Ya suena más que el bolívar. La gente rechaza el bolívar y aprecia u odia al dólar. Quienes producen bienes y servicios buscan poseer los dólares de rigor. Quienes venden buscan dólares a toda costa. Entretanto, los que perciben salarios en bolívares, lo poco que les dan, los gastan ipso facto, dado el encarecimiento del dólar. Los chavistas, luego de hablar tan mal de él, ahora están entre los que más lo defienden.

El dólar es una parte importante de la tragedia nacional. Era casi un lugar común la tesis según la cual la dolarización era la panacea para superar la crisis. Difícil que los economistas comprendieran que la dolarización se había iniciado hace décadas. De 1983 para acá. Para ser precisos. Desde nuestro viernes negro, pues. Ha tenido un desarrollo claro hasta alcanzar la escala actual que ya ha hecho los estragos fáciles de prever desde la ciencia económica, sin que se den pasos en función de revertir sus consecuencias.

Aunque son muy distorsionadas las cosas que se dicen del dólar, de su papel en la economía, de su incidencia en la especulación, entre otros asuntos, las evidencias de sus efectos perversos resultan un asunto inobjetable.

Así, el dólar se ha convertido en una pesadilla para los venezolanos. Con todo y tratarse de un proceso natural que se inicia hace décadas, su sola mención agua la boca de unos pocos, mientras angustia a las mayorías.

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El dólar se debilita…

En los asuntos monetarios, de dinero, de representación de la riqueza, bien cabe aquello de que “la cosa no se presenta como es”. Si así lo hiciera, no contaría para nada la ciencia. Por ello debemos comenzar indicando que “el dinero entra en la circulación con valor, mejor dicho, como encarnación del valor”.

El problema del signo monetario, cualquiera sea, es que encarna una riqueza concreta, pero sirve de equivalente. El dinero es riqueza. El papel moneda (PM) y el dinero electrónico (DE) los representan. Si éstos no expresan la riqueza-dinero en términos reales y ajustados, porque es mayor su cantidad en relación con su valor, va a inflar los precios. O hará oscilar a la baja, conocida como deflación, cuando es menor la cantidad de PM y DE, en relación con el valor del dinero. Así, la debilidad de un signo monetario se expresa en el encarecimiento de los bienes. Por ejemplo, en el caso de un exportador, que recibe los mismos dólares, pierde poder de compra. O, bien, en el caso de quien envía una remesa, el receptor observará la caída del poder de compra de lo que recibe.

En general, las determinaciones en las variaciones de precios obedecen, principalmente y en primer lugar, a la inflación o la deflación.

Las variaciones del valor de cambio de las mercancías son otra determinación de las variaciones generalizadas de los precios. Se aprecia con más claridad en la determinación de los precios de una rama o sector de la economía, e incluso de una empresa singular.

Por último, la oferta y la demanda constituyen otra determinación importante de las variaciones generalizadas de los precios.

En el caso que nos ocupa, el dólar ha perdido poder adquisitivo no porque el valor de los bienes haya aumentado, sino que ha perdido poder de compra porque la cantidad de DE y PM supera el valor de la riqueza que representa.

El dólar ha dejado de expresar el valor real del oro y otros sustentos. El incremento de la masa monetaria en dólares y la deuda pública, junto a las tasas de intereses reales negativas, han presionado en esa dirección. El dólar, al ser moneda mundial, debe ajustarse con mayor precisión a la riqueza real que representa. La emisión de dólares -dinero fiat lo llaman- por encima del oro abovedado y del que existe en el mercado estadounidense, junto a otros metales preciosos y criptomonedas, conduce a que pierda poder adquisitivo a escala planetaria. La exportación de buena parte de dólar en papel moneda conduce a que la inflación también sea exportada. Si ese papel moneda excedente se exporta como dinero mundial, es mayor la inflación que se produce fuera de las fronteras estadounidenses, partiendo de la consideración de que no hay mayor desequilibrio fiscal en EE. UU. aun con la emisión de dinero excedente.

De esta manera, el debilitamiento del dólar, en relación con los metales y las criptomonedas, ha conducido a su encarecimiento. Es más caro el oro. Son más caras las cripto. Partiendo de la consideración de que el oro y el BTC, grosso modo, mantienen el mismo valor, es de suponerse que las variaciones de precio obedecen, al menos, a dos determinaciones. Primero, las variaciones del valor. En el caso del oro no se han producido mayores variaciones, pues el incremento de la producción mundial de oro se mantiene. Pero el BTC ha adquirido más valor desde julio, cuando se introdujo un nuevo halving que incrementa el costo de producción de este instrumento. Luego, el precio del BTC se ha incrementado y las oscilaciones de su precio serán el resultado del comportamiento de las fuerzas de la oferta y la demanda.

Segundo, la pérdida del poder adquisitivo del dólar -que encarece el dinero mundial que representan el oro y las cripto- conduce a un incremento de la demanda de estos últimos y de allí el aumento aún mayor de sus precios: hasta cerca de 1.900 dólares la onza troy del oro y más de 18 mil dólares el BTC.

