Los venezolanos no usamos el chaleco amarillo. Además de que no se contempla en nuestra Ley de tránsito, no tenemos esa costumbre ni tenemos dinero para adquirirlo. En Francia, es un adminículo obligado para todo conductor de vehículo automotor o de tracción humana. Es multado quien conduzca y no lo tenga entre sus pertenencias para garantizar el auxilio y seguridad del conductor y demás. Pero acá no está contemplado para estos efectos. Contamos con nuestros propios símbolos a la hora de rebelarnos. En lo que sí podríamos coincidir con los chalecos amarillos de Francia, con ese movimiento rebelde francés, es en el hecho de que el detonante es la elevación del precio de la gasolina. Claro, acá, tal eventualidad sería un nuevo crimen contra la gente. Más precios de todo. Más hambre y miseria. Más explosivo.
Pero la revuelta francesa refleja que la crisis general del capitalismo ha alcanzado tal grado de desarrollo que afecta centros mundiales del capital internacional. Francia, la cuna de la democracia directa moderna, expresada tanto en la Revolución francesa de 1789 como la de la gran aventura obrera de la Comuna de París en 1871, devenida en potencia mundial imperialista, se ve sacudida por la fuerza popular en las calles y en las asambleas. El espíritu de los comuneros, como un fantasma que recorre el planeta todo, cobra nuevos bríos en este gran centro del capital.
La crisis general y su manera desigual
Francia, la sexta economía mundial, encuentra tremendas limitaciones para competir dentro de la Unión Europea. Alemania ha hegemonizado esa unión con la elevada competitividad de sus productos industriales. Así, ha logrado ampliar su mercado interno de 84 millones de seres humanos a más de 500 con la UE. La libertad en el tránsito de mercancías permite que los germanos se hayan hecho de ese inmenso mercado. La competitividad alemana, desde hace más de un siglo, ha buscado la creación de ese mercado. Recurrió a dos guerras que dejaron huella, para dar paso a una manera más sofisticada de hacerse de mercados. Luego, se hicieron de materias primas abundantes y más baratas que las propias y obreros más baratos, los obtiene con la liberalización de las fronteras, teniendo en la competitividad y la diversificación, la punta de lanza para derribar cualquier muro que se le aparezca.
Con la pérdida de capacidad competitiva de los franceses frente a Alemania, que en la UE los convierte en un socio menor, recurren a una estrategia natural, solo que con consecuencias que ponen en peligro la llamada paz social. En vez de apelar a la salida de la UE como Inglaterra, buscan elevar su cuota de ganancia mediante una abrupta política de sacarle del bolsillo a los trabajadores, la merma que supone la recaudación fiscal al eliminar el impuesto a los ricos, entre otras orientaciones y medidas.
Llegó Macron para cumplir la tarea de liberalizar algunas trabas para entrar en la competencia. En septiembre de 2017 el Ejecutivo aplicó un decreto para implantar una drástica reforma laboral, que busca limitar la acción de los trabajadores frente a sus empleadores, redefiniendo el Código Laboral. Mientras, actuó en favor de los más privilegiados con la supresión de un impuesto sobre la riqueza, el ISF, que pechaba a unas 300 mil personas. Lo que redujo la capacidad recaudadora del Estado. De allí la necesidad de buscar nuevos ingresos por la vía tributaria, en lo que se enmarca el incremento en el precio de los combustibles. Para comienzos de año, un litro de gasolina se adquiría en 1,05 euros. A la fecha se elevó a 1,55. Lo previsto para enero fue derogado. Buscaba, además, convencer a los franceses acerca de los beneficios de la UE y la globalización. Por lo que presenta su política como el imán para atraer capitales y aumentar la inversión en el país galo.
En definitiva, Macron busca estimular a los capitalistas, mientras ataca la política social de décadas señalándola como «obsoleta y costosa», afianzando el “rigor presupuestario” que busca mantener el déficit fiscal por debajo de 3% del PIB, norma de la UE. Medidas y orientaciones que buscan frenar la caída de la cuota media de la ganancia de la economía francesa. Obreros caros; seguridad social a juicio de los capitalistas y partidos del capital, muy costosa; son asuntos primordiales a ser atendidos y Macron busca dar cuenta de estos aspectos para aumentar la ganancia capitalista. Asuntos elementales de estos tiempos, aunque con desarrollos desiguales y diversos.
El rigor en el análisis
Hacer ciencia, siempre, supone un pensamiento subversivo. Al menos en las ciencias sociales. Desde el laboratorio o la especulación y experimentación en las ciencias naturales, la cosa puede ser diferente. El indiferentismo ideológico y filosófico no es posible en el tratamiento del asunto social. Sí es posible en las ciencias naturales y metodológicas, pero en las ciencias sociales, la asunción de la verdad científica supone un compromiso con los sectores identificados con el cambio. No se trata solamente de ubicar la raíz del descontento. Contribuir con la ciencia implica contribuir con el cambio. No se trata de una mera identificación. La cosa debe ir más allá. Hay que convertir el análisis y las enseñanzas que deja cada episodio histórico, en conciencia y fuerza material objetiva.
En Francia, estamos frente a un evento que pone en el tapete una tendencia general. Anuncia la elevación de la lucha de clases a escala planetaria. Es inexorable que la caída de la cuota media de la ganancia descienda hasta niveles que desestabilizan el sistema. De allí las contratendencias que van a agudizar la confrontación social. Se manifiestan de una manera desigual y con base en las características de cada potencia industrial.
