La cercanía del 3 de diciembre y la inmensa difusion que el Gobierno hace del referendo, genera muchas dudas sobre lo conveniente o no de participar. Por lo que las posiciones ambiguas y poco firmes por parte de los sectores opositores generan controversias y opiniones encontradas.
Ahora, condenar la participación o dejarla al libre albedrío constituyen en el fondo la misma respuesta ante el hecho, sobre todo por aquel sentimiento patriótico que en el fondo todos los venezolanos poseemos y que ejerce presión para la toma de una decisión ajustada a su gentilicio. Lo correcto debió ser que la dirigencia política que se opone al régimen presentase un plan coherente que sirviera de guía, pero una vez más quedamos en el limbo. Pero no habrá peras en el Olmo.
Antes de entrar en materia es importante recordar varias cosas que anteceden al referendo, sobre todo porque hay que reconocer que el régimen de Maduro logra apagar un tanto el impulso y efervescencia de las elecciones primarias y post primarias. Junto a esto, quedó relegado a un segundo plano el pisoteo solapado de los acuerdos alcanzados en Barbados que, además, ponen en peligro el oxígeno que supone el levantamiento de las sanciones. Aunque si observamos con detenimiento los discursos a voz alzada de los más altos funcionarios que muestran la poca importancia sobre esto ultimo, indican un nivel de tranquilidad que evidentemente poseen hoy. Esto, por varias razones.
Las guerras en Ucrania y Palestina hacen indiscutiblemente presión en la administración Biden por los requerimientos de energía y por otra parte, los negocios e intereses que ameritan una infraestructura que no pueden prenderse y apagarse de forma inmediata, como si se tratase de un interruptor. Es inevitable que el régimen goce de unos meses de oxígeno, junto al manejo de dinero fresco producto de estos negocios y no menos apetecibles, con un valor muy alto del crudo en el mercado. A su vez, permite seguir engañando a los venezolanos en la larga trampa del bloqueo, que efectivamente mantiene a la población en el subterráneo económico, lo que sólo le permite sobrevivir. Y es que el sonido de tripas producto del hambre y la desesperanza de los venezolanos, poco les preocupa. Eso lo apaciguan con el decreto adelantado de las festividades navideñas, algunos bonos y otros eventos y hechos de renombre que permiten generar la suficiente distracción.
El Esequibo es para una numerosa mayoría de venezolanos un territorio demarcado en el mapa con líneas transversales con las palabras Zona en Reclamación. Pero hay desconocimiento y poca información sobre esta extensa zona, que se encuentra en disputa desde tiempos de la Colonia, para lo cual, en distintas épocas y distintos Presidentes y autoridades venezolanas, han presentado argumentos y documentos que demuestran la propiedad de Venezuela sobre el territorio. En 1966 se establece un acuerdo denominado el Acuerdo de Ginebra, en el que se reconoce la existencia de una controversia territorial y se exhorta a las partes a construir un acuerdo sobre el territorio.
Hoy la disputa vuelve a la palestra con más ahínco al descubrirse gigantes yacimientos de petróleo, además de comprobarse la existencia de una amplitud de minerales de gran valor que le dan una importancia significativa, al punto de que hoy el Gobierno de Guyana tiene por pretensión despojar definitivamente a los venezolanos de este territorio. Esto deja por sentado que el conflicto es real y el Gobierno venezolano debe presentar ante la CIJ, una defensa poderosa que permita amparar dicho territorio a la vez de generar una ofensiva que muestre nuestro empeño en protegernos. Sin embargo, la administración de Maduro decidió consultarle a los venezolanos sobre la adhesión de este territorio en un referendo con 5 preguntas, ante lo cual interrogamos ¿será que basta con expresar el deseo para que un hecho como este se materialice ?
En voces de varios dirigentes opositores se habla con poca amplitud y solo emplazan al régimen a ejercer la soberanía. ¿De qué hablan ellos con ejercer soberanía? Hay varias formas de hacerlo: por la vía diplomática, con una política de poblamiento y de construcción de infraestructura o por la vía bélica. ¿Está en capacidad el régimen anti popular de Maduro de asumir alguna de estas vias?
Ya sabemos que en 25 años de política exterior del chavismo la vía diplomática fue desechada o poco considerada. También hemos visto que no ha habido una política seria y sistemática de poblamiento o de iniciativas desde el Estado orientadas al ejercicio de la soberania sobre ese territorio. La vía bélica pudiera darle resultado a Maduro. Se presenta como «defensor del Esequibo» pero su objetivo real sería exacerbar el nacionalismo para que en medio de gritos patrioteros se llame a una confrontación armada con Guyana que genere un Estado de Conmoción Interna que obligue a suspender las elecciones presidenciales. En este caso, estaríamos frente a una maniobra de alto tronío.
La soberanía es un ejercicio extenso, amplio y constante. Lejos está de manejarse a punta de discursos retóricos y frases rebuscadas. El peligro de que el Esequibo deje de ser nuestro equivale a la incapacidad visible de quienes han dirigido este país, notable hoy en cada calle, dependencia, ministerio e institución. La desidia, corrupción, burocracia, generan una crisis que arropa a nuestra patria. Hablan de soberanía cuando nuestro aparato productivo se desplomó, dejando a miles de venezolanos en condición de miseria y vulnerabilidad, cosa que derivó en un gigantesca diáspora. Dicen soberanía cuando los trabajadores fueron despojados de su salario, prestaciones, aguinaldos, desaparecieron los servicios de HCM, primas y Cajas de Ahorro. Soberanía, cuando los servicios de salud más extensos en el país están dirigidos por cubanos y el comercio dirigido por chinos y árabes y los compromisos en deuda nos arrodillan frente a China, Rusia e Irán. ¿De cuál soberanía hablamos?
Ejercer nuestra soberanía sobre el Esequibo construyendo una pista de aterrizaje y campamento militar en las cercanías de este territorio, demuestra la improvisación en materia de soberanía durante 25 años, que no es además un tema de discursos vacíos o de referendo. Se trata de la inteligente ocupación poblacional y productiva del territorio, el levantamiento de rutas de acceso y comercio, de turismo, generación de incentivos para el desarrollo, entre otros. El enlace del Esequibo con el resto del país es vital, pero la crisis del estado la desidia y abandono y las condiciones económicas, lo imposibilitan. Darle energía a un poste de luz en el Esequibo es más soberano que darle energía a Brasil.
Vemos, así, que el referendo sobre el Esequibo no es más que una burda maniobra del régimen para desviar la atención de la población de lo que tiene al país en la peor crisis de la historia de Venezuela: la estafa chavista y la estadía en el poder de Maduro. En definitiva, salir de Maduro es defender el Esequibo y salvar el país.