Si a alguien le queda duda de que Venezuela es el centro de una pugna mundial, los vertiginosos cambios en las últimas horas podrán aclararle. Los fantasmas y miedos que hasta hace unos meses podían verse lejanos, hoy adquieren una dimensión objetiva que aplasta: una guerra civil, una invasión internacional para derrocar a Maduro o una masiva e incontenible rebelión popular, pintan con total claridad en el horizonte. El asunto es por cuál decantarse.

Algún avezado «analista» apostará, como Pepe Mujica hizo recientemente, por salidas negociadas (incluso electorales) que impliquen a la postre la inevitable salida del poder de la mafia chavista gobernante, pero de forma pacífica, como es la aspiración generalizada. Aunque pareciera una idea infantil, de cualquier modo, busca conjurar los tres escenarios que titulan este escrito. ¿Es posible objetivamente un escenario en el que está banda hamponil abandona pacíficamente el poder? Es posible. ¿Es posible que la pugnacidad entre las potencias imperialistas se pueda morigerar por «obra y gracia»? Es posible.

Pero Venezuela está en medio de una disputa imperialista, por más empeño que haya en desconocerlo. Como hemos dicho, uno de los mayores crímenes del chavismo fue entregar la ya menguada soberanía de la patria a cambio de la «protección» de un «imperio bueno» contra otro malo, parafraseando a Chávez y más recientemente a Maduro. Frente a la voracidad estadounidense, entregaron el país a la voracidad china y rusa. Como si hubiese imperialismo bueno. La tesis toninegriana llegó a tal extremo que algunos de esa «sesuda izquierda» llegan axiomáticamente a plantear hoy que, frente a la potencial agresión del imperialismo de EEUU hacia Venezuela, no hay otra opción que apoyar a Maduro, o cuando menos, inhibirse. Descartan que el asunto sea salir de Maduro (el régimen chavista), determinación principal que llevó a Venezuela a ser hoy el centro de esa disputa, con clara e inevitable tendencia belicista producto del nivel de la contradicción por el control de los mercados. El planeta comienza a quedarles pequeño.

Pero frente a esta disputa, ¿la salida al drama venezolano supone entonces plegarse al contrario? Esto es hacer exactamente lo que hizo el chavismo, pero desde la perspectiva estadounidense. Es repetir la tragedia, pero ahora con el también falso discurso de la «libertad». Este es un tamiz con el que debemos evaluar la estrategia y tácticas de la oposición venezolana.

La dirección política opositora en Venezuela, llegada a este puesto de jefatura por la combinación del azar y el sistemático esfuerzo económico de algunos países, soportada además en la profusa propaganda de medios de comunicación, se ha visto forzada hoy a unificarse en torno de la estrategia de derrocar la dictadura. El cese de la usurpación de Maduro en la jefatura de Estado se convirtió en el centro de la acción política, brindando el empuje vital como resultado de la unidad de todos los opositores que este objetivo concitó en un primer momento. Esto explica el entusiasmo y la masiva movilización popular de los días siguientes al 10 de enero.

Es innegable que la vertiginosa presión popular estuvo influida por varios acontecimientos. Además del pequeño alzamiento militar en Cotiza y la rebelión que los días 21 al 23 se dio en los principales barrios pobres de Caracas, la disposición y empuje que brindó la política estadounidense en la región junto a sus aliados y países dependientes, el Grupo de Lima, Canadá y otros, fue determinante en este contexto. Ésta clara y manifiesta determinación de los yanquis a salir de Maduro, dio el empuje necesario a parte de la dirección opositora que aún dudaba. Las fábulas publicadas por medios internacionales y algunas ciertas reuniones previas entre algunos opositores y funcionarios de EEUU, Colombia, Perú y la disposición del nuevo Gobierno de Brasil, son sin duda parte de la enorme presión que hoy pudiera contribuir con quebrar al bloque chavista-madurista en el poder.