Los chinos buscan ampliar mercados a toda costa. Mientras más mercados, más masa de plusvalía realizan. Lo que compensa la baja de la G´ (tasa de la ganancia) producto del encarecimiento de su fuerza de trabajo. Al caer el sector externo dada la tendencia recesiva mundial y la protección estadounidense, los chinos han debido ampliar el mercado interno aumentando los salarios de los obreros, que, a su vez, atenta contra G’. A su vez, una Ruta una Franja, el proyecto estratégico de China de ampliar los mercados, que llevaría a aumentar las inversiones en infraestructura y proyectos para hacerse de materias primas diversas, compensa la caída de G’. Más mercados supone la realización de crecientes masas de plusvalía.
Estados Unidos, por su parte, además de protegerse y presionar para la repatriación de capitales, hace todo lo posible por abaratar sus obreros. Por lo que resulta de doble faz la política migratoria. Frena la inmigración. Pero también la estimula. Un obrero hispano sin papeles es más fácil de ser sobreexplotado. Marchan los estadounidenses hacia una inevitable elevación de la lucha de clases. Mientras Trump busca proteger y estimular la economía estadounidense, rescatando su mercado interno, los franceses apuestan por el aumento de la competitividad manteniendo las puertas abiertas a la mercadería alemana, principalmente.
Además, la caída de la G’, también es determinación principal en la agudización de las luchas interimperialistas por mercados, fuentes de materias primas baratas y obreros. No es cualquier determinación. De allí que su análisis y desarrollo sea un asunto de primer orden a la hora de comprender el escenario político mundial y de cada evento de significación como el que nos ocupa. Más que eso, es fundamental para definir las políticas en favor de los trabajadores, el pueblo y el interés nacional.
El espontaneísmo y la dirección política
En Francia, el estallido de la rebelión popular, cuyo detonante fue el aumento del precio del combustible, ha dado paso a nuevas demandas. Más bien demandas que ya estaban en el espíritu de la gente. La reducción del salario real mediante el incremento de la presión tributaria, cobro de matrícula en las universidades, entre otras medidas, se convierten en acicate que propaga la rebelión.
Se trata de un movimiento espontáneo de masas. No es el resultado de un plan de factor político alguno. Espontaneísmo que da paso a la posibilidad de elevación de la conciencia de la gente, si aparece alguna tendencia política e ideológica. Más aún, esa elevación de la conciencia, junto a la dirección que pueda alcanzar algún factor, pueden brindar la posibilidad de orientar al movimiento hacia perspectivas previamente definidas. De allí que en este escenario hayan aparecido distintas corrientes con perspectivas diversas que buscan hegemonizar el movimiento. Claro, por su naturaleza, resulta idóneo para que fuerzas revolucionarias radicales puedan darle al movimiento mayor trascendencia. La denuncia de la política de Macron ha dado paso a la denuncia al capitalismo. Caldo que bien debe ser aprovechado por los revolucionarios para hacer avanzar al movimiento a una perspectiva de cambio de las relaciones sociales de producción.
Por eso, también se evidencia en Francia, una vez más, que un movimiento espontaneo, por muy extenso que sea en una sociedad determinada, de no ser orientado por una vanguardia, por una dirección política con claridad de miras en objetivos y metas, tiende a apagarse. Los movimientos espontáneos por lo regular son de corta duración y dejan poca huella, que no sea la explosividad que ocurre y sus consecuencias.
A pesar de las distancias y las diferencias en el desarrollo de las fuerzas productivas, los movimientos espontáneos en uno u otro país son respuestas de la gente ante la ofensiva del capital, o del Estado capitalista. Francia es una potencia imperialista. Venezuela es un país semicolonial y dependiente. Somos un eslabón débil de la cadena imperialista. Francia, a pesar de ser una potencia imperialista, también puede convertirse en un eslabón débil y vivir una situación revolucionaria. La perspectiva dependerá de la conducción que puedan alcanzar quienes buscan cambiar de raíz el sistema.
El movimiento espontáneo, el movimiento asambleístico, la combinación de las diversas formas de lucha, son asuntos similares que se deben mover con base en principios fundamentales. Se trata no solamente de mantener el ritmo de la movilización y la agitación, sino que es necesario despertar en la conciencia de las masas las ideas que permitan labrarse una perspectiva de cambio. El pueblo francés busca enfrentar la ofensiva de Macron y tiende a levantar un programa radical cuyas ideas primitivas ya comienzan a ser debatidas en miles de asambleas en ciudades y pueblos de toda esa geografía. Los fascistas levantan las ideas xenófobas y revanchistas. Mientras, sectores de los trabajadores, del proletariado y del movimiento estudiantil, además de enfrentar el liberalismo de Macron, reviven las ideas de los comuneros de 1871, buscan crear condiciones para consolidad orgánicamente una fuerza social de perspectivas radicales.
En Venezuela, el enfrentamiento a la dictadura, además de motivar la más amplia unidad de fuerzas políticas y sociales, ha colocado en el tapete el debate acerca de la alternativa política. Unos presentan un plan de Gobierno de corte liberal, aunque con un lenguaje lleno de eufemismos. Otros presentamos un programa de reconstrucción cuyos objetivos son una nueva democracia, desarrollo y bienestar para las grandes mayorías. La unidad en la diversidad y la lucha no es ajena a la creación de la fuerza material por el cambio.
Los Chalecos Amarillos en Francia se hermanan con nuestros Escuderos en la lucha contra las políticas antipopulares y en favor de la oligarquía financiera. También se hermanan en el combate por un mundo mejor.