen político, advertimos esto no porque le temamos a los cambios radicales, sino porque al luchar por ellos creemos deben estar asentados en una conciencia popular que les dé sostenibilidad en el tiempo.
Bien se merece el pueblo venezolano vivir un futuro mejor. No solamente se trata de que las condiciones que hacen de estas tierras una fuente de múltiples riquezas así lo permiten, sino también porque lo merece este pueblo que ha demostrado una y otra vez su bravura y disposición a la pelea por un mundo mejor. Cada etapa de la historia en que las luchas reflejan el despertar ha sido acallada con la violencia del poder en favor de los poderosos, de los dueños de los medios de producción, de quienes —por ser socios menores de los de afuera— buscan salvar sus riquezas y las condiciones para seguirlas incrementando. No olvidéis el “carmonazo”. Esa historia va a cambiar.
La reconstrucción
De allí que la reconstrucción nacional deba sustentarse en medidas que garanticen el despegue hacia el desarrollo, mediante la capitalización creciente de nuestras riquezas. Comenzando por la canalización del ahorro a la inversión productiva, que supone una nueva política bancaria y monetaria, así como el aumento sustancial del ingreso de los trabajadores que les permita mejores condiciones de reproducción. Paralelo al abatimiento de la inflación mediante el equilibrio fiscal, no solamente con emisión de dinero en forma de papel moneda o electrónico como expresión del oro, en manos del BCV y en circulación, así como de otros metales y divisas, sino también en correspondencia con el crecimiento económico que se alcance desde el primer día de desalojo de la dictadura. Como complemento deben producirse medidas unilaterales para la renegociación y moratoria de la deuda, así como la búsqueda de la condonación de buena parte de ella. Por otra parte, la recaudación estará basada en el impuesto a la renta de la producción de bienes y servicios y no en el regresivo impuesto al valor agregado (IVA).
En resumidas cuentas, se trata de crear condiciones favorables para el proceso de concentración de capitales y la producción nacional.
Si algo demuestra la historia del mundo, es que el desarrollo diversificado debe centrarse en la canalización del ahorro social a la inversión productiva, con sentido nacional. China, Estados Unidos, Japón y Europa, y más recientemente Corea del Sur, entre otros, evidencian esa afirmación.
Si algo debemos derruir es la idea de que la inversión extranjera directa (IED) e indirecta es fundamental para el crecimiento y desarrollo. En todo caso la IED debe circunscribirse a las áreas pautadas en la estrategia de desarrollo y bajo condiciones de sentido nacional, sin lo cual estaremos castrados de esta perspectiva. De igual manera, debemos partir de que el trato al capital nacional debe ser privilegiado por encima del internacional, no como lo estableció el chavismo en el artículo 301 de la Constitución.
La industria petrolera debe ser ajustada a las condiciones que brinda la deteriorada capacidad instalada y entrar en un proceso de recuperación en el cual se deberá jerarquizar la producción de derivados del crudo para satisfacer la demanda interna y para la exportación. Los recursos obtenidos por la venta del crudo deberán, en primera instancia, ser destinados principalmente a la recuperación de los procesos productivos más complejos de la industria, refinación y petroquímica, y a la inversión productiva en la vía de la diversificación industrial encaminada hacia la revolución industrial.
La minería, ya en pleno desarrollo, debe ser reconducida en su producción y en la realización de la riqueza creada. Debe ser intervenida radicalmente. En vista de que la riqueza producida por métodos depredadores viene deteriorando el medio ambiente de manera alarmante, se deberán implantar normas correspondientes para la protección de las poblaciones indígenas y del suelo. De igual manera, debe proscribirse el trabajo esclavo y, en general, las condiciones de trabajo bajo el control de mafias delincuenciales.
Buena parte de los recursos obtenidos en el negocio petrolero y la minería, deberán ser destinados a la inversión productiva, a la concentración de capitales. Esto, junto a la protección del mercado interno, garantizará un desarrollo en todos los bienes manufactureros que puedan sustituir el producto importado. En vista de que el producto nacional industrial, en las primeras de cambio, no tendrá competitividad en relación con el producto importado, se requerirá un correcto control de calidad por parte del Estado, mientras se cierra el mercado interno al producto importado sustituible. Es un proceso donde los patrones de consumo obligatoriamente deben adecuarse.
Relativamente sencillo es alcanzar la soberanía agroalimentaria en Venezuela. La amplia frontera agrícola es el principal respaldo de esta afirmación. La asistencia crediticia y técnica permitirá el apalancamiento de la elevación de la producción de manera acelerada. La protección del mercado interno y la creación de mejores condiciones para el transporte y el mercadeo complementarían las perspectivas de avance y progreso.
La relación con el sector externo será atendida con base en la política de ampliación de la producción creciente de los bienes y servicios importados a ser sustituidos, mediante la protección del mercado interno. Política fundamental para garantizar el interés nacional.
