Estos asuntos de la economía tienden a ser mejor comprendidos en momentos en que resalta la lucha de clases. Se evidencian las posturas de quienes abogan en favor de los intereses de la burguesía o de los trabajadores. Pero también se muestran de lleno quienes dicen defender a los trabajadores, pero terminan favoreciendo a los burgueses y su Estado. Es el caso de la “atrayente” idea de la indexación.

Expresión de carencias teóricas que terminan por confundir a los trabajadores. Nos recuerda la discusión de Marx con John Weston, plasmada en la transcripción de las conferencias entregadas a la Primera Asociación Internacional de Trabajadores el 20 y 27 de junio de 1865 por Karl Marx, que se conoce como Salario, precio y ganancia. Fue publicado póstumamente en Londres por su hija Eleanor Marx en 1898. Algo de esos debates se plasma en el discurso sobre el librecambio pronunciado por Marx el 9 de enero de 1848, en una reunión de la Sociedad Democrática de Bruselas. Ambos atienden cuestiones que parecen favorables a los trabajadores, pero que en realidad les traen perjuicios. Igual sucede con esta bandera de la indexación, en vez de luchar por la distribución de la riqueza.

Lo del salario no es poca cosa. Allí, en el salario, se sintetiza buena parte de la ley del valor. Y en el valor de cambio se sintetizan las relaciones sociales de producción. La ciencia económica encuentra en la célula de la sociedad burguesa, la mercancía, toda la complejidad que encuentra la ciencia biológica en la de los seres vivos. Y la fuerza de trabajo también es una mercancía: su precio es el salario.

Llegar al descubrimiento de la ley de la tendencia decreciente de la cuota media de la ganancia, la más importante para comprender el desarrollo del capitalismo mundial, supuso el más elevado desarrollo teórico, solamente alcanzado por la genialidad de Marx. La vigencia de esta ley y sus consecuencias permiten, a su vez, ubicar el comportamiento del salario a escala mundial y en cada realidad concreta. Con un análisis científico, a partir de estas categorías, es como podemos ubicar el problema del salario en Venezuela y las demandas alcanzables por los trabajadores.

La inflación -ubicar su naturaleza, establecer su carácter orgánico como mecanismo para distribuir la riqueza en favor de la oligarquía financiera- también es un asunto fundamental para comprender el fenómeno del alza generalizada de los precios y su repercusión en el salario.

La inflación es expresión de la capacidad de manipulación del Estado burgués para apropiarse del salario de los trabajadores. Buscar el equilibrio fiscal con base en la emisión de papel moneda o dinero electrónico, más allá de la riqueza que representa, conduce inexorablemente a inflación. No es “cuantitativismo”, como señalan algunos economistas chavistas. Es una medida exprofeso, acompañada por frenos en el proceso de concentración de capitales. Una economía para la importación y los importadores asociados al gobierno y una deuda pública que crece año a año. Se cumple aquello: “Como con un toque de la varita mágica imprime fuerza creadora al dinero improductivo, transformándolo de este modo en capital, sin haber tenido que exponerse para alcanzarlo a los esfuerzos y peligros inseparables de la inversión industrial e incluso de la usuraria”. Este asunto deben estudiarlo quienes se aventuren a dirigir a los trabajadores en su lucha por salarios dignos.

Las cuentas nacionales, por su parte, reflejan ciertamente, grosso modo, cómo se distribuye la riqueza. Pero también cómo las decisiones del Ejecutivo la orientan en una dirección u otra. El presupuesto de gastos debe reflejar cuánto del presupuesto nacional, en dólares contantes y sonantes, se destina al pago de deuda externa. También la deuda interna se lleva lo suyo.

Se evidencia la afirmación que hiciera Marx: “El crédito público se convierte en credo del capital. Y, al surgir el endeudamiento del Estado, el pecado contra el Espíritu Santo, para el que no existe perdón, deja su lugar a la falta de confianza en la deuda pública”. Maduro no quiere pecar ni en acción ni en pensamiento. Nada más alejado de su disposición. Prefiere que se mueran de hambre los educadores antes que dejar de honrar el compromiso con los bancos. No hay mejor creyente de este credo.

De allí que la lucha por salario debe ir acompañada con la denuncia de cómo se distribuye el presupuesto nacional. Cómo se configura el presupuesto de gastos. Y, en términos generales, cómo se distribuye la riqueza, haciendo un somero cálculo acerca de la tasa de explotación de los obreros. Siendo la clase obrera venezolana de las más sometidas por el capital a escala planetaria.

Sin embargo, los sesudos economistas señalan que no hay cómo producir aumentos para los trabajadores. De un lado y otro, indican que sobrevendrá la inflación, descargando la responsabilidad, en cierto sentido, en el trabajador. Cuando es un mecanismo para apoderarse de su salario.

Entra en el torrente de los ingresos del Estado, en forma de presión tributaria en una proporción similar al de la inflación. Si la escalada de precios alcanza 200 %, aumenta la recaudación por IVA en un porcentaje aproximado a ese porcentaje. Esa masa de riqueza, de dinero devaluado, permite adquirir dólares caros. Con eso se destina a pago de servicios de deuda y para gastos corrientes que, por supuesto no cubren en términos reales los compromisos para el pago de salud y educación, entre otros. Solo se cubren nominalmente, pues. Los ingresos por concepto de petróleo y minería, por su parte, recibidos en dólares, se destinan para pago de deuda externa. Si falta, se echa mano a lo que se extrae por IVA y presión tributaria e impuesto sobre la renta. Ese es el mecanismo.

Pero en la fábrica -y en general donde se produce plusvalía- el mecanismo de la inflación permite incrementar la explotación obrera. Durante un lapso determinado en que impera la inflación, al mantenerse rígido el salario, mientras el capitalista debe invertir en medios en correspondencia con la inflación, la plusvalía se eleva. Se apropia el dueño de los medios de producción de mayor trabajo excedente y se reduce en términos reales el trabajo necesario, esto es, el salario. O sea, el pago por la mercancía fuerza de trabajo.

Insistimos en que la indexación forma parte de este mecanismo que conduce a la expoliación de los sueldos y salarios de los empleados públicos y de incremento de la explotación obrera. Keynes, consciente o no, brinda una política que afianza esta tendencia. Aquello de crear demanda a través del Estado conduce a desequilibrios fiscales cuando la concentración de capitales encuentra algún freno. De allí surge la tal indexación. Va pareja al mecanismo del expoliación de los obreros y trabajadores de la administración pública.

No se requiere alcanzar el socialismo para que se alcancen ingresos más elevados. Aunque nunca serán correspondientes con la riqueza que agrega el trabajador al proceso productivo, ni el que demanda el trabajador del aparato de Estado para vivir dignamente, en correspondencia con el trabajo que brinda a la sociedad. Pero, con la lucha por un reparto de la riqueza que asegure conquistas salariales, podemos encaminar el combate, sin confundir a los trabajadores. Solamente la transformación revolucionaria de la sociedad permitirá que se encamine a esa etapa en la cual impere el principio: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades!

Entretanto, las luchas por elevar el salario permitirán menguar los efectos de la esclavitud del capital y convertirla en escuela para los trabajadores en el combate por un mundo mejor.

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