Todo indica que la oposición avanza hacia un pacto que sirva de base a la unidad. Lo han llamado Pacto de gobernanza. Se trataría de la base fundamental de la unidad de cara a las elecciones de 2024 y de las primarias, a realizarse, supuestamente, en el primer semestre de 2023.

Sería el asunto a debatir en los próximos meses. No es cualquier cosa lo que se acuerda. Suena sofisticado el término: gobernanza. A muchos les suena extraño. A otros les suena bien. Pero se trata de una categoría fundamental del liberalismo de estos tiempos, en retroceso, pero con vida. Sobre todo, en los países semicoloniales y dependientes.

Es que las políticas liberales expresan un lado en extremo perverso para la explotación de los obreros y el empobrecimiento de todos los trabajadores. Es que crea las condiciones económicas para el incremento de la explotación. Permite que la gente esté más pobre, porque lo que importa es pagar la deuda contraída, manteniendo la capacidad de crédito de los países.

Mientras, el surgimiento del proteccionismo, hoy día lo llaman desglobalización, conduce al afianzamiento del fascismo y el belicismo. Eso lo deja claramente dibujado la historia de siglo y medio.

Por lo que ni una ni la otra son alternativas para salir del atraso y la dependencia.

La tal gobernanza cuenta con una historia. Hay palabras, categorías, más bien, que van adquiriendo un contenido concreto. Es el caso que nos ocupa.

No se trata, por tanto, de su origen etimológico por allá en el mundo griego, junto a su semántica inicial. Tampoco de lo que señalan algunos entendedores del tema, que presentan la categoría como neutra. Funcional en cualquier circunstancia.

Gobernanza es retomada por el sistema bancario internacional. Se trata de una orientación política que busca crear mejores condiciones para el retorno de las inversiones indirectas, comprometiendo a la sociedad toda.

Recordemos que la honra de la deuda pública es socializada de manera absoluta. Se cancela con base en la participación de todos. La cosa es social, aunque solamente los que viven del salario la pagan. Los dueños de medios la descargan en el precio, en la tasa de interés o en el grado de explotación al que someten al obrero.

Es así como, a finales de la década de los 80, el Banco Mundial (BM) incorpora el término “buen gobierno”, como alternativa frente a los problemas que se van presentando en los países deudores que ponen en peligro el cumplimiento del retorno de las inversiones indirectas que contraen.

Luego, en 1996, el BM, junto al Fondo Monetario Internacional (FMI), condicionan los préstamos a la asunción obligatoria de un conjunto de políticas para garantizar el retorno.

De allí le dan un contenido a la categoría en cuestión. Junto a las consabidas medidas de austeridad que dirigen buena parte del presupuesto al pago de deuda, buscan la participación de la gente en la atención de funciones del Estado.

Mucho de eso se definió en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez y de Rafael Caldera. Con pocos resultados, de cara a eso de la gobernanza. Más logros en esa dirección ha alcanzado el chavismo. Vinculando el control social a la tal gobernanza.

De allí el deterioro de los servicios, salud y educación, principalmente, junto a la caída del salario de los trabajadores.

Pero el objetivo de reducir el costo del funcionamiento del Estado descargando algunas de sus responsabilidades en la sociedad, tuvo pocos resultados en esos tiempos. Con el chavismo la cosa cambia. Los principios son los mismos, pero bajo la mascarada “socialista”.

Luego, resulta un trasnocho, por decir menos, que la oposición salga ahora con una propuesta que pocos logros brindó y que en esencia está en pleno desarrollo bajo el chavismo.

Entre las metas de la gobernanza de los entes financieros multilaterales encontramos la tal contraloría participativa, junto a la rendición pública de cuentas. Cuestiones que también suenan bonitas pero que no suponen el mejoramiento de los servicios ni el incremento del presupuesto estatal para tales fines.

Dentro de la idea de la gobernanza se redefine al Estado y el poder. Se presentan como entes abstractos que pueden recibir mediaciones capaces de incidir en la toma de decisiones. Ideas tontas que cada día se ven negadas en la práctica. Dar contenidos a una cuestión tan concreta resulta una maniobra que en nada atiende el problema.

Es que el Estado cumple con tres funciones. Como entidad represiva bajo el monopolio del uso de la violencia para preservar el orden a toda costa. Como creador de las condiciones para la reproducción objetiva de las relaciones imperantes. Como legitimador del orden, haciendo uso hegemónico de los medios de comunicación, haciendo valer aquello de que la ideología dominante es la ideología de las clases dominantes. Todo lo cual es un asunto histórico. Con la tal gobernanza, si bien no se borran para nada estas funciones, buscan engañar con ideas tontas que suenan bien, cuando en realidad se pretende crear mejores condiciones para despojar a quienes viven del salario.

Nada bueno se puede esperar de los acreedores. La usura se mueve con una ética ruda. Muy ruda, Shylock es su emblema por antonomasia.

Luego, la tal gobernanza se impone como parte de la política a los países que quieran optar al financiamiento de los entes multilaterales. Articulado, claro está, al fortalecimiento de la economía de mercado. Aunado a una retórica en favor de la democracia.

Esta propuesta de pacto de gobernanza demuestra que la base de la unidad no puede ser otra que: por el imperio de las libertades democráticas, elecciones libres, libertad de los presos políticos civiles y militares y regreso de los exiliados. Con la gobernanza alejamos a la gente.

Tomado de El Pitazo

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