El salario de los trabajadores debe satisfacer sus aspiraciones. Hacer valer el artículo 91 de la Constitución, en primera instancia. La canasta básica se verá cada vez más nutrida, en la medida en que crezca la producción, por lo que el salarió real será cada vez más elevado.
Ésta parece ser una de las demandas más sentidas del pueblo y la más ignorada en la propuesta de ANCE y en otras hechas por economistas y políticos. Pero ella resulta fundamental para la recuperación y reconstrucción del país. No solamente se trata de una reivindicación elemental y justa para los trabajadores y sus familias, sino que representa un estímulo fundamental en la reconstrucción. Son los creadores de la nueva riqueza los que más deben ser premiados en este proceso. Además, como estímulo a la capacidad de demanda, representa un buen incentivo para la producción de bienes y servicios.
Los trabajadores públicos deben recibir un salario en correspondencia con sus funciones dentro del aparato de Estado, cuestión que debe apuntalarse con el correcto manejo de la deuda pública y con el freno —mejor, con el cese— a la corrupción y descomposición de las funciones estatales, llevadas al extremo en los últimos tiempos. Ello permitirá una justa canalización de los recursos para contar con un aparato de Estado eficaz para la atención de los servicios, principalmente en salud y educación, además de la seguridad social y personal.
Una nueva democracia supone un proceso de reinstitucionalización basado en la nueva ética de servicio publico que coloca el interés nacional y del pueblo por encima de apetencias particulares e individuales. La democracia directa, contemplada en la Constitución a través de las asambleas de ciudadanos —bastardeada por el chavismo con las supuestas leyes del “poder popular”—, recibirá un empuje tal que permitirá una participación ciudadana en la toma de decisiones de las cuestiones de Estado y de gobierno.
Estas propuestas programáticas resultan suficientes y necesarias, junto a la libertad de los presos políticos, para unir a todas las fuerzas políticas y sociales que buscamos salir de la dictadura.
El debate sobre las inversiones extranjeras directas e indirectas
Los objetivos y metas de esta perspectiva programática pueden alcanzarse contando con los recursos propios. Sin embargo, serán bienvenidas aquellas inversiones que permitan apuntalar sectores e industrias que se inscriban en las perspectivas del desarrollo diversificado de la economía. De resto, debemos traer la idea que imperó en naciones que hoy gozan del desarrollo y han alcanzado la revolución industrial.
Dirán los apologetas de la inversión extranjera que China es la más clara evidencia de la fuerza de su fetiche, con una realización brutal e indiscriminada. Sin embargo, la cosa no es homogénea, se correspondió siempre a los parámetros dictados por el proyecto de la nación asiática de convertirse en gran potencia. Una cosa es la política que desarrolló China desde tiempos de Deng —ofreciendo la ventaja comparativa que supusieron las Zonas Económicas Espaciales— y otra la inversión que realizan los capitales en economías dependientes y semicoloniales como el caso que nos ocupa.
De otra parte, los capitales no son iguales. Los capitales industriales —de las grandes industrias, sobre todo— compiten a muerte con los rivales. Mejor calidad y menos precio supone mayor tecnología, esto es, mayor composición de capitales, o sea, la relación de capital variable con capital constante. De trabajo vivo, humano, con trabajo muerto o pasado. Pero no buscan contribuir con el desarrollo de los países que dependen de una potencia imperialista. Apenas aprovechan las ventajas en los sectores que les convienen a sus intereses y, a la par, afianzan aún más la especialización en la DIT.
Para romper ese condicionamiento debe imperar el sentido nacional. Ése es el reto de Venezuela. El sentido nacional es expresión de una cuestión orgánica, objetiva, no un deseo abstracto e incorpóreo. Se convierte en una fuerza material toda vez que va orientando la economía en una dirección. Ésa es la diferencia entre las naciones en las cuales existe esa subjetividad —como resultado de los capitales en manos de capitalistas que buscan preservar y ampliar las condiciones para producir, competir y ampliar sus mercados— y los países que terminan siendo apenas proveedores de materias primas y mercados de los anteriores, resultado de que los dueños de los medios están atados a socios mayores y castrados del sentido nacional.
A su vez, la DIT también es un asunto orgánico. Es el resultado de las tendencias y contratendencias que permiten una cuota de la ganancia favorable a la ampliación del proceso de acumulación de las naciones de mayor desarrollo en términos capitalistas, con base en la búsqueda de materias primas más baratas, expansión del mercado exterior e inversión en determinadas ramas y procesos en los cuales pueden ser más elevadas las cuotas de beneficios, pero bajo nexo dependiente de los centros del capital. Eso va afianzando los esfuerzos de una nación para imponerse a los intereses de las áreas de influencia que se van configurando en su entorno.
En conclusión, la reconstrucción y el desarrollo de Venezuela debe sustentarse principalmente en sus propias fuerzas y recursos con un sentido nacional y popular. Capitalizar la riqueza y el ahorro nacional, desarrollando la industria pesada, de la cual contamos con buena base, y echar a andar la industria liviana y ligera hacia la revolución industrial.