La invasión hoy es una amenaza real. Por ser territorio en disputa, la historia abunda en ejemplos que hacen ver esta posibilidad al alcance. Además de la solicitud de algunos reducidos sectores sin sentido nacional, y bajo el argumento de que no tenemos la fuerza para salir de la dictadura, las amenazas por parte de EEUU y sus aliados, son reales. La respuesta bastante firme de Rusia y China, quienes disputan nuestro territorio, dan cuenta de la seriedad de esta amenaza. El Kremlin ha dicho este 29 de enero que hará “todo por apoyar al Gobierno legítimo del presidente Maduro”. Sin adjetivos, todo es todo.

Ciertamente este riesgo no puede ser despachado como nimio por los venezolanos. Mucho menos por los patriotas o quienes tenemos un sentido nacional en la lucha por la liberación de nuestro país.

Pero Venezuela es territorio en disputa no solamente por sus riquezas, que no son poca cosa y no redundaremos en describir. La rebatiña la empuja hoy también su importancia geoestratégica, en un continente y en un planeta que se dirige al choque inevitable entre un imperialismo envejecido como el estadounidense y el europeo, contra uno joven y pujante como el chino y ruso, por nombrar los más importantes.

La disposición de mover tropas es real, objetiva y no queda solo en la denuncia abstracta de Maduro y sus secuaces, quienes responden con amenazas de solicitar ayuda de sus capataces ruso-chinos. El debate en el Consejo de Seguridad fue emblemático cuando el representante ruso dijo que el asunto no era Maduro o Venezuela, sino la disposición belicista de EEUU. Esto es objetivo, solo que la osadía bélica no es exclusiva de EEUU.

La Guerra Civil puede ser derivada de la agudización extrema de las contradicciones internas, por un lado, en el momento en el que la pugnacidad entre la dictadura y la oposición se decante hacia la confrontación armada; o por otra, que producto de la eventual intervención externa se desate un choque armado generalizado, posiblemente fragmentado. Al menos estas, son las variables más importantes. En todas, la posibilidad de sirianizar (caso Siria) Venezuela, es una tendencia real. Los grupos civiles organizados por la mafia gobernante han tenido una etapa de previa preparación para ello. Pero la población, con un acceso profuso a armamento actualmente, sumado a las experiencias de resistencia de 2014 y 2017 y la organización cada vez mayor de grupos opositores, indican esto como tendencia objetiva.

La preparación psicológica de la población al choque armado tiene la inseguridad como preámbulo. Pero ese punto en el que el pueblo ya no tiene nada que perder y está dispuesto a aventuras de todo signo, y cuando hay la ausencia de una dirección política clara y cuya determinación sea dirigirse a la conquista del poder político, es terreno fértil para la disgregación y la generalización de la violencia.

¿Cómo conjurar los peligros anteriormente señalados? Quienes creen desde una idea principista que inhibirse o hasta defender a Maduro sea una opción ante la amenaza de una intervención abierta sobre la República, yerran rotundamente. Precisamente esta amenaza es la que debe llevarlos a acelerar los pasos para fraguar la más amplia unidad con base en los intereses nacionales, de soberanía e independencia. Organizar, participar e incorporarse a la rebelión desde todas las trincheras posibles; empujar denodadamente la caída de la dictadura, es la mejor salida ante esta amenaza. Jamás, los que se dicen patriotas y/o revolucionarios, pueden inhibirse frente a un peligro real y superior. Mucho menos arroparse con la sábana de otro imperialismo para arrullar sus imposturas.

La rebelión organizada es inobjetablemente la mejor conjura al peligro. Sin embargo, las últimas horas han sido cruciales. El viraje por parte de la Asamblea Nacional y ese grupo de dirección opositora, dirigido a depositar lo central del esfuerzo político hacia la presión externa, principalmente estadounidense y europea, creó confusión y sorpresa. Además, Juan Guaidó centró el discurso y -pudiera desprenderse de sus palabras- la táctica, en la Ayuda Humanitaria. Desplazar el cese de la usurpación como centro de confluencia de todos los esfuerzos, reveló una idea distinta a la que la mayoría de los factores, dispuestos a salir de Maduro, se habían figurado en las primeras horas.

