La dictadura afianza su proyecto de entrega del país. Contando con la base jurídica, aunque anticonstitucional, buscan dar pasos acelerados. Como cuenta con la ley antibloqueo y la de zonas económicas especiales, acelera la venta y entrega de activos fundamentales de la economía.

Es el caso de dos cuestiones aparecidas en los medios. La supuesta venta de Sidor y la entrega de tierras a Irán. Ambas cuestiones, posteriormente desmentidas, crean dudas al respecto. Sin embargo, se inscriben dentro de la estrategia gubernamental de atraer capitales a toda costa, así sea mediante una merma de nuestra soberanía.

El fetiche de la inversión extranjera cala fuertemente en el gobierno chavista. Por su parte, los partidos dueños de la oposición lo traen en sus códigos. Para nada se analiza la historia de los países desarrollados. Pesa mucho la experiencia china que nubla la historia dominante en los países que alcanzaron el desarrollo. Olvidan que los chinos contaron con un proyecto imperialista que se asentó en la inversión extranjera, brindando ventajas no conocidas en el resto del mundo capitalista: obreros baratos, disciplinados —la tradición del despotismo asiático bajo farsa socialista—, desregulación laboral absoluta, ausencia de sindicalismo autónomo, salarios ubicados en condiciones de reproducción por debajo de las mínimas; salud y educación elementales brindadas por el sistema estatal; desregulación ecológica; materias primas baratas y abundantes; el mercado interno más grande del mundo, en términos potenciales; un régimen despótico de tradición secular, pero con ropaje socialista.

En el revisionismo chino en plenitud, desde los tiempos de Deng Tsiao Ping, se entregan al capital bajo condiciones que le iban permitiendo copiar la tecnología incorporada por los inversionistas en los procesos de producción y de trabajo. Financian, entretanto, el desarrollo de una educación garante de la fuerza de trabajo calificada que requieren los procesos complejos, sin descuidar en ningún momento la inversión y reconversión de las empresas estatales. Entre muchos aspectos, van avanzando en un proyecto imperialista cuyo fruto es la hegemonía que ejercen sobre la economía mundial. Es un caso único de los países que han alcanzado el desarrollo hasta estar en condiciones de disputarse el mundo.

De resto, los países hoy desarrollados no han transitado el camino de esa vocación para recibir inversiones extranjeras. Es lógico, ya que un proyecto con sentido nacional o imperialista busca no ceder la riqueza que van creando a los inversionistas; frenan cualquier posibilidad de fuga de la riqueza creada, al menos hasta alcanzar el desarrollo en su expresión máxima concreta. Alcanzado el desarrollo, la cosa cambia, aun cuando condicionan la inversión foránea. Corea del Sur es el último ejemplo al respecto.

La apología a la inversión extranjera se enarbola en la mente colonialista o colonizada. A favor de un imperialismo u otro. En el caso que nos ocupa, sobran evidencias de la inclinación de la dictadura en favor del bloque que lidera China.

Sin embargo, son dos tipos de negocios. Parece resultarles un tanto difícil lo de subastar Sidor. La mostraron a mexicanos ahora en el reciente agosto, pero desde 2019 se la han mostrado a potenciales inversionistas iraníes, rusos y chinos. Maduro ha dicho en varias oportunidades que van a conseguir inversionistas. Claro, con su jerga lumpen: “Estoy a punto de conseguir una poderosa inversión extranjera para meterle billete a Sidor…”.

Sidor fue destrozada desde la reestatización. Parece que el objetivo del chavismo era destruir la empresa. Actualmente se produce alrededor de 3 % de lo alcanzado en 2008. Se importa desde China, principalmente, lo que antes producía Sidor para satisfacer la demanda interna. Cosa muy coherente con el proyecto chavista de desertificación de la planta industrial venezolana.

Ahora Venezuela exporta chatarra. De allí que le hayan brindado un carácter estratégico al asunto: “La chatarra que se exporta surge del desmantelamiento de equipos en desuso de la estatal PDVSA y otras empresas públicas, de obras de construcción paralizadas y de vieja maquinaria privada, dijeron unas 15 fuentes entre empresarios de varios sectores, transportistas, trabajadores y funcionarios (…) exporta la chatarra hacia países como India, Taiwán, Tailandia, Turquía, China, Ecuador, Bélgica y Holanda, de acuerdo con registros portuarios”.

Para rescatar Sidor se requieren alrededor de 3 mil millones de dólares, según entendidos en la materia. Igual sucede con el aluminio. Mientras, seguiremos importando de China.

En el caso de las tierras que serán entregadas en concesión, la cuestión luce más factible. Es un asunto también coherente con la política de entrega a otras potencias para mantenerse en el poder. Con el marco jurídico creado a partir de la ley antibloqueo, la dictadura puede hacer cualquier cosa. Por eso la importancia de estudiar a fondo este instrumento.

No es de extrañar que —así como el chavismo destruyó el aparato productivo, incluyendo las empresas básicas y PDVSA, contribuyendo con el desarrollo de otras economías— de igual manera puede entregar tierras para atender la crisis alimentaria en otros países. Seguro les quedará algo como para atender el hambre de algunos venezolanos. Resulta un extremo del fetiche de la inversión extranjera.

Lo más lamentable es que la inversión requerida por el aparato productivo la tenemos en Venezuela. Pero una parte se va en sostener el precio del dólar. No solamente el que destina el BCV al sistema bancario para que sea adquirido en buena medida por los importadores. También está ese dinerito que tiene Maduro que, eventualmente, pueden meter a la economía vía contrabando. De allí deben de sacar unos dolaritos, siguiendo la jerga de Maduro, para atemperar el precio del dólar. Lo que contribuye con lo colocado vía BCV en el sistema bancario. Si esos recursos se destinaran a la inversión productiva, haciendo crecer el PIB, aumentando la recaudación vía impuesto sobre la renta y no presión tributaria, sobrarían para el financiamiento de planes de producción industrial y agrícola, mediando el cierre de la importación de bienes finales. Pero es mucho pedir a una dictadura antinacional. En eso coincide a pie juntillas con buena parte de sus opositores, cada vez más “opositores”.

Publicado en El Pitazo

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