Recordemos que el dinero es una mercancía especial: tiene el privilegio de encarnar valor. Esa es la razón por la cual el BTC y en general las criptomonedas se han convertido en dinero mundial. Y es que son tan sólidas como el oro, pues tienen trabajo objetivado. El debilitamiento del dólar y, en menor medida, del euro, a su vez, conduce a que las criptomonedas se hayan convertido en refugio de valor, en instrumento para el atesoramiento. El incremento en el precio del BTC y otras cripto, acompañando al oro y otros metales, es una alternativa de reserva dada la caída del poder adquisitivo del dólar.

Explicación que cuenta con la premisa de la distinción entre dinero y papel moneda, en general, su representación. El resultado es que el dólar tiende a ceder espacio al oro, las criptomonedas y otras divisas más sólidas como el yuan.

De igual manera, son varios los países que se han visto afectados por esta circunstancia del dólar. México, que ha visto fortalecer su moneda frente al dólar, ahora por lo que exporta obtiene dólares devaluados. Deben incrementar sus precios para obtener el equilibrio en el intercambio de valores, de mercancías. Manteniéndose el valor de las mercancías provenientes de Estados Unidos, es de suponerse que deberían de incrementar sus precios en dólares que han perdido poder de compra. Se harán más caras. Se necesitan más dólares para adquirirlas. Es diferente a una devaluación artificial. Esto es un hecho objetivo.

El dólar y la tragedia nacional

Quienes pedían la dolarización se habrán percatado de que la cosa no era tan sencilla. Es que el problema es complejo.

Son muchas las determinaciones que inciden sobre el comportamiento del precio del dólar en Venezuela. Por una parte, la tendencia internacional no ayuda. Al perder poder adquisitivo a escala internacional, en nuestra economía se comporta en correspondencia.

Se suman dos circunstancias: lo fundamental es que el dólar es una mercancía como cualquier otra; y, luego, al haber inflación o hiperinflación como es nuestro caso, su precio se incrementa en correspondencia, con la adición de que la mayor demanda sobre esa mercancía conduce a un incremento aún mayor de su precio.

Y es que la dolarización en Venezuela, durante décadas, hace que sea preferible atesorar en dólares que en bolívares. La inflación conduce a la búsqueda de refugios. Otra cosa no puede suceder.

La inflación lleva al incremento en el precio de las mercancías. El oro y el dólar son mercancías cuyos precios también se ven incrementados por la inflación. Luego, no es que el incremento del precio del dólar aumente los precios de las otras mercancías. Es una dialéctica similar a la del salario. Se entroniza la errónea idea de que los incrementos, más bien ajustes, del salario conducen al incremento de precios. Es a la inversa. Como resultado del incremento de precios el gobierno compensa una parte de la caída, y solo una pequeñísima parte. Asimismo, el incremento del precio del dólar producto de la inflación conduce a que los productores, para importar bienes, requieren de dólares más caros. Así, los precios se incrementan como resultado tanto de la inflación como de la adquisición de dólares más caros. Sumado a que, con la dolarización, deben preservar los dólares y no bolívares que ya no cuentan en la producción.

Por otro lado, mientras el dólar se deprecia a escala internacional, en Venezuela se encarece y se deprecia, por lo que pierde poder de compra. Por ello requerimos más dólares mañana para comprar lo mismo que compramos hoy. Hay dos fuerzas que conducen a que tienda a duplicarse el efecto perverso del dólar.

Por todo lo cual, la dolarización le ha servido a la dictadura de una manera clara. Tanto, que la elevaron a su máxima expresión: la tendencia al ajuste de los precios al valor de las mercancías permite que los empresarios obtengan la plusvalía en correspondencia. En tendencia, más elevada que en otros países, dada la baratura del precio de la fuerza de trabajo, de contar con obreros más baratos, pues.

Además, junto a la dolarización, luego de quitarle los sueldos y salarios a la mayoría de los trabajadores de la administración pública, reducen el Estado y ponen a funcionar esa inmensa y elefantiásica maquinaria con buena parte de trabajo gratuito. La dolarización de la economía, de todas las mercancías, dejando a los empleados del Estado sin salarios, es un crimen de lesa humanidad. Hay que investigar en que otra parte del mundo esto ha sucedido. Luce inédito.

Una política económica alternativa debe plantearse el rescate del signo monetario venezolano. Cuestión relativamente fácil si descansa en la orientación de reconstruir el país con base en un sentido nacional y popular. De una parte, es sencillo darle sustento en oro y otros metales y en divisas sólidas. El equilibrio fiscal, de sincerarse el presupuesto de ingresos y gastos, permitiría que renaciera fuerte y estable. El incremento del presupuesto de ingresos debe descansar en el impuesto sobre la renta, pues el aumento de la producción de bienes y servicios así lo podría permitir. A su vez, para que haya un incremento de la producción, debe cambiar radicalmente la política bancaria. La banca debe ser un instrumento que permita drenar el ahorro social a la inversión productiva. El principio según el cual el dinero que no va a la circulación para el cambio o la inversión se mantiene en reserva en el sistema bancario, parte de lo cual son los depósitos del Estado, permite un ahorro social que bien puede ser palanca para la inversión productiva.

Además, un eventual incremento de la capacidad de demanda interna, mediante el aumento del salario real de los trabajadores, es garantía de la realización de lo que se produce. Cuestión que se puede alcanzar con una política económica capaz de distribuir la riqueza atendiendo la demanda histórica de los trabajadores, sin descuidar la de los empresarios.

Ése es el camino para no depender del dólar ni de ningún otro signo monetario más que el nacional.

Publicado en El Pitazo, 23/11/2020

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