Las lluvias son una manifestación de la naturaleza, nos ayudan a que las siembras se desarrollen en buen estado. Nos proveen de agua dulce para beber. Nos tranquilizan cuando escuchamos su ruido caer sobre los techos de zinc. Incluso pueblos originarios fabrican un instrumento con semillas, reproduciendo el sonido tranquilizador de la lluvia. Yo elijo vivir en un sitio lluvioso, donde en las mañanas amanece con bruma. Recuerdo las primeras frases de un libro que me gustó mucho, lo leí hace años. Su título, Cumbres Borrascosas, la voz narradora dice: ≪el día amaneció gris y opaco≫. Esa frase me marcó para siempre, la encuentro muy linda. Me transmite tranquilidad y quietud.

En ocasiones la lluvia se puede convertir en tragedia. La sabiduría popular nos enseña: tanto da el agua al cántaro que este termina por romperse. El mundo está cambiando nos dicen algunos, es por el calentamiento global aportan otros. Tragedias han existido siempre, pero no con la magnitud que observamos ahora. ¿qué sucede que lo hace diferente en estos últimos tiempos?

Varias razones existen, en un artículo de Manuel Paredes, Las lluvias en Venezuela, tragedia humana que se repite, está claramente explicado. Pienso que la principal causa es la implementación de un modelo neoliberal, que profundiza las desigualdades que existen en el país. Salarios de hambre, cada vez más exiguos, obligan a los pobladores a dejar de último las necesarias reparaciones de sus viviendas. El alto precio de las viviendas y de los terrenos, obliga a la mayor parte de los venezolanos a construir en los sitios más peligrosos.

Desde el gobierno se evidencia una ineficacia para atender el necesario mantenimiento de infraestructuras, como carreteras, puentes, servicios básicos como electricidad, agua potable. Creando de esta manera, las condiciones para que sucedan tragedias, como las que desgraciadamente observamos en Las Tejerías, por el desbordamiento de la Quebrada Los Patos. También al sur del Lago de Maracaibo, y otras zonas tales como San Timoteo, Tomoporo, y en sectores de Trujillo y Mérida, sucedieron desastres naturales que afectaron a miles de personas. En el oriente también hubo dos ríos desbordados, específicamente en Maturín, Amara y Maripito, dejando 480 familias damnificadas.

La periodista, Del Valle Canelón, dice que ya existían estudios previos que daban cuenta del peligro que existía en Las Tejerías. Recuerdo haber visto en twiter once días antes, donde se mostraba un video que dejaba ver como el agua inundaba todo, llevándose una casita y a un motorizado, mientras la gente gritaba.

La historia parece repetirse siempre y no aprendemos. Sucedió con el deslave del Estado Vargas, más cercano geográficamente.

Ocurrió tambièn en el kilómetro dos de la carretera Panamericana de Caracas a Los Teques. Hoy nuevamente están las construcciones en el mismo sitio. Bajaba de mi domicilio y veía correr el agua, color marrón. Lo mismo que aparece en los videos de la tragedia. Eso me muestra que las lluvias arrastran la tierra. Me doy cuenta de que no hay árboles ni vegetación suficiente que la frene, es demasiada la cantidad de agua, la tierra no alcanza a absorberla.

Se le suman los malos y casi nulos desagües que ayuden a canalizar las aguas, para aminorar el desastre. No existe una previsión necesaria desde el gobierno central, ni local.

Los caminos totalmente deteriorados por el cual los campesinos, productores de papas deben sacar su cosecha en mulas, precarizan más aun su calidad de vida. Estas inundaciones se traducen lamentablemente en pérdidas de las cosechas. Para los trabajadores del campo, que han realizado grandes esfuerzos para seguir sembrando, a pesar de la falta de insumos y poca ayuda gubernamental, es una verdadera tragedia.

Muchos han perdido a sus familiares, es una gran tristeza, difícil de asimilar. Otros han visto desaparecer en un instante sus casas, enseres y pertenencias, los campesinos su trabajo del año. Mientras que la gran mayoría nos quedamos atónitos, sintiendo también el dolor que nos aprisiona el pecho. Muchas voces se han levantado organizando ayudas para paliar en algo las necesidades de los damnificados. El venezolano es solidario por naturaleza, creo que lo lleva en sus genes, siempre presto a ayudar al otro.

En esta ocasión esa solidaridad se estrella contra un muro verde oliva, por órdenes del General Remigio Ceballos. Se prohíbe la entrada de los periodistas, se impone un cerco de varios kilómetros a la redonda, nadie puede pasar. Nuevamente se viola la Carta Magna, en su artículo 58: Toda persona tiene derecho a la información oportuna, veraz e imparcial, sin censura, de acuerdo con los principios de esta Constitución. En el artículo 337 del estado excepción, donde dice que uno de los derechos que no puede ser suspendido es el de la información. ¿quizás este General no conoce nuestra Constitución Bolivariana? Lo que él hace se llama censura, y es penado por la ley.

Las ayudas han salido prestas hacia la zona de desastre, pero no pueden acceder. Deben ser entregadas a los señores vestidos de verde olivo. ¡¡Tragedia más grande caballero!! Se niega al pueblo recibir ayuda del propio pueblo. ¿Existe algo más hermoso que la solidaridad entre iguales? Negar el derecho a los trabajadores de ayudar a otros de su clase es algo muy feo. Nunca se ha visto eso, en ninguna parte del mundo.

¿Qué se quiere ocultar? ¿Por qué ese silencio? ¿A cuánto asciende el listado de las víctimas? Son muchas preguntas que el régimen debe responder, algo huele muy mal por allí.

Lamentablemente parece que en este territorio se ha impuesto la mala costumbre de sacar provecho de todo, especialmente de las desgracias de los trabajadores, así el autollamado presidente obrero, está tramitando un préstamo a organismos internacionales por la tragedia. Al mismo tiempo el otro presidente autoproclamado, también solicita ayuda internacional. Quizás nuestra desgracia se deba que tenemos muchos jefes para tan pocos indios que quedamos aquí.

Uno de mis poetas favorito es Roque Dalton, quien escribiò acerca de la solidaridad lo siguiente:

Pequeño y pobre pan de la solidaridad,
bandera contra el frío, agua fresca para la sangre:
elementos maternos que no deben alejarse
del corazón.
Y contra la melancolía, la confianza; contra
la desesperación,
la voz del pueblo
vibrando en las ventanas de esta casa secreta.
Descubrir,
descifrar,
articular,
poner en marcha:
viejos oficios de los libertadores y los mártires
que ahora son nuestras obligaciones

Yo no sé muchas cosas, pero si tengo una certeza y es que solo el pueblo ayuda al pueblo.

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