Nicaragua se aproxima aceleradamente a una crisis política de significación. Apuntalaría así la decadencia de las alternativas que la oligarquía utilizó para superar la crisis de sus formas de dominación de finales del siglo xx. Alternativas aquéllas que encuentran en el discurso “socialista” un mecanismo de legitimación fundamental. Mejor llamado revisionismo y que cobró vida en Venezuela con Chávez de manera emblemática. Aunque en Nicaragua nació bajo una genuina epopeya de espíritu revolucionario, devino también en parodia “socialista”.
Es un triunfo importante que Daniel Ortega haya dado marcha atrás en relación con el decreto de modificación del sistema de seguridad social. Uno de cuyos ítem era el incremento y privatización del régimen. Pero el descontento da para más. Busca buena parte del movimiento popular un cambio de gobierno. Se trata de una rebelión en toda regla. La corrupción de antiguos dirigentes revolucionarios, comenzando por el propio Ortega, ha estimulado el descontento a escalas que apuntan en una dirección radical. Resulta algo positivo que esta revuelta popular comience con una lucha contra la privatización y en la cual son muchos quienes enfrentan el régimen corrupto desde una perspectiva de izquierda de cambio progresista.
De los regímenes revisionistas de cuño latinoamericano, el de Evo Morales en Bolivia parece el más eficaz. Ha sido, sin dudas, el que más logros puede mostrar, sacando provecho de algunas de las ventajas de la economía boliviana y sus riquezas, sin introducir el más mínimo cambio en las relaciones sociales de producción. Por ser el país más atrasado y donde la población indígena o aborigen ha sido más relegada, seguramente la modernización permite una carta de presentación nada despreciable desde la perspectiva política. Además, la orientación para crear demanda ha conducido a una elevación del salario real de los trabajadores. Circunstancia distinta a la que se vive en Nicaragua y ni qué decir de Venezuela que ya resalta con el salario más bajo a escala planetaria.
El ecuatoriano hace aguas. Las contradicciones entre Lenin Moreno y Correa parecen inscribirse en las propias entre China y Rusia de un lado y EE. UU. del otro, parecido al caso brasileño. Las contradicciones internas de estas nuevas formas de dominación, así como las propias de la economía y la sociedad, se van acumulando hasta hacer crisis y articularse con las que a escala internacional se van desarrollando por el reparto del mundo. La penetración del bloque imperialista encabezado por China y Rusia encuentra un buen aliado en estas formas de ejercer el poder burgués. Les han servido para penetrar sus capitales, convertir buena parte de estos países en áreas de influencia o en territorios em disputa. Hasta en áreas de conflicto interimperialista como es el caso de Venezuela.
Nicaragua brinda lo suyo en esta tendencia. La construcción de un canal transoceánico que superaría en volumen el tráfico de bienes por el de Panamá, según las dimensiones proyectadas, se convierte en una determinante fundamental para hacer de este pequeño país un foco de atención por parte de las grandes potencias. Para Rusia y China este proyecto —de muchas perspectivas para el comercio mundial aunque con retraso— representa un interés de significación en la lucha por la hegemonía mundial.
No es fácil ver el origen del nuevo valor en el proceso de transformación de la naturaleza hasta convertirla en riqueza y en bienes que satisfacen las necesidades humanas. Miles de años hubieron de pasar hasta ser descubierto que solamente el trabajo humano agrega nuevo valor en el proceso de producción. Casi tanto tiempo hubo de pasar la humanidad para que pudiese descubrir, en la conciencia mediante de Isaac Newton, la razón por la cual nos encontramos adheridos al planeta. Hoy día, la ley de la gravedad nos resulta tan obvia. Descubrirla supuso un largo proceso.
Igual sucede con la fuerza de la cuota media de ganancia (G’) como determinación fundamental de las contradicciones interimperialistas. No solamente se trata de que cada nación imperialista busca hacerse de mercados y materias primas de países débiles para frenar la caída de la G’. No sólo se trata de hacerse de una fuerza de trabajo más barata en relación con su precio en los países imperialistas. Pujan a la baja del precio de la fuerza de trabajo a escala planetaria. Con ello buscan frenar la caída de esa cuota, mientras se hacen más competitivos frente al rival.
Recordemos que en condiciones de monopolio la competencia se agudiza. Adquiere nuevos bríos y se expresa de manera cada vez más agresiva y en terrenos insospechados. Para ello, cada nación imperialista, cada bloque imperialista, tiene como objetivo elevar su competitividad con base en la elevación de su composición de capitales (O’). Más tecnología supone más mercancías de más calidad y menos precios. Pero, ¡vaya desgracia!, cae la cuota media de la ganancia (G’) dentro de su economía. Frenarla supone la búsqueda de mejores condiciones que permitan elevar su O’ y frenar la caída de la cuota G’. Para ello debe hacerse de mayores mercados —un mayor volumen de la producción y de realización de la plusvalía fuera de sus fronteras frena la caída—, materias primas baratas y obreros más baratos. Éstas, entre otras determinaciones y principalmente, conducen a mayor pugnacidad por el control de áreas de influencia.
Allí está la raíz orgánica del problema. Se traduce en una situación política en la cual las contradicciones entre los imperialismos se presentan como la principal de las contradicciones fundamentales en esta etapa de la historia del capitalismo mundial. Cada bloque imperialista busca preservar las áreas conquistadas, hacerse de nuevos espacios y evitar a toda costa que el rival se haga de nuevas áreas de influencia. De allí la tendencia guerrerista. El imperialismo estadounidense, claro está, se convierte en el más agresivo, ya que ve cómo merma su hegemonía frente a China en particular. Frente al bloque liderado por China y Rusia, el proyecto una franja una ruta o la nueva ruta de la seda, que coloca este bloque como la potencia mundial del comercio, los estadounidenses lucen disminuidos. En este escenario, la construcción del canal de Nicaragua se convierte en el vector capaz de catapultar rápidamente la mercadería que se concentra, en perspectiva, en el puerto de Mariel en Cuba, a todo el planeta, de este a oeste. Todo en el contexto que crea una división internacional del trabajo al servicio del capital financiero que condiciona el desarrollo de los países dependientes y semicoloniales. Sean de la órbita estadounidense o china o rusa.
Se trata de otro episodio en el cual se deben aprovechar las contradicciones interimperialistas para alcanzar la plena independencia y autonomía en camino a la verdadera soberanía nacional. Plegarse a uno u otro imperialismo convierte el terreno del país débil en escenario de guerra de los colosos en su disputa por el reparto del mundo. Hacia allá apuntan los actuales gobiernos de Venezuela y Nicaragua y una parte no pequeña de la oposición en ambos países.