Este viraje creó confusión. Cientos de dirigentes medios comenzaron a presentir reflujo (en mi criterio no definitivo) en el ímpetu rebelde de las mayorías. Peor aún, disidentes chavistas, dirigentes y de base dispuestos a acompañar una rebelión, atisbaron un «aliento proimperialista» en esta variación de la oposición. Sin ver detrás de Maduro también al imperialismo, de otro cuño, comenzaron a renegar su derrocamiento bajo el pretexto de un «peligro superior». Los avances alcanzados incluso en sectores patriotas en las fuerzas armadas, policías, organizaciones sindicales, sociales, populares, etc, comenzó a llenarse de dudas e imposturas frente a la amenaza “antinacional”.

Sin embargo, en los sectores empobrecidos, en las mayorías de las masas agobiadas por la hambruna o venidas a la miseria por el saqueo chavista a la República, la rebelión sigue contenida. Un país aguantando el aliento y por estallar, sigue atento a la nueva chispa.

Por ello urge la rectificación, en primer lugar, de quienes tienen la posibilidad objetiva de dirigir este momento histórico. Los liderazgos en momentos revolucionarios como los actuales, cambian de la noche a la mañana. Un desconocido Guaidó circunstancialmente personifica la esperanza y tienen la oportunidad de conducir una gran rebelión a la victoria.

La máxima presión internacional como el ultimátum de Europa a Maduro o el cerco petrolero que se cierra contra Maduro, no es subestimable ni descartable, pero ciertamente puede traer consecuencias directas sobre la población. Por ello, el discurso opositor no puede soportarse en la ayuda internacional, necesaria indudablemente en la etapa de la reconstrucción. Lo central de la exigencia, único objetivo y discurso, debe ser nuevamente derrocar, interna y nacionalmente, la dictadura.

El cese a la usurpación y las medidas tendientes a sentar las bases de la reconstrucción nacional, incluso las medidas y nombramientos dirigidos a preservar los bienes de la República, los activos, el establecimiento de las embajadas y en definitiva la DUALIDAD DE PODER que se ha alcanzado, es base necesaria para avanzar, piso de una reconstrucción. Pero es vital la estocada final y la unidad más amplia posible para ello.

Entonces, urge comprender el carácter estratégico de la organización ciudadana mediante las Asambleas Populares. Esto hoy adquiere una dimensión que ya no es táctica. Parte de la actual dirección opositora no tiene esta claridad, aunque debe adquirirla. Entiende a la Asambleas como una foto, un momento de discursos altisonoros, el soporte de masas de un liderazgo predestinado. Juega mucho la concepción burguesa de la «política como espectáculo», sumado a la inexperiencia y a algo de fondo: la profunda desconfianza en el movimiento de masas, en el pueblo, o por no decir, el temor a éste. Las Asambleas, por el contrario, son la garantía de un poderoso movimiento político hacia la reconstrucción nacional. Son el germen de una nueva democracia, consagrada en la propia Constitución. Son la materialización del protagonismo ciudadano, tantas veces utilizado para captar votos.

La Huelga General. La dirección política debe adelantar en lo inmediato la organización de una huelga definitiva, punto de partida de una gran rebelión popular y nacional que se convierta en la operación política más grande que se haya propuesto la oposición. La dualidad de poder no basta. Es necesario echar finalmente del poder a los secuestradores y el tiempo siempre juega en favor del enemigo.

Fraguar una gran unidad debe acompañarse también con la templanza y divulgación clara de un plan que tenga como objetivo derrocar a Maduro y embarcar al país en un sendero de desarrollo, bienestar, progreso y democracia con indudable sentido nacional y soberano. Sin estos cambios en la dirección política del momento, el peligro se cierne sobre la República y la pugnacidad de las potencias imperialistas que hoy se disputan el planeta, derramará su sed de guerra sobre nuestro territorio. Venezuela aún se puede salvar. La rebelión es un deber patriota.

2 COMMENTS

  1. Me parece un excelente análisis porque incluye todas las posibles derivas, unas más dramáticas (o terribles)que otras, a las que nos ha llevado la desmesurada hambre de poder de la corrupta y anti nacional cúpula chavista, que nos ha forzado a entrar en el juego geopolítico de las grandes potencias.

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