Quienes comprenden la política como actividad limitada a una especie de “elegidos”, denominados “clase política” o grupo social llamado “los políticos” sobre los asuntos públicos; o la política como las acciones de un grupo social o de individuos en el sentido de las relaciones de poder, no pueden comprender el momento histórico que cursa el país y quizás, el planeta.

Algunos opinadores aducen las situaciones de reflujo de la participación social en los asuntos públicos o de lo que ellos consideran “lucha política”, al “hastío” o la “decepción” de la ciudadanía frente a los “errores” del grupo de políticos de turno, opositores o gobernantes, por más movilizaciones que se hagan frente a sus ojos. No ven el desarrollo de la política en el terreno de la lucha social y, en definitiva, la lucha entre opresores y oprimidos, cada vez más aguda y enconada.

En Venezuela, los directores y dueños de medios de comunicación, junto a opinadores, le llaman “lucha social”. Imponen, algunos de forma ingenua o inconsciente, una suerte de categorización que separa la lucha entre opresores y oprimidos de la lucha política o más exactamente la lucha por el poder político. ¿Y acaso no es lucha política la lucha de los pensionados por pensiones dignas o la lucha de los profesores por salarios correspondientes a su labor?

Hay un “sentido natural” en esta forma de comprensión de lo político, que descansa en el concepto de evolución histórica. Actúan de forma relativamente espontánea, figurativamente “natural”. Muchos de quienes así piensan, responden como cuerpo de reacción frente al eventual e inevitable cambio radical de las relaciones imperantes. De ahí justamente proviene la categoría de “reaccionario”.

Cada momento histórico se considera a sí mismo el final del desarrollo, del que todas las anteriores formaciones sociales han sido su antecedente lógico y en el que solo resta el perfeccionamiento del funcionamiento procedimental del presente. Cualquier idea de continuidad evolutiva resulta ofensiva y hasta criminal. En palabras del genio de Trier, “la así llamada evolución histórica reposa en general en el hecho de que la última forma (económico-social) considera a las pasadas como otras tantas etapas hacia ella misma, y dado que solo en raras ocasiones, y únicamente en condiciones bien determinadas, es capaz de criticarse a sí misma […], las concibe de forma unilateral”. Paréntesis mío.

No pueden, entonces, concebir que su existencia como formación económico-social es el tránsito hacia una forma superior del desarrollo histórico. Ven en “el fin de la historia” o la inmutabilidad de las relaciones y formas sociales, la eternidad de la humanidad y particularmente del país. Entonces, le brindan a la política una consideración propia del “perfeccionamiento” de la etapa histórica presente y no el conflicto propio del desarrollo, del tránsito de formas inferiores a formas superiores de organización de la sociedad y, por ende, de la producción.

La política, por el contrario, es la lucha entre quienes tienen el poder político-económico y quienes no, pero en su sentido más general, abstracto. No en el sentido de quienes gobiernan y quienes no, en un período corto y sensorialmente inmutable de la historia. Esto es, hegelianamente hablando, en el sentido de la lucha entre los que oprimen (y se dividen el trabajo de la opresión en las distintas formas organizativas que adquiere esta función) y los que sufren de dicha opresión, en un amplio período histórico.

La lucha política, entonces, se presenta siempre de diversas formas. Las luchas por la democracia o por los derechos sociales son igual de enconadas y masivas que las luchas por el salario o condiciones de vida. Así ha sido históricamente. Pero los cambios importantes de la historia contemporánea han estado más de la mano de las luchas por las condiciones de vida que por el “perfeccionamiento” de las relaciones políticas de gobierno. Que haya una dirigencia política circunstancial que evada ciertas luchas o que crea que, evadiendo su responsabilidad frente a ellas, hará que no existan, es soberbiamente ingenuo. La lucha política continúa y se brindará su propio liderazgo, como se abre cauce el río pese a las represas que la humanidad construye.

 

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