La política es el comportamiento de las clases, de sus expresiones políticas y de la gente, en relación con los asuntos de Estado. Partiendo de que la ideología dominante es la ideología de las clases dominantes, los partidos que representan los intereses de lo establecido asumen la política y su conceptuación en correspondencia. Otros, representantes de intereses radicalmente opuestos a los anteriores, propenden a la asunción de posiciones subversivas. De allí las prácticas concretas. Van desde un extremo de indiferentismo y vacilación, hasta las que asumen el enfrentamiento de manera firme; unos por afianzar o salvar el estado de cosas, otros en su contra.

De allí devienen la diversidad de posturas en cada circunstancia histórica. Ello explica, por ejemplo, las grandes diferencias que se presentan dentro de la oposición acerca de la circunstancia venezolana y de cómo atenderla. A esto se suman las incidencias del imperialismo en relación con la política en los países en que ejerce su influjo. O cuando se disputan un área de influencia y cuentan con factores políticos a su favor. Es nuestro caso, en que existen expresiones políticas diversas que por ser dependientes de las definiciones foráneas, andan a la espera del dictado, cual alumno de los primeros años de escuela. De allí que colocan en estado de latencia en torno de lo fundamental, sin descuidar sus ansias de hegemonizar.

Cada una de las fuerzas encontradas apela a diversas estrategias y a las formas de lucha correspondientes. A diferencia de la política, no guardan relación con una posición de clase, que no sea su realización contra un sector u otro de la sociedad, o la manera de realizarlas. La lucha guerrillera, por ejemplo, ha sido asumida, desde tiempos de la guerra de independencia en España contra el rey llamado “Pepe Botella”, hermano de Napoleón, entre 1808 y 1814. También se desarrolló en la guerra nacional de independencia en Venezuela. En México, contra Maximiliano, jugó un papel fundamental en la derrota del ejército del usurpador. En Cuba, luego de la revolución de 1959, principalmente en el Escambray, se desarrolló la lucha guerrillera de fuerzas contrarrevolucionarias contra la revolución liderada por Fidel Castro, quien por antonomasia representaba esa forma de lucha como camino estratégico para la conquista del poder.

Pero la política es otra cosa. Busca orientar y jerarquizar las distintas formas de lucha con base en los objetivos planteados en cada caso. Mediando la unidad de fuerzas diversas. De allí que se encuentren escollos difíciles de sortear, si no existe concierto o convenimiento de propósitos y un elemental principio ético: colocar los intereses colectivos por encima de las apetencias particulares.

Por ello, partidos y sectores que representan intereses históricos diferentes deben unirse para enfrentar regímenes como el que sufre Venezuela. La unidad se centra en torno del objetivo de salir de la dictadura. Apenas a eso se ha podido llegar hasta ahora.

La política y la oposición

La política se inscribe en esa relación entre estructura y superestructura. El conflicto entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones imperantes que las frenan, es atendido con base en los intereses de clase de cada una de sus expresiones, incidiendo el imperialismo a través de sus bases de apoyo. De allí las posiciones políticas concretas.

Ante todo, esto obliga —al menos a quienes asumen la política desde la perspectiva de los sectores subalternos— a analizar las relaciones imperantes y las posturas de las clases y sectores de clase que ellas configuran. De su comportamiento en medio de su desarrollo. Más en el caso que nos ocupa, cuando el país vive una transición que la lleva de una economía petrolera a una petrolera-minera. En su curso, algunos sectores vinculados a la industria de manufacturas se convirtieron en importadores, papel que seguirán jugando en esta transición. Otros vienen abarcando minería y negociados con el régimen. Además, personalidades del chavismo, convertidos en dueños de grandes riquezas, se van convirtiendo en integrantes de un bloque de la dominación que, pese a lo endeble que es, le brinda perfiles ideológicos a la farsa.

Eso debe ser analizado a profundidad, si queremos comprender el comportamiento de muchos factores políticos, sobre todo esos que vacilan y cambian de línea una y otra vez, hasta aproximarse a una salida negociada. Lo anterior explica ese comportamiento. De allí el agotamiento de la política hegemonizada por el llamado G-4.

A su vez, se debe tener una comprensión, lo más acabada posible, sobre las determinaciones superestructurales, culturales, estados anímicos, aspiraciones de la gente, de las clases, entre otras, para definir el accionar inscrito dentro de un objetivo estratégico determinado. En nuestro caso, lo hemos definido bien claro: salir de la dictadura a través de una amplia participación popular.

Hacer política debe suponer, en definitiva, rigor en el análisis de las condiciones objetivas y subjetivas. Es lo que nos permite hacerla de manera consciente y no guiados de manera ciega, por un supuesto instinto y cálculo político subjetivo, a partir de los efectos del engaño. Recordemos la máxima marxista: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”. Lo que obliga al análisis de las determinaciones de cada momento histórico.

La política, desde que existe, ha supuesto la capacidad de sumar voluntades y fuerzas para preservar lo establecido o para destruirlo. Si no se logra, difícil que se alcance el objetivo que se persigue. En circunstancias como la que vive Venezuela, esta premisa es más perentoria, si partimos de la urgencia que tiene el pueblo de superar este estado de cosas, en una perspectiva popular y nacional, claro está. Eso parece no ser posible con las orientaciones o dictados provenientes del G-4. La imposibilidad de unir fuerzas y voluntades se ha convertido en su gran falencia como dirigentes. ¿O dueños?

No basta con determinar el enemigo a vencer. Hay que caracterizarlo y ubicar sus fortalezas y debilidades.

La dictadura encuentra en su aislamiento del pueblo su principal debilidad. De igual manera, la política asumida por dos bloques imperialistas lo debilitan. Estados Unidos y Europa, junto a buena parte de los países a ellos dependientes, principalmente, le tienden un cerco que ha afectado las posibilidades de recuperación económica y agudizado la crisis. Así, la dictadura está por caer… pero no hay quien la empuje.

Las fortalezas de la dictadura son importantes. La primera es que la oposición no busca unificar fuerzas, ni define una estrategia clara en correspondencia con el momento. Existe el descontento generalizado en las grandes mayorías, pero no es encauzado en alguna dirección. No hay propuesta alternativa que estimule a los pobres a incorporarse a la pelea.

Por otra parte, la dictadura cuenta con el apoyo de potencias que se disputan la hegemonía mundial. China y Rusia no son poca cosa.

Otro aspecto que ayuda al régimen es la afluencia de dólares a la economía que viene nutriendo un sector social capaz de realizar una demanda creciente. Son muchos los aspectos que inciden en este orden. La entrada de dólares es tal que hasta han incrementado un tanto, no mucho, el salario de los petroleros y se encaminan a atender otros sectores. Pueden gozar de una pequeña recuperación y convertirla en ilusión. Eso debe ser atendido prontamente, apoyados en las luchas de los trabajadores por un verdadero y real salario, combatiendo el tonto argumento de que todo “aumento” genera inflación. Hasta ahora, quienes dirigen a la oposición desde las alturas no logran comprender este asunto. De allí sus pocos esfuerzos por tener en cuenta las demandas populares. Parece asustarles un futuro en que los trabajadores reclamen por sus aspiraciones.

Ese es el escenario a atender en esta etapa de la política unitaria.

La indefinición estratégica

Ahora bien, luego de caracterizar la situación concreta, se debe definir una política en correspondencia. Supone, antes que nada, la definición del objetivo estratégico. La disposición de las fuerzas dispuestas a alcanzarlo. El programa que unifique a las fuerzas sociales y políticas.

En este escenario, caben las maniobras, pero no el engaño que la gente, a la postre, ve y siente como un contrasentido y revierte su molestia contra quienes lo practican.

En este sentido, resulta desesperante la actitud de factores de la oposición que cuentan con el favor de potencias extranjeras en las definiciones para salir del régimen. La “unidad” de quienes se creen “propietarios” de la oposición va dando bandazos, sin rumbo, aunque con una sola idea fija: hegemonizar el escenario. Parece no importarles la situación del pueblo. Para ellos es subalterno analizar las condiciones que vive la economía, trágica para las mayorías, pero favorables para el cambio. Esperan la línea, pero viene con vacilaciones que son expresión de las propias dudas imperialistas. De las diferencias entre los bloques imperialistas que inciden en esos factores. Además, no es de extrañar que el bloque imperialista que apoya a la dictadura extienda sus redes para hacer vacilar a más de un factor opositor, total: los rublos y los yuanes también tienen respaldo económico real.

Así, el cambio de estrategia —pasando de la idea de la rebelión para salir de la dictadura, a la de una negociación que siente las bases para una salida electoral— parece ser el resultado de una mera vacilación. Sin embargo, debemos analizar de dónde viene ese bamboleo, ese vaivén. A falta de evidencias, debemos apelar a la especulación, aunque con algunos asomos de razones. Es que vivimos tiempos en los cuales son varias las expresiones políticas de los sectores económicos pudientes que se hallan en incertidumbre —baste con ver la posición de Fedecámaras—, dada la reconfiguración de la estructura económica a la que conlleva la transición de la economía de una etapa a otra.

Los estadounidenses parecen no tener clara la situación política de Venezuela, particularmente de la oposición. Europa se muestra también llena de incertidumbre. Mantienen las sanciones, las amplían, pero no definen claramente una estrategia. La negociación luce como su meta. No descartan meterse en el negocio que pueden brindar los chavistas.

Por ello, mientras Noruega y China finalizan un tratado de libre comercio, Oslo se apresura a impulsar una nueva negociación de la dictadura con la oposición. Incluso sin darse garantía alguna de que esas posibles negociaciones brinden algún resultado positivo para Venezuela.

Nueva opción

Sin embargo, una correcta dirección estratégica con un programa que le dé esperanzas a las grandes mayorías podría hacer que los vacilantes se empinen y los consecuentes afiancen aún más su condición. Sectores del capital que se encuentran a la expectativa de lo que pasará económica y políticamente, a la hora de tomar partido en una u otra dirección, se verán comprometidos con la idea del cambio, en lo que vean las fuerzas y su disposición para alcanzar la victoria. Hoy vacilan, algunos se comprometen con la dictadura para sacar provecho de algún negocio, pero, si ven perspectivas de triunfo, seguro que se inclinarán a favor de las fuerzas opositoras.

En estas circunstancias, aparece una nueva esperanza con el Pacto para el Restablecimiento Constitucional. Activación ciudadana, con el 333 constitucional. Bien podría dar cuenta de lo antes indicado: labrar una dirección política capaz de unir y orientar en una clara dirección, definida en su propio título.

De entrada, representa una opción frente al escepticismo que se ha afianzado debido a la errática oposición. Puede convertirse en un verdadero escenario unitario democrático. Los escollos que supone la creación de este tipo de organización ciudadana —al parecer impregnada del espíritu correspondiente— serán superados fácilmente. Así lo anuncian al asumir la unidad como principio fundamental de la política, así como las perspectivas que brinda para construir un país mejor con sentido nacional, capaz de satisfacer las demandas de los trabajadores.

Esta iniciativa podría convertirse en la referencia necesaria en medio de la urgencia nacional. Le deseamos éxitos ya que apunta por una salida en favor de Venezuela y su pueblo.

Publicado en El Pitazo

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