Desde hace tiempo sabemos que las elecciones presidenciales, independientemente de la fecha en que fueran convocadas, serían una confrontación política, no necesariamente violenta, pero que contaría con jugadas políticas nunca vistas por parte del régimen, justamente porque ha perdido el relativo apoyo popular que alguna vez tuvo.

Así, asistimos a inhabilitaciones de dirigentes políticos que pudieran significar un peligro para mantener en el poder a Maduro. La más reciente es la aplicada a María Corina Machado. Fuimos testigos de maniobras que contaron con la «colaboración» de dirigentes supuestamente opositores comprados por el régimen para montar la tramoya.

También fuimos testigos, desde hace 10 años, del robo de tarjetas electorales de partidos de oposición y de partidos que en algún momento apoyaron al chavismo. El más reciente robo de tarjeta es el que le hicieron a los camaradas del PCV, junto con Nuvipa.

Asimismo, vimos cómo de la noche a la mañana, como acto de magia, aprueban la legalización ante el CNE de partidos que facilitan la estrategia gubernamental.

El objetivo es generar confusión, división, incertidumbre y rabia para que buena parte del pueblo venezolano, dominado por la indignación y de forma espontánea, decida abstenerse en las elecciones del 28 de julio.

La última jugada del régimen ha sido la de impedir, sin base legal alguna, la inscripción de Corina Yoris como candidata unitaria de la principal coalición opositora del país, la Plataforma Unitaria Demócratica (PUD).

Ante estas y otras maniobras que buscan estimular la abstención, debemos ratificar que en esta oportunidad, la participación electoral es la vía correcta para lograr el inicio del cambio anhelado por los venezolanos. Eso implica que debemos dejar de lado esa mala costumbre de sustituir la realidad por nuestros deseos, esto es, seguir diciendo que MCM debe ser la candidata, o en su defecto, Corina Yoris, por ejemplo. La realidad es, nos guste o no, que no serán candidatas, pero tienen un rol importante que cumplir en el camino hacia la victoria. De eso no hay dudas. 

Lamentablemente la oposición en su conjunto (no solo la PUD) no ha tenido la capacidad de generar una presión social demócratica, pacífica y cívica, que dé al traste con la estrategia del PSUV y sus aliados.

Tenemos que responder con coherencia y audacia ante las acciones del régimen. Esto significa que debemos ratificar el sentido estratégico de la unidad. Sin tener claro eso, se le dará chance a los oportunistas, a los colaboracionistas que sirven a la estrategia gubernamental.

Hay que presionar a la dirigencia opositora para que se unifique en torno de una sola candidatura. No importa el nombre. Eso es lo de menos. Lo importante es que esa candidatura, sea de una mujer o un hombre, represente el espíritu unitario de las primarias del 22 de octubre de 2023, que sigue intacto, y creo que repontenciado.

Asimismo, debemos estimular la organización de base para atender todo lo relacionado con lo electoral, desde las captación, la organización y la movilización del voto, como las tareas que coadyuvan a lograr el objetivo: la victoria electoral el 28 de julio. Poner a toda la sociedad a trabajar para dar una derrota electoral a Maduro, como la que se le dió a Chávez con la reforma constitucional en 2007 y la victoria parlamentaria de 2015. Esas organizaciones de base (póngales el nombre que sea) son la fuerza social que garantizará la victoria ante la posibilidad de que el régimen se decante abiertamente por el fraude electoral, luego de la avalancha de votos que obtendrá la candidatura unitaria por el ejercicio pleno  de la soberanía popular el 28 de julio.

Vamos a organizar la victoria. Exijamos unidad. Promovamos la participación electoral. Porque todos unidos, con el que sea, ganamos.

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