Ni en dioses, reyes ni tribunos,
está el supremo salvador.
Nosotros mismos realicemos
el esfuerzo redentor.
Para hacer que el tirano caiga
y el mundo esclavo liberar,
soplemos la potente fragua
que el hombre libre ha de forjar
Extracto de La Internacional

Este Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, encuentra a la humanidad sumida en una de las más graves tragedias contemporáneas, aparte de las dos grandes guerras mundiales del siglo pasado. La profunda crisis capitalista, apuntalada por la pandemia del Covid-19, hace estragos en el planeta, ensañándose con los sectores más pobres y los trabajadores. La urgencia de atención a la salud pública ha mostrado vívidamente las enormes desigualdades que imperan en nuestras sociedades, con más énfasis en los países dependientes, poco desarrollados y sometidos a la égida neocolonialista. Estas nuevas calamidades vienen a incrementar los males sociales y económicos que venían acumulándose por las pugnas y hostilidades entre los grandes centros imperialistas industrializados, y por la imposición por parte de éstos a los países bajo su control, de políticas negadoras del desarrollo, la soberanía y la libertad.

En Venezuela esta tragedia mundial se suma a la catástrofe de emergencia humanitaria compleja a la que nos ha conducido el régimen tiránico y mafioso que hoy regenta Venezuela. Las políticas destructoras de las ya menguadas capacidades productivas en la industria y en el campo nos hacen depender cada vez más de una decadente renta petrolera y de la extracción de minerales en forma anárquica y devastadora del ambiente. Se castra cualquier posibilidad de desarrollo nacional al permitir la entrada sin control de capitales foráneos con los cuales no pueden competir las inversiones del capital nativo. La farsa del “socialismo del siglo XXI” ha terminado siendo el régimen más entreguista, antinacional y oprobioso al subastar, vender y regalar nuestras riquezas, además de encadenarnos como esclavos serviles a los apetitos voraces de chinos y rusos, con el único fin de conseguir respaldo para seguir usurpando el poder en nuestro país.

La desaparición del salario de los empleados públicos, la destrucción del sistema educativo y de salud pública, la evaporación de los mecanismos de seguridad social, el desconocimiento de la contratación colectiva y la libertad sindical, la total desregulación y flexibilización de las relaciones laborales con salarios de hambre en forma de bonificación, todo esto ha convertido a Venezuela en una gigantesca “zona económica especial”, remachada con la aprobación irregular de la ley antibloqueo que desconoce todo el entramado legal de los derechos laborales que durante décadas costaron el esfuerzo y la sangre de las clases trabajadoras.

Hoy la clase obrera y los trabajadores venezolanos han descendido al escaño mundial más bajo de valorización del trabajo, al punto que ni siquiera sus ingresos pueden ser reconocidos como salario, bajo las premisas de las instituciones financieras internacionales, como el FMI y el BM (1,9 dólares diarios). Pero, cual ave fénix, el resurgimiento de la fuerza y movilización obrera es el elemento clave para poner fin a este régimen dictatorial y reconstruir nuestra patria.

Debemos mantenernos en rebeldía y desobediencia frente a una camarilla que ha conculcado no solo los derechos laborales, sino también nuestra propia existencia como República independiente y soberana, violentando abiertamente el articulado constitucional que nos reconoce como un Estado de derecho y de justicia. Tres tareas lucen como las más importantes en lo inmediato: a) convertir el movimiento de los trabajadores en una poderosa fuerza material para incidir de manera clara en la lucha contra la tiranía; b) rescatar y fortalecer para la defensa de sus intereses al movimiento sindical sobre bases unitarias, democráticas y clasistas; y c) luchar por sus reivindicaciones, sobre todo por un salario que permita mejores condiciones materiales y espirituales para vivir junto a los suyos.

Sin embargo, se requieren cambios sustanciales de carácter histórico en la forma dominante como actualmente la humanidad se organiza para convivir, producir, intercambiar, distribuir, opinar, elegir, en fin, la manera como se ejerce la conducción social y política, y por supuesto los paradigmas que prevalecen en la economía. Entran en el debate —ya sea para reforzarlos, modificarlos o invalidarlos— los roles en posiciones encontradas del Estado nacional y la comunidad social organizada; de la iniciativa privada y el bien común; de la soberanía nacional y los bloques imperialistas; de los grandes avances científico-tecnológicos y el incremento de la desigualdad social y económica; del enorme adelanto en la capacidad de producir alimentos y bienes y la disminución de la capacidad adquisitiva de la mayoría de la gente… En fin, un mundo patas arriba en el que el derecho a la vida, a un trabajo digno y un salario vital, a la seguridad social y al progreso familiar se hacen depender de la elevación de las cuotas de ganancia de las grandes corporaciones transnacionales.

Son tiempos en los que debemos reivindicar al ser humano como el centro de todas las actividades económicas, sociales, culturales y políticas. Las ideas por un futuro de bienestar para los trabajadores y las mayorías prenden más fácilmente en la conciencia y pueden convertirse en una fuerza material y de vanguardia para la edificación de un mundo mejor. Debemos abrir espacios para discutir las reivindicaciones y los pasos a dar en la lucha por los cambios y reivindicaciones inmediatas para la supervivencia, sin olvidar la búsqueda de transformaciones de fondo en una sociedad con sus cimientos enfermos y envejecidos. Las luchas por el cambio revolucionario, por el verdadero socialismo, son cada día más necesarias e inevitables ante el freno del desarrollo de las fuerzas productivas, que se expresa en el aumento del desempleo mundial, el crecimiento del hambre y la miseria, incluso en las grandes potencias.

Por tanto, los trabajadores debemos ser los primeros en la lucha por la democracia y la libertad, y también en la defensa de salarios dignos, convenciones colectivas, seguridad social y atención urgente al drama humano consecuencia de la hambruna y de la extensión del contagio de coronavirus en sectores cada vez más amplios de la población. Debemos exigir y luchar por un plan inmediato de vacunación para todos los trabajadores, especialmente para médicos, enfermeras y personal de salud, y para la población más vulnerable de jubilados y pensionados. Es tiempo de luchar por el salario y por la libertad.

 

¡#PorSalarioYLibertad!

¡Fuera la dictadura de Maduro y su camarilla!

¡Por un movimiento sindical unido, democrático y clasista!

¡Unidad y rebelión hasta alcanzar la victoria!

¡Desechar las ilusiones y prepararse para la lucha!

 

Dirección Nacional
BANDERA ROJA (resistencia)
Caracas, 1° de mayo de 